Ficciones virtuales
1
- Me indigno, pero he aprendido a encontrar razonamientos que desactiven r¨¢pidamente los enfados. Esta ma?ana, s¨²bito enojo al ver que Noam Cohen de The New York Times descubre el Mediterr¨¢neo con la noticia de que Borges, en sus historias ambientadas en un pasado pretecnol¨®gico, predijo la llegada de Internet. No me habr¨ªa molestado tan dinos¨¢urico "hallazgo" de The New York Times si no fuera porque Noam Cohen, con absurda suficiencia, tilda a Borges de "bibliotecario del Viejo Mundo y hombre chapado a la antigua", cuando en realidad quien no est¨¢ al d¨ªa es el propio Cohen, m¨¢s atrasado en noticias que el ciclista Godot cuando llegaba a las etapas del Tour fuera de tiempo.
Escribir -dec¨ªa Roberto Bola?o- es una actividad razonable y visionaria, un ejercicio de inteligencia y de aventura. De entre las m¨²ltiples aventuras, los lectores del visionario Borges nunca olvidar¨¢n la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto en su memorable cuento La Biblioteca de Babel. Cuando ese relato fue publicado, en 1941, pocos pod¨ªan imaginar que esa escalera acabar¨ªa convirtiendo a Borges en un demiurgo, un extra?o visionario que nos describi¨® Internet antes de que existiera.
Hace a?os que sabemos que Borges, en un ejercicio de inteligencia y aventura intelectual, anticip¨® la Red mundial en La Biblioteca de Babel y tambi¨¦n en Tl?n, Uqbar, Orbis Tertius, otro de sus relatos de aquella ¨¦poca: "?Qui¨¦nes inventaron a Tl?n? El plural es inevitable, porque la hip¨®tesis de un solo inventor -de un infinito Leibniz obrando en la tiniebla y en la modestia- ha sido descartada un¨¢nimemente. Se conjetura que este brave new world es obra de una sociedad secreta de astr¨®nomos, de bi¨®logos, de ingenieros, de metaf¨ªsicos, de poetas, de qu¨ªmicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de ge¨®metras... dirigidos por un oscuro hombre de genio".
En su cuento, Borges nos dice que abundan en esa sociedad secreta individuos que dominan las disciplinas m¨¢s diversas, pero no los capaces de invenci¨®n y menos los capaces de subordinar la invenci¨®n a un riguroso plan sistem¨¢tico. El plan es tan grande que la contribuci¨®n de cada escritor es infinitesimal. Esa sociedad secreta, ese valiente nuevo mundo (brave new world) es la Red mundial. Ahora nos lo descubre Noam Cohen al hilo de la reedici¨®n de Labyrinths en la editorial New Directions y de un ensayo de Perla Sass¨®n-Henry que explora las conexiones entre la Internet descentralizada de YouTube, los numerosos blogs y la Wikipedia y las historias de Borges, que "convierten al lector en un participante activo".
Me indigno por un momento con la noticia anticuada de Cohen, pero luego le disculpo dici¨¦ndome que las cosas del mundo actual pasan tan r¨¢pido que puede parecernos que no estar al d¨ªa es un problema, pero tambi¨¦n es cierto que hay cosas que no encajan con esa velocidad. Por ejemplo, pensemos en la lentitud de la lectura. Ricardo Piglia dice que en una ¨¦poca en la que la circulaci¨®n de lo escrito ha alcanzado una velocidad extraordinaria, resulta parad¨®jico observar que el tiempo de lectura no ha cambiado: "Leemos igual que en la ¨¦poca de Arist¨®teles. Seguimos descifrando signo tras signo y eso nos sit¨²a en una actitud similar a la que se ten¨ªa cuando la circulaci¨®n no era tan r¨¢pida. Hudson, por ejemplo, cuenta en All¨¢ lejos y hace tiempo, un libro de 1918 sobre su vida en la Pampa, c¨®mo les llegaban las novelas, y despu¨¦s de leerlas las prestaban a la granja vecina que estaba a cinco kil¨®metros, y despu¨¦s a otra que estaba m¨¢s adentro. La novela se iba alejando, a caballo...".
As¨ª, con este razonamiento sobre la lentitud, mi indignaci¨®n tambi¨¦n se ha ido alejando a caballo...
2
- Lo que puede pensarse tiene que ser sin duda una ficci¨®n. Pienso ahora, por ejemplo, que Roberto Bola?o particip¨® en la expedici¨®n de Magallanes a Patagonia, pero s¨¦ que si busco ese dato en Internet no lo encontrar¨¦ en parte alguna. Para poder hallarlo, escribo estas l¨ªneas que ir¨¢n a parar a la Red y lo dir¨¢n. Dir¨¢n que Bola?o en Entre par¨¦ntesis no s¨®lo llam¨® "bravos" a los marinos de Magallanes en Patagonia -se comprueba acudiendo a su libro-, sino que, adem¨¢s, ¨¦l mismo particip¨® en esa aventura que fue -como si de una escritura se tratara- una actividad visionaria... Y bueno, ahora, como si tambi¨¦n yo fuera una novela, voy a caballo alej¨¢ndome lentamente de Patagonia, y todo lo que voy pensando (sin duda una ficci¨®n virtual) me acerca a los despachos de New Directions, de Nueva York, donde estuve unas horas en mayo del a?o pasado. Esta editorial es la que ha publicado en segunda edici¨®n -la primera es de hace 40 a?os- Labyrinths, colecci¨®n de cuentos de Jorge Luis Borges, donde se incluyen los relatos que nosotros conocemos como Ficciones: historias llenas de hombres memoriosos, enciclopedias infinitas y escaleras espirales, que en Nueva York se han convertido ¨²ltimamente en canon para todos aquellos que se hallan en la intersecci¨®n entre la nueva tecnolog¨ªa y la literatura. Y es curioso: una parecida encrucijada puede verse en un recodo de New Directions, la hist¨®rica editorial que publica tambi¨¦n los cuentos de Bola?o, Cort¨¢zar y Felisberto Hern¨¢ndez, y cuyos corredores y despachos componen a su manera un intrincado laberinto, que a la larga acaba resultando hogare?o. En mayo del a?o pasado me perd¨ª suavemente por ¨¦l, y en una estanter¨ªa cercana a la terraza que da a una soberbia vista del sky line, vi alineados los libros de Bola?o junto a los de Borges, vecinos neoyorquinos en la red del tiempo, azarosa sociedad secreta en la biblioteca eterna.
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