Nicolas Sarkozy, un personaje proteico
Ejecutivo, entrenador, presentador de televisi¨®n y protagonista de la prensa del coraz¨®n, el presidente franc¨¦s supone una ruptura con la tradici¨®n de su pa¨ªs. Pero ello no impulsa a su pa¨ªs hacia el futuro
La victoria presidencial de Nicolas Sarkozy vino marcada por el signo de la ruptura. Ruptura hist¨®rica, en primer lugar, tanto con el "gaullo-comunismo" instituido durante la posguerra que hizo posible los "treinta gloriosos" -aquellos a?os de crecimiento transcurridos entre 1945 y 1975-, como con las presidencias de Mitterrand y Jacques Chirac que aplazaron y esquivaron las reformas dobleg¨¢ndose a la opini¨®n p¨²blica y escud¨¢ndose en Europa. Ruptura pol¨ªtica e institucional, a continuaci¨®n: ¨¦sta reduce el papel de la democracia de partidos, aunque Sarkozy haya tenido que conquistar la UMP, en beneficio de una relaci¨®n directa con los ciudadanos. En tal contexto, la ruptura de estilo presidencial se ha impuesto como la principal l¨ªnea de conducta de Sarkozy. La multiplicaci¨®n de las comisiones de toda clase (casi una treintena en el momento en el que escribo) tiene como objetivo debilitar al Parlamento y a los diputados, igual que el primer c¨ªrculo de consejeros, situados bajo la f¨¦rula del secretario general del El¨ªseo, Claude Gu¨¦ant, tiene como meta frenar las ambiciones de los ministros. El papel de la pol¨ªtica aperturista no es otro que el de debilitar a la oposici¨®n (de centro e izquierda). Paralelamente, la toma de poder medi¨¢tico por la presidencia impone a los periodistas una agenda y un tempo apremiante. Este activismo presidencial, calificado como "hiperpresidencialismo", responde antes que nada a la voluntad de reducir las mediaciones e intervenir constantemente "en directo", lo que alimenta una relaci¨®n de empat¨ªa con la gente. El presidente, cuyo saber hacer medi¨¢tico es incuestionable, ha impuesto un ritmo desenfrenado que hoy se vuelve contra ¨¦l. Pero ese ritmo no data de la campa?a presidencial, sino que remite a todo un itinerario. Y Nicolas Sarkozy no se cansa de recordar: "Yo conoc¨ª el fracaso y tuve que superarlo (...). El valiente no es aquel que nunca ha tenido miedo, pues el valor consiste precisamente en superar el miedo". Lo que significa concretamente: "Ustedes, como yo, tienen que demostrar valor y renunciar a la cultura del fracaso".
Sarkozy es hijo de la televisi¨®n y domina perfectamente este medio de comunicaci¨®n
Su relaci¨®n con Carla Bruni acapara la actualidad y embrolla su mensaje pol¨ªtico
Pero, m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismo y de su trayectoria, el presidente se ha apropiado del estilo de ciertos personajes que constituyen modelos de ¨¦xito social de nuestros d¨ªas: el ejecutivo, el entrenador y el presentador televisivo, entre otros. Marcado por su pasado como diputado por una circunscripci¨®n de fuera de la capital parisina, Nicolas Sarkozy, m¨¢s que un pol¨ªtico a la francesa, es un ejecutivo, es decir, el jefe de la empresa estatal. Pero el ejecutivo contempor¨¢neo no es aquel empresario de ayer -tan caro a Max Weber- sensible al colectivo laboral y respetuoso de cierta ¨¦tica. Y como tampoco parece un liberal convencido de que una mano invisible equilibre el mercado naturalmente, el presidente no ha renunciado al poder del Estado e impone reglas destinadas a exacerbar la competencia entre las empresas y en el seno de ¨¦stas. Sarkozy siente m¨¢s debilidad por aquellos que triunfan por s¨ª mismos que por los herederos de un patrimonio.
Su faceta de entrenador, reforzada por su proximidad con Bernard Laporte, el t¨¦cnico del equipo franc¨¦s de rugby convertido en secretario de Estado de deportes, consiste en recrear lo colectivo en un contexto marcado por las estrategias individualistas: "Todos juntos formaremos el mejor equipo posible, un equipo ganador".
Finalmente, el presentador televisivo recuerda que Nicolas Sarkozy es hijo de la televisi¨®n y demuestra que domina perfectamente el oficio. El presidente no es tanto un pol¨ªtico que se presta al espect¨¢culo televisivo, como un profesional que hace pol¨ªtica del mismo modo que se produce y realiza una emisi¨®n televisiva para el gran p¨²blico y dirigida "directamente a todos".
