La Stasi brit¨¢nica
Los fisgones brit¨¢nicos no son los perros guardianes de una dictadura, como era la Stasi; pero el camino al infierno est¨¢ empedrado de buenas intenciones.
Esto tiene que acabarse. En el Reino Unido, la capacidad fisgona del Estado est¨¢ completamente descontrolada. Los brit¨¢nicos caminamos dormidos hacia una sociedad vigilada, y es preciso que nos despertemos.
Cuando la Stasi empez¨® a espiar mis movimientos en Alemania del Este, hace 30 a?os, yo hab¨ªa llegado all¨ª sabiendo que iba de uno de los pa¨ªses m¨¢s libres del mundo a uno de los menos libres. Creo que ten¨ªa raz¨®n entonces, pero desde luego no la tendr¨ªa en este momento. A los ciudadanos de Alemania del Este se les esp¨ªa hoy mucho menos que a los del Reino Unido. El grupo de derechos humanos Privacy International dice que el Reino Unido es un "caso end¨¦mico de sociedad de la vigilancia", junto a China y Rusia, mientras que Alemania obtiene una clasificaci¨®n mucho mejor.
La capacidad fisgona del Estado brit¨¢nico est¨¢ completamente descontrolada
Prefiero seguir siendo m¨¢s libre aunque eso signifique vivir menos seguro
Un informe oficial del Comisario de Interceptaci¨®n de Comunicaciones brit¨¢nico acaba de revelar que casi 800 organismos p¨²blicos est¨¢n efectuando cerca de 1.000 solicitudes diarias de "datos sobre comunicaciones", que incluyen intervenci¨®n de tel¨¦fonos e historiales de llamadas de m¨®viles, correos electr¨®nicos y visitas a p¨¢ginas web, para no hablar del viejo correo tradicional. La p¨¢gina web del Ministerio del Interior brit¨¢nico especifica que todos los proveedores de servicios de comunicaci¨®n "pueden recibir una nota en la que se les exija mantener una capacidad de interceptaci¨®n permanente".
Los fant¨¢sticos progresos de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n y las comunicaciones ofrecen al Estado -y tambi¨¦n a las empresas privadas- unas posibilidades t¨¦cnicas que para la Stasi no habr¨ªan sido m¨¢s que un sue?o. Hoy en d¨ªa, la mayor parte de la vida de cualquier ciudadano razonablemente pr¨®spero tiene un seguimiento electr¨®nico, minuto a minuto y cent¨ªmetro a cent¨ªmetro, a trav¨¦s de sus llamadas de tel¨¦fono, tanto m¨®vil como fijo, sus correos electr¨®nicos, sus b¨²squedas en Internet, sus compras con tarjeta de cr¨¦dito, sus apariciones involuntarias en circuitos cerrados de televisi¨®n, y as¨ª sucesivamente. Si la polic¨ªa secreta de Alemania del Este hubiera contado con esas s¨²per herramientas, mi expediente en la Stasi habr¨ªa tenido, al menos, 3.000 p¨¢ginas, en lugar de s¨®lo 325.
Como consecuencia, todas las democracias liberales tienen que proteger a¨²n m¨¢s los datos, la intimidad y los derechos civiles s¨®lo para seguir siendo tan libres como hasta ahora. A medida que la tecnolog¨ªa eleva el nivel del tr¨¢fico de informaci¨®n, es preciso que levantemos m¨¢s diques protectores. El inquebrantable Comisario de Informaci¨®n, Richard Thomas, est¨¢ librando una valiente batalla en ese sentido. La advertencia de que los brit¨¢nicos "caminan dormidos hacia una sociedad de la vigilancia" es suya.
Porque, al mismo tiempo que ¨¦l intenta reforzar los diques, otros brazos m¨¢s poderosos del Gobierno se dedican a derribarlos, en nombre de la lucha contra el terrorismo, el crimen, el fraude, los abusos infantiles, las drogas, el extremismo religioso, el racismo, la evasi¨®n fiscal, la velocidad excesiva, las infracciones de estacionamiento, los escombros en lugares no autorizados, la gente que deja demasiadas bolsas de basura delante de su casa y cualquier otro "riesgo" que esos casi 800 (entrometi-dos) organismos p¨²blicos consideren merecedor de su "protecci¨®n".
Pues bien, demos gracias a la ni?era, pero que se vuelva a Alemania del Este. Prefiero seguir siendo un poco m¨¢s libre aunque eso signifique vivir un poco menos seguro.
Reconozco que la amenaza de los terroristas suicidas locales, como los que atacaron Londres el 7 de julio de 2005, es especialmente dif¨ªcil de detectar. Reconozco que exige unos poderes extraordinarios de vigilancia y prevenci¨®n. Hay que recalibrar el equilibrio entre seguridad y libertad. Ahora bien, en el ¨²ltimo decenio, el Gobierno brit¨¢nico se ha inclinado excesivamente hacia lo que se supone que es m¨¢s seguridad.
