Yes, we can
?Puede un afroamericano llegar a la presidencia de EE UU? ?Puede una mujer alcanzar id¨¦ntica meta? ?Es posible cortar la sangr¨ªa de muertes de soldados norteamericanos en Irak? ?Puede EE UU pasear de nuevo el s¨ªmbolo de la Estatua de la Libertad como ense?a de los derechos humanos? ?Cabe imaginar un pa¨ªs cuyo sistema de salud no deje tirados a los ancianos, a los enfermos y a los pobres? La respuesta a ¨¦sta y a muchas otras preguntas es el eslogan con el que Barack Obama ha llegado tan lejos. S¨ª se puede, eco de otro eslogan, ¨¦ste del movimiento de los hispanos en California, de significado muy parecido: Juntos podemos. Y Yes we can ya es un hit de moda. Puede verse en youTube o directamente en dipdive.com. Nunca antes el discurso de un dirigente pol¨ªtico se hab¨ªa convertido en la letra, medio rapeada, cantada por un pu?ado de cantantes y estrellas entre los que se reconoce a Scarlett Johansson o Herbie Hancock. En la noche electoral, Obama dio todo un recital de sus dotes de estrella del rock y de la t¨¦cnica yes we can, repetida como una letan¨ªa por sus seguidores como respuesta a sus preguntas. Claro que podemos. La candidatura de Obama es un desaf¨ªo. A la sociedad norteamericana, por supuesto, pero mucho m¨¢s al Partido Dem¨®crata, perfectamente organizado para llevar en volandas a una mujer hasta la presidencia.
Un mitin de Obama es un espect¨¢culo, de m¨²sica, emoci¨®n y palabra. Probablemente el mejor espect¨¢culo de las primarias. Con teloneros de lujo, Robert de Niro por ejemplo, o Ted y Caroline Kennedy. La escenograf¨ªa perfecta para alcanzar la comuni¨®n con el l¨ªder, que levanta el delirio entre sus partidarios. Nada que ver con ning¨²n otro candidato. El senador por Illinois es, adem¨¢s, un excelente orador. Convincente, enf¨¢tico, fr¨ªo pero eficaz. Con entonaci¨®n y trucos de la oratoria sagrada, la que se fragua en las numerosas iglesias evang¨¦licas. Bill Clinton, seg¨²n su bi¨®grafo Joe Klein, hizo el aprendizaje de la comunicaci¨®n personal en las numerosas terapias familiares en las que particip¨® para resolver los problemas de su hermano drogadicto y de su madre. Los incipientes bi¨®grafos de Obama aseguran, a su vez, que el excelente entrenamiento del candidato tiene su origen en la cultura afroamericana de las canchas de baloncesto suburbiales, donde se rod¨® como educador social despu¨¦s de licenciarse en Columbia. Clinton fue el primer presidente salido de una t¨ªpica familia desestructurada norteamericana, al igual que Obama aspira a ser el primer presidente afroamericano.
La gestualidad y la oratoria de Obama revelan habilidades de artista de la comunicaci¨®n. Saluda y abraza con los gestos de los j¨®venes afroamericanos educados, con la contenci¨®n que proporciona el nivel educativo, pero a la vez el dominio de los c¨®digos de la subcultura popular propia. Quiere ser el candidato de todos los dem¨®cratas, sin distinci¨®n de sexo ni raza. Pero no puede ni quiere ocultar que es uno de ellos. Su entonaci¨®n, su voz, su traje gris austero, podr¨ªan ser los de un joven pastor negro norteamericano. Sus palabras, en cambio, pertenecen al discurso cl¨¢sico de los pol¨ªticos dem¨®cratas. Hillary y Obama tienen que esforzarse en ocasiones para sacar partido de diferencias m¨ªnimas entre sus propuestas. Pertenecen a la misma galaxia pol¨ªtica: la izquierda norteamericana. Luego est¨¢n los argumentos de fondo: y ah¨ª sale un Obama capaz de reivindicar a Ronald Reagan, de mostrar su respeto por McCain o proponer la superaci¨®n de los enfrentamientos entre dem¨®cratas y republicanos. No hay Estados rojos (republicanos) y Estados azules (dem¨®cratas), hay unos EE UU de Am¨¦rica, clama. El eco esta vez no le responde yes we can, sino yuesei. ?ste es el Obama que sabe hablar conservador, una lengua com¨²n que tiene que ver con el individualismo, la religiosidad, el patriotismo, y que deben conocer todos los candidatos que aspiren seriamente a la presidencia.
Obama es sobre todo un fen¨®meno generacional. El combate ser¨¢ finalmente entre dos clases de edad. La marcha trepidante de su candidatura, frente a la solidez y autoridad de Hillary Clinton, son un arma temible en manos de los dem¨®cratas, pero con su doble filo: puede llevar al enfrentamiento y a la divisi¨®n, de la que McCain intentar¨¢ sacar provecho. Bill Clinton roz¨® la cat¨¢strofe cuando utiliz¨® la expresi¨®n cuentos de hadas para referirse a las ideas de Obama sobre Irak. Era la respuesta nihilista de los Clinton a yes we can. No puede ser un cuento de hadas. Obama y los suyos pueden. No se sabe cu¨¢n lejos llegar¨¢n, pero su mensaje, sus gestos, sus valores deben llegar. Es la apuesta de una entera generaci¨®n que no puede desecharse, gane quien gane, incluso si gana McCain.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.