Los excluidos de Collserola
El Ayuntamiento pretende demoler las casas construidas sin permiso en las faldas del futuro parque natural
Al camino de Cal Notari se llega bordeando una calzada escarpada en la que agoniza un poste de autob¨²s junto a un cartel conciso: Parada anulada. Primero se acaban las l¨ªneas de la carretera; despu¨¦s, la carretera. El asfalto se abre para acoger huertos y casas unifamiliares. Lindando con Collserola, este barrio del distrito barcelon¨¦s de Horta-Guinard¨® contiene el aliento desde el pasado mi¨¦rcoles, cuando el Ayuntamiento y la Generalitat comunicaron el acuerdo sobre los l¨ªmites del parque natural en la vertiente barcelonesa. El futuro del pulm¨®n verde de Barcelona empieza a aclararse. Y el de los ciudadanos que hace d¨¦cadas edificaron all¨ª sin licencia municipal, tambi¨¦n. El parque ocupar¨¢ sus casas.
"Estoy desecho. No pueden echarme y encerrarme en un piso", dice un vecino
Ya no se acercan autobuses al camino de Cal Notari, aunque la cochera del distrito, nueva, elegante, futurista, queda a 150 metros de un arrabal que ha sentido crecer Barcelona a sus espaldas. Un centenar de casas que conforman el barrio de la Font del Gos, levantado en los a?os sesenta a manos de braceros llegados del sur en busca de sustento. "Eran tiempos de escasez, no hab¨ªa qu¨¦ echarse a la boca", susurra Encarna Checa, granadina de 74 a?os. "No ten¨ªamos d¨®nde meternos", a?ade mientras barre las hojas de su zagu¨¢n a medio construir, con m¨¢s vergel que ladrillos. Su vecino C¨¦sar Collado, cacere?o de 72 a?os, a¨²n se acuerda de los mozos trajinando adobe en fardos cargados sobre los hombros. "Hice esta casa con mis brazos, palmo a palmo", cuenta orgulloso.
El concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona, Ram¨®n Garc¨ªa Bragado, habl¨® de la casa de C¨¦sar el pasado mi¨¦rcoles: "Son edificios construidos sobre zona forestal y sin licencia. La demolici¨®n no es ninguna novedad para los propietarios, porque desde hace tiempo saben que ocurrir¨¢". Los afectados ser¨¢n realojados en viviendas p¨²blicas, pero el concejal rechaz¨® dar m¨¢s informaci¨®n: ni cu¨¢ndo las m¨¢quinas empezar¨¢n a derribar, ni cu¨¢ntos inmuebles demoler¨¢n, ni d¨®nde se encuentran.
La mayor¨ªa de vecinos afectados, como los de Les Planes y Vallvidrera, ignoran a¨²n si Garc¨ªa Bragado se refer¨ªa a ellos o a otras casas aleda?as. "Cre¨ªa que el asunto estaba arreglado, pero vete a saber si es aqu¨ª, all¨¢...", comenta un vecino de Les Planes.
Pero el secretismo del Ayuntamiento no intriga a la Font del Gos. "S¨ª, somos nosotros. Nos quieren echar", suspira resignado Julio Vila, miembro de la asociaci¨®n de vecinos y fastidiado de tanta reuni¨®n con concejales, asistentes de concejales y de tanto traje y tanta corbata. "Llevamos mucha negociaci¨®n acumulada", dice con la voz quebrada. Julio no se siente de Barcelona. Detesta el ruido, odia los bares. "Meterme en la ciudad, en un piso encerrado... Me hacen da?o, esto siempre ha sido el para¨ªso", murmura mirando la calle, vac¨ªa.
Los vecinos defienden que tienen contratos adquiridos cuando compraron esas tierras a dos reales el palmo. Pero el barrio no pudo o no supo legalizarse durante los a?os en que la burocracia ced¨ªa paso a los palos. "Si ¨ªbamos a negociar ven¨ªan a zurrarnos, tiraban las casas. Qu¨¦ malos eran, aquellos falangistas", relata Encarna. La Font del Gos lleg¨® al siglo XXI con media pierna sobre suelo forestal; la otra media, en zona de servicios. Son muchos lustros con la amenaza del derrumbe planeando sobre sus azoteas. Por eso las casas solemnes se entremezclan con tejados a medio cubrir, la vetusta caldera del comedor de Encarna con el termostato digital que caldea el d¨²plex de Mercedes, otra vecina. "Muchos no arreglan su casa porque siempre dicen que las van a tirar... Pero que nadie piense que somos cuatro chabolas", esgrime Mercedes, indignada. Su casa: espaciosa, reformada y con terraza al cielo di¨¢fano de Collserola.
Afuera, en pleno p¨¢ramo, un grupo de vecinos en pantuflas rememora viejas victorias. C¨®mo lograron traer la luz, el agua, las cloacas. "Para conseguir que el Ayuntamiento pusiera una papelera, no veas", bromean. Y se?alan que hay casas a¨²n m¨¢s lejanas que las suyas, monta?a adentro. "Nos echan porque no somos ricos. Si no, ?por qu¨¦ dejan construir esas casas de all¨ª?", convienen. Se refieren a nuevas edificaciones junto a Montbau, pomposos pisos que crecen en la serran¨ªa, pero sobre suelo urbano. Los vecinos sospechan que sus tierras correr¨¢n la misma suerte. "Despu¨¦s de echarnos, aqu¨ª construir¨¢n lo que quieran", asiente Julio. "Pero a¨²n podemos luchar", coinciden.
Incertidumbre en Torre Bar¨®
El barrio de Torre Bar¨®, ubicado en la falda de una de las vertientes de Collserola, se enfrenta a un proceso de rehabilitaci¨®n que cambiar¨¢ radicalmente su fisonom¨ªa. Este n¨²cleo urbano est¨¢ formado por casas autoconstruidas por la inmigraci¨®n peninsular que lleg¨® a Barcelona en las d¨¦cadas de los cincuenta y sesenta. Las viviendas no tienen licencia municipal, aunque al consistorio barcelon¨¦s nunca le hab¨ªa preocupado hasta hace poco tiempo. "Quieren que Torre Bar¨® sea una de las puertas de acceso al parque natural y esa es la excusa para tirar las casas", asegura Pablo, de la Asociaci¨®n de Vecinos U de Nou de Torre Bar¨®. Seg¨²n esta entidad, el Ayuntamiento planea derribar 300 casas, de las que una cincuentena ya han sido expropiadas.
Los responsables municipales proyectan realojar a los afectados en pisos protegidos. Pero estas familias denuncian que las indemnizaciones que les ofrecen por dejar sus viviendas son insuficientes. "Nos dan unos 40.000 euros, cuando un piso nuevo cuesta 120.000. Muchos vecinos tienen p¨¢nico porque no saben c¨®mo van a pagar. Los bancos se niegan a concederles una hipoteca porque muchos son pensionistas y no cuentan con ning¨²n aval", explica Pablo.
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