Buscando un b¨¢lsamo en las ra¨ªces
Nilda Eloy, 11 meses desaparecida en Argentina, tras el rastro de sus abuelos
Media empanada, junto al cuchillo que la hab¨ªa cortado, fue el mensaje sutil que le dejaron a Nilda Eloy los allanadores de su casa. No robaron ni rompieron ni revolvieron nada. Pero el mensaje fue recibido. Como cuando, camino ella de los tribunales, dos individuos le gritaron en la calle, desde un coche y a cara descubierta, "?feliz aniversario!" el 1 de octubre que conmemoraba los 26 a?os del d¨ªa de su secuestro. Nilda Eloy es la testigo m¨¢s protegida en los procesos que se siguen contra los cr¨ªmenes de la dictadura argentina entre 1976 y 1983. Est¨¢ en Galicia, invitada por la Asociaci¨®n de Argentinos en el Exterior y la CIG, buscando en aldeas fronterizas con Asturias el rastro de sus abuelos, pastores sin patrimonio, que las abandonaron en los a?os de la Primera Guerra Mundial para no volver. Viene a ser para ella un b¨¢lsamo de melancol¨ªa sobre las heridas abiertas por la dictadura que, 25 a?os despu¨¦s, a¨²n no cicatrizan.
Tard¨® 20 a?os en poder hablar de su infierno en seis centros clandestinos
Su testimonio fue clave para condenar a cadena perpetua a un jefe de polic¨ªa
Eloy fue testigo de cargo y querellante contra el comisario Miguel Etchecolatz, en aquellos a?os negros jefe de la polic¨ªa de Buenos Aires. En la querella la acompa?aba Jorge Julio L¨®pez, secuestrado dos meses despu¨¦s en un momento crucial del proceso, en septiembre de 2006, cuando ambos trataban de a?adir el delito de genocidio a los de homicidio, detenci¨®n ilegal y torturas, por los que finalmente, Etchecolatz fue condenado a cadena perpetua, como el a?o pasado el sacerdote Christian von Wernich. De Jorge Julio L¨®pez nunca se ha vuelto a saber. Dos d¨ªas despu¨¦s de su secuestro, le pusieron a Eloy la custodia permanente de tres polic¨ªas que, sin embargo, no se percataron del allanamiento de su casa y del robo de la otra mitad de la empanada.
"La custodia no equivale a m¨¢s seguridad. Es m¨¢s vigilancia que custodia", afirma esta represaliada en Vigo, feliz de verse liberada por unas semanas de sus acompa?antes cotidianos. Y aduce los motivos de su desconfianza. S¨®lo en el ¨¢mbito de la polic¨ªa de Buenos Aires -por no citar milicos y civiles-, a¨²n siguen activos un tercio de los efectivos, m¨¢s de 9.000 hombres, que trabajaron con la dictadura. En ninguna parte se hizo limpieza. Los jueces, para poner luz a esa tenebrosa ¨¦poca y dirimir las responsabilidades, reclaman los listados de los destinos militares y policiales que correspondieron a los distintos centros de detenci¨®n clandestina, unos 600 en todo el pa¨ªs, pero desde la actual Administraci¨®n dan la callada por respuesta.
"Las v¨ªctimas tenemos que aportar cada prueba, y es muy dif¨ªcil: viv¨ªamos siempre encapuchados, anulados... En un solo caso, el de la Comisar¨ªa 5?, hubo 134 represores imputados, pero s¨®lo fueron identificados nueve". Ella reconoci¨® al comisario Etchecolatz por su tono de voz en un programa de televisi¨®n. Fue el detonante. Hab¨ªan pasado casi 20 a?os y hasta ese momento no hab¨ªa reunido fuerzas para contar su peripecia.
"No es f¨¢cil", afirma, justificando los muros de silencio que levantan las propias v¨ªctimas con la quimera de borrar as¨ª la atrocidad que, como sombra alargada, los culpabiliza s¨®lo por sobrevivir. Ni siquiera se sabe su n¨²mero.
A ella la secuestraron el 1 de octubre de 1976. Ten¨ªa 19 a?os, trabajaba y estudiaba Medicina, viv¨ªa con sus padres y no militaba en ninguna organizaci¨®n. Fueron preguntando por su novio y, como no estaba, la tropa comandada por Etchecolatz se la llev¨®. Estuvo once meses desaparecida, saltando por seis centros clandestinos de detenci¨®n. En agosto de 1977 fue ingresada en una c¨¢rcel. "No pod¨ªa hablar, ni caminar, casi no ve¨ªa. Pero fue como entrar en un para¨ªso". Ven¨ªa del infierno, que atraves¨® como todos, encapuchada: filas, golpes, violaciones, picana... la destrucci¨®n sistem¨¢tica del ser humano. "Llegu¨¦ a pesar 29 kilos. Nunca sab¨ªas, cuando te trasladaban de centro, si llegar¨ªas vivo al siguiente".
Habla maravillas de la Fundaci¨®n Puigvert, donde en 1979 le curaron, entre otras heridas, unos ri?ones machacados. En 1999 empez¨® a contar su historia. En el pa¨ªs hay abiertas ya m¨¢s de 1.100 causas judiciales por aquellos cr¨ªmenes, pero esto mismo, con la falta de colaboraci¨®n de la Administraci¨®n, dispersa los procedimientos hasta hacerlos inmanejables. Las v¨ªctimas quieren que los procesos se unifiquen por centros clandestinos de detenci¨®n. Nilda Eloy est¨¢ en Galicia para informar de esa situaci¨®n y buscar sus ra¨ªces sin sobresaltos de empanada.
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