El ide¨®logo y el pol¨ªtico
Mahatma Gandhi se encuentra entre los contados l¨ªderes mundiales que desarrollaron una lucha pol¨ªtica y, al mismo tiempo, dieron forma a una doctrina con pretensiones de universalidad para fundamentar su acci¨®n. El ¨¦xito y el indudable atractivo de sus ideas sobre la resistencia pac¨ªfica han llegado a convertirlo en uno de los grandes mitos del siglo XX, haciendo que su actuaci¨®n como l¨ªder pol¨ªtico nacionalista pase a un segundo plano.
La independencia de la India en 1947, abriendo la v¨ªa para el fin del colonialismo en Asia y ?frica, se consider¨® desde muy pronto como una confirmaci¨®n de la eficacia de la no violencia, y de ah¨ª que el pensamiento y las actitudes de Gandhi hayan tenido influencia en otros l¨ªderes posteriores, como Martin Luther King o Nelson Mandela. Incluso la primera Intifada palestina parec¨ªa inspirarse en sus m¨¦todos de lucha.
Aunque muchas veces el pensamiento de Gandhi se ha considerado fundacional, lo cierto es que se inscribe en una larga tradici¨®n que, en Europa, cont¨® en el pasado con figuras como Erasmo o Sebasti¨¢n Castellio y, ya en el siglo XX, como Simone Weil o Bertrand Russell, entre otros. Al igual que Gandhi, todos ellos se opusieron al recurso a la fuerza para resolver las controversias pol¨ªticas. Resulta revelador, a este respecto, que una de las consignas m¨¢s conocidas del l¨ªder indio - "la violencia es el miedo a los ideales de los dem¨¢s"- guarde un sutil parecido con la frase que Castellio dirigi¨® a Calvino en protesta por el asesinato de Servet, record¨¢ndole que matar a un hombre no era defender una doctrina. Tanto uno como otro pretend¨ªan romper los puentes entre la acci¨®n violenta y su justificaci¨®n ideol¨®gica, y de ah¨ª que su pacifismo no se dirigiera tanto al agredido, para conformarlo en su condici¨®n de v¨ªctima, como al agresor, para obligarlo a desistir.
En cualquier caso el problema surge cuando, pese a todo, el agresor no desiste. Tal vez dej¨¢ndose llevar por el magnetismo de su propia doctrina, Gandhi crey¨®, por ejemplo, que franceses e ingleses deb¨ªan practicar la resistencia no violenta frente a los nazis. Por el contrario, Simone Weil y Bertrand Russell admitieron que una vez que la agresi¨®n se hab¨ªa producido no se pod¨ªa negar a los agredidos la leg¨ªtima defensa. Eso no significaba restablecer los puentes entre la acci¨®n violenta y la justificaci¨®n ideol¨®gica. El mayor error de los agresores es que conceden a los agredidos el derecho a responder con violencia, con independencia de cu¨¢l sea su causa.
Gandhi no lleg¨® a encontrar una soluci¨®n a este problema. En el momento de su asesinato, no fue el ide¨®logo de la no violencia quien fue atacado. Fue el pol¨ªtico opuesto a la dram¨¢tica partici¨®n de India y Pakist¨¢n.
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