Un instinto fisg¨®n, autoritario y desmesurado en todos los niveles del Gobierno y, hasta hace poco, una prensa exaltada que exig¨ªa sin cesar que "se hiciera algo": esta combinaci¨®n nefasta ha convertido al Reino Unido en un gu¨ªa oscuro. La cuna del liberalismo se ha transformado en el Estado de las bases de datos. Tenemos m¨¢s c¨¢maras de circuito cerrado que nadie. Existen planes avanzados para centralizar todos nuestros historiales m¨¦dicos e implantar los carnets de identidad biom¨¦tricos m¨¢s elaborados del mundo.
Todo ello, idea de un Gobierno que, despu¨¦s de haber recogido tantos datos sobre nosotros, se dedica a perderlos como un borracho nocturno que vac¨ªa el contenido de sus bolsillos en la calle. Las autoridades fiscales han extraviado los detalles relativos a 25 millones de personas; se ha perdido un ordenador port¨¢til de la Marina que conten¨ªa los de otras 100.000, y as¨ª sucesivamente.
Mientras tanto, el Gobierno brit¨¢nico acaba de presentar al Parlamento su ¨²ltimo proyecto de ley antiterrorista. Adem¨¢s de la famosa propuesta de aumentar el periodo de detenci¨®n sin cargos a 42 d¨ªas, se incluyen disposiciones que, como explican las notas oficiales, permiten a cualquiera proporcionar informaci¨®n a los servicios de inteligencia "independientemente de cualquier obligaci¨®n de mantener en privado la informaci¨®n y de cualquier otra restricci¨®n" (aparte de las que se mencionan en un par de cl¨¢usulas secundarias muy el¨¢sticas). El servicio podr¨¢ despu¨¦s compartir o revelar dicha informaci¨®n m¨¢s o menos a su antojo.
Esto no puede seguir as¨ª; e incluso los m¨¢s ac¨¦rrimos defensores de un gobierno firme est¨¢n empezando a decirlo. El conservador Daily Mail, ese pr¨ªncipe entre los partidarios de la mano dura, ha publicado un art¨ªculo de fondo cuya conclusi¨®n era que "con este Gobierno -del que habr¨ªa estado orgullosa la Stasi-, el equilibrio entre el poder del Estado y la libertad individual se ha torcido de forma escandalosa. Es preciso restaurarlo". Es un asunto en el que la prensa y los pol¨ªticos de izquierda est¨¢n empezando a mostrarse de acuerdo.
Por supuesto, la floritura sobre la Stasi es una hip¨¦rbole. Yo viv¨ª bajo el poder de la Stasi, y s¨¦ que estamos muy lejos de esa situaci¨®n. Pero la cantidad de informaci¨®n recogida y compartida -sin olvidar la perdida- por el Gobierno brit¨¢nico es muy superior a los modestos 160 kil¨®metros de expedientes de la Stasi. Las posibilidades de que, si caen en malas manos, puedan utilizarse con fines perversos son enormes. La libertad no se conserva s¨®lo confiando en las buenas intenciones de nuestros gobernantes, funcionarios y esp¨ªas. El camino hacia el infierno est¨¢ empedrado de buenas intenciones.
Conf¨ªo en que los dem¨®cratas liberales, los conservadores, los diputados laboristas y la C¨¢mara de los Lores otorguen al nuevo proyecto de ley antiterrorista la bronca que se merece. Algunos de nuestros organismos de control y de los jueces m¨¢s independientes est¨¢n dando ya la se?al de alarma. Si, pese a todo, el Gobierno es tan tonto como para tratar de implantar los nuevos carnets antes de las pr¨®ximas elecciones, esa medida podr¨ªa ser para Gordon Brown lo que el impuesto per c¨¢pita fue para Margaret Thatcher: el instante catastr¨®fico en el que la opini¨®n p¨²blica se volvi¨® contra el Gobierno.
El l¨ªder de los dem¨®cratas liberales, Nick Clegg, ha dicho que est¨¢ dispuesto a ir a la c¨¢rcel antes de aceptar un carnet de identidad que suponga semejante intromisi¨®n. Yo tambi¨¦n. Y me da la impresi¨®n de que tambi¨¦n lo estar¨ªan miles de nuestros conciudadanos. Por eso creo que el Gobierno no va a hacer esa tonter¨ªa. Pero debemos trazar la l¨ªnea mucho antes de los carnets de identidad. Hay libertades a las que ya hemos renunciado mientras dorm¨ªamos y tenemos que reclamar que nos las devuelvan.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford y miembro de n¨²mero de la Hoover Institution, Stanford. Escribi¨® sobre su experiencia con la Stasi en el libro The file. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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