Si es cierto que todo retrato pol¨ªtico de Sarkozy es tributario de ese tr¨ªo de personajes que "rinden culto al ¨¦xito", no lo es menos que tal alquimia reposa sobre una convicci¨®n acerca de la naturaleza de la opini¨®n y favorece, en cierta medida, los cambios de humor de ¨¦sta. Lejos de creer que la poblaci¨®n francesa se apasiona de nuevo por la pol¨ªtica, Sarkozy tiene la convicci¨®n de que hay que mantener en vilo a aquellos que desconf¨ªan de la pol¨ªtica. Alistair Campbell, ex consejero de comunicaci¨®n de Tony Blair, ha descrito muy bien la fuerza medi¨¢tica del presidente franc¨¦s: "Hoy la gente piensa mucho menos en la pol¨ªtica que antes. Por lo tanto, es necesario que el mensaje sea m¨¢s s¨®lido, m¨¢s contundente, m¨¢s concreto. Y es necesario que todo lo que se dice y se hace contribuya a transmitirlo. La menor intervenci¨®n, la menor imagen, la menor reacci¨®n. En ingl¨¦s tenemos una expresi¨®n: 'Hay que dar hasta el parte meteorol¨®gico".
Pero esta presidencia en directo, que contin¨²a con voluntarismo la exitosa trayectoria del joven Sarkozy, que lleg¨® a la pol¨ªtica en Neuilly, a la edad de 23 a?os, no ha tardado en convertirse en una caricatura ni en deslizarse hacia la privatizaci¨®n de la vida p¨²blica. Los sucesivos episodios people -las conflictivas relaciones de pareja con C¨¦cilia Sarkozy, el flechazo por Carla Bruni- han ido acaparando la actualidad a riesgo de deformar y embrollar el mensaje pol¨ªtico, pero ?hay que reducir, sin embargo, al hiperpresidente a un people metido a pol¨ªtico? ?Hay que reducir la pol¨ªtica de Sarkozy ¨²nicamente al personaje proteico de Sarkozy?
Muy al contrario, lejos de ser un histri¨®n llegado a la pol¨ªtica por casualidad y condenado a desaparecer como cualquier producto medi¨¢tico averiado, Sarkozy tiene mucho que ver con ciertos cambios en profundidad de la sociedad francesa. Resulta dif¨ªcil no relacionarlo con las evoluciones de la burgues¨ªa gala y las transformaciones de la cultura de masas. Resulta dif¨ªcil no comprender que Sarkozy mira por un lado hacia el mundo de los people, con glamour o sin ¨¦l, cuyo ¨¦xito pasa por el papel cuch¨¦, y, por otro, quiere captar la atenci¨®n de un medio popular hasta ahora cautivo del Frente Nacional. En un sentido m¨¢s amplio, su victoria expresa una renovaci¨®n de las ¨¦lites que afecta a la sociedad francesa en su conjunto, y no ¨²nicamente a la clase pol¨ªtica.
Pese a que Nicolas Sarkozy representa una innegable ruptura con el estilo de gobierno anterior, la ruptura sociol¨®gica en marcha no es ¨²nicamente obra suya, ?puede decirse entonces que el presidente haya iniciado una pol¨ªtica nueva? ?Acaso su pol¨ªtica le convierte en el representante de una derecha capaz de reformar un pa¨ªs marcado por el sello de la "excepci¨®n francesa"? ?sa es la cuesti¨®n. Ahora bien, estas rupturas (hist¨®rica, pol¨ªtica, institucional, medi¨¢tica) no dibujan un programa susceptible de impulsar al pa¨ªs hacia el futuro, ni de dinamizarlo.
?Por qu¨¦ raz¨®n? Esencialmente, por un desfase hist¨®rico entre unas reformas destinadas a "destejer" las medidas de protecci¨®n vinculadas a una concepci¨®n caduca del Estado-providencia, la de los treinta gloriosos, y unas reformas que no pretenden "retejer" coherentemente un Estado-providencia acorde al nuevo mundo industrial de nuestros d¨ªas.
El programa carece de solidez, pues su acci¨®n no se inscribe en el contexto de la mundializaci¨®n y, sin embargo, al apostar por los ganadores, participa de la indiferencia de la mundializaci¨®n hacia los perdedores. Este programa de ruptura pol¨ªtica con el inmovilismo chiraquiano es realista, pero sus ra¨ªces no se hunden en la historia tal y como ¨¦sta se desarrolla.
El programa de Sarkozy dispone sin embargo de recursos: pese a no poder seguir present¨¢ndose como el "Presidente del poder adquisitivo" que pretend¨ªa ser durante la campa?a, conserva los medios para recuperar el favor de una parte de la opini¨®n p¨²blica agitando, cuando le convenga, las banderas rojas de la seguridad y la inmigraci¨®n. Entre los valores esgrimidos, la seguridad sigue siendo decisiva.
Aunque Sarkozy representa en efecto una ruptura, su realismo pol¨ªtico y su concepci¨®n del ¨¦xito le debilitan, y m¨¢s a¨²n su incapacidad para responder a nuestra historia. Es por eso por lo que la historia personal de Nicolas Sarkozy ocupa el primer plano, a riesgo de perjudicarle. Pero nos gustar¨ªa que su "yo" concordase con un "vosotros" y un "nosotros".
Olivier Mongin es director de la revista Esprit. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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