El ritual ¨®rfico de Pina Bausch en la ?pera de Par¨ªs
En este mundo atroz de hoy, tan lleno de vanidad, falsos triunfos ef¨ªmeros y donde tantas causas perdidas mueven a risa, Pina Bausch l¨ªquidamente nos transporta a lo esencial con esta obra a la que ya sin esfuerzo consideramos un "cl¨¢sico" en toda regla. Ha sido anteayer la puesta de largo en la ?pera de Par¨ªs del Orfeo y Eur¨ªdice de Gluck en el formato de ¨®pera-danzada que la core¨®grafa alemana creara en 1975 en Wuppertal y que el 30 de mayo de 2005 se puso por primera vez en Garnier con ciertas dudas de su permanencia y oportunidad. Han pasado tres a?os y estas funciones son las de consolidaci¨®n en el programa activo, el asentamiento de un repertorio tangencial y acaso extra?o a la magna casa parisiense, pero que al final resulta soberbio en lo art¨ªstico y pleno en sus resultados.
La nueva generaci¨®n que forma el reparto da una lecci¨®n de entrega y energ¨ªa a la par de cantantes, coro y orquesta. El canto ¨®rfico de amor y muerte es mostrado a trav¨¦s de una lectura ceremonial, tensa y donde los cuerpos van formando t¨²mulos funerarios que se animan luego en un baile airado, de respiraci¨®n profunda, de incertidumbre y de viaje a las tinieblas, un ejercicio sin redenci¨®n posible ni siquiera desde las cimas del arte, creando as¨ª un Orfeo plural, colectivo.
El corolario tantas veces esgrimido por Pina de que la danza es una, encuentra aqu¨ª una demostraci¨®n triangular, los ejes cardinales que van de los int¨¦rpretes al resumen est¨¦tico pasando por el mito. ?Por qu¨¦ creemos hoy que esta pieza es un cl¨¢sico? Pues porque en su lectura ya aparecen formas y funciones que luego, a lo largo de tres d¨¦cadas, han ido apareciendo aqu¨ª y all¨¢ en los m¨¢s diversos escenarios de la danza y el ballet contempor¨¢neos. En Pina la s¨ªntesis se proyecta como anticipaci¨®n. Hasta la manzana que cuelga de un hilo invisible, Forsythe la corrompe, la pinta de dorado 20 a?os despu¨¦s sobre este mismo escenario; la escena, el tratamiento de la luz y los trajes, la gallard¨ªa ceremonial que se transforma en una sorda tensi¨®n dram¨¢tica. El estilo Bausch ya estaba entonces formado, clarificado, y en ¨¦l se ve la l¨ªnea Kurt Jooss-Jean Cebron discurriendo expositivamente y se atreve uno a sugerir, viajando hacia atr¨¢s, hasta los coros femeninos de Mary Wigman. Es dif¨ªcil que este ¨¦xito se olvide f¨¢cilmente y que estos bailarines no sean laureados por su hermos¨ªsimo trabajo: Yann Bridard (Orfeo / El amor), Eleonora Abbagnato (Eur¨ªdice / La muerte) y tambi¨¦n Vincent Chaillet, Vincent Cordier y el potente Alexis Renaud. Sobre cualquier teorizaci¨®n, la buena danza se impone; los bailarines cl¨¢sicos ofrecen una riqueza de matices a la lectura que la hace deliciosa en su intensidad.
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