9-M: la batalla por el electorado del centro
El centro es la regi¨®n m¨¢s imprevisible ante las urnas. El PP podr¨ªa haber intentado ganar ese espacio ofreciendo un programa moderado, pero ha preferido una estrategia negativa, destructiva y catastrofista
En las democracias desarrolladas, la pol¨ªtica est¨¢ organizada en torno a la confrontaci¨®n entre la derecha y la izquierda. Aunque se pueden a?adir muchos matices a esta afirmaci¨®n, en ¨²ltima instancia la cuesti¨®n capital gira en torno al papel que debe desempe?ar la pol¨ªtica en la econom¨ªa. Seg¨²n la derecha, el Estado garantiza el funcionamiento del mercado, pero no debe interferir en sus resultados. Seg¨²n la izquierda, el Estado debe corregir en lo posible las desigualdades que el mercado produce.
Tradicionalmente, la izquierda ha defendido la necesidad de construir un Estado de Bienestar, as¨ª como de realizar pol¨ªticas de redistribuci¨®n e igualdad de oportunidades. Adem¨¢s, propugna valores laicos de libertad y autonom¨ªa personal. La derecha pone m¨¢s ¨¦nfasis en la seguridad, la tradici¨®n y la defensa de la propiedad.
El centro es un territorio muy heterog¨¦neo, poblado por todas las familias ideol¨®gicas Una de las lecciones del 9-M ser¨¢ conocer si la estrategia de la crispaci¨®n tiene ¨¦xito
Por descontado, estas diferencias se dan sobre todo en la teor¨ªa. La experiencia comparada e hist¨®rica pone de manifiesto que en ocasiones se producen variaciones e incoherencias muy notables. No obstante, estas diferencias siguen siendo ¨²tiles para entender c¨®mo se organizan y act¨²an las distintas familias ideol¨®gicas.
En Espa?a hay una mayor¨ªa clara de ciudadanos de izquierdas. Las encuestas de los ¨²ltimos 30 a?os as¨ª lo demuestran. Y los resultados electorales revelan que el n¨²mero de votos de los partidos de izquierda siempre ha sido mayor que el de los partidos de derecha, con la ¨²nica excepci¨®n de las elecciones de 2000.
Si s¨®lo hubiera un partido en la izquierda y la gente votara solamente por consideraciones ideol¨®gicas, de afinidad con los principios y las pol¨ªticas que defienden los partidos, en Espa?a gobernar¨ªa siempre la izquierda.
Esta descripci¨®n tan simplificada de la pol¨ªtica puede que no convenza a muchos, entre otras razones porque olvida la existencia de un nutrido centro pol¨ªtico. ?Pero qu¨¦ es realmente el centro?
El centro no es una ideolog¨ªa. Cuando en las encuestas se le pide a la gente situada en el centro de la escala ideol¨®gica que se identifique con alguna familia ideol¨®gica, se descubre una variedad enorme de respuestas. Se trata de un territorio muy heterog¨¦neo, poblado por pr¨¢cticamente todas las familias ideol¨®gicas. De acuerdo con una encuesta del CIS de abril de 2006, en las posiciones 5 y 6 de la escala ideol¨®gica (en la que 1 representa la extrema izquierda y 10 la extrema derecha) hab¨ªa casi un 30% de liberales, un 16% de conservadores, un 11% de dem¨®crata-cristianos, un 12% de socialdem¨®cratas y un 14% de socialistas (el resto son grupos menores o no respuesta). Tan s¨®lo en el caso de los liberales cabr¨ªa hablar de una ideolog¨ªa de centro o mixta (comparte con la derecha la aceptaci¨®n de los resultados del mercado y con la izquierda la libertad individual). Sin embargo, a la luz de los datos que acabo de mencionar, ser¨ªa excesivo reducir el centro al liberalismo. Hay mucha gente de centro que no ve a s¨ª misma como liberal, pues apoya pol¨ªticas de correcci¨®n del mercado.
Aun no siendo una ideolog¨ªa en sentido estricto, el centro tiene algunas caracter¨ªsticas propias. La primera y m¨¢s importante es que los centristas, por no tener unas creencias pol¨ªticas bien definidas, son mucho m¨¢s sensibles a consideraciones no ideol¨®gicas que el resto del electorado. Por consideraciones no ideol¨®gicas me refiero a todos aquellos rasgos de los partidos y de los candidatos que no guardan relaci¨®n con la divisi¨®n entre la izquierda y la derecha. As¨ª, los centristas otorgan mayor importancia que otros grupos a asuntos como el liderazgo, las divisiones internas de los partidos, la capacidad de lograr consensos, la confianza que despiertan los candidatos, o la eficacia a la hora de traducir las propuestas en resultados.
En segundo lugar, los centristas encuentran ciertas dificultades para integrar en un mismo esquema cuestiones pol¨ªticas heterog¨¦neas. La ideolog¨ªa proporciona una visi¨®n totalizadora e integradora de la pol¨ªtica: sus principios se pueden utilizar como criterio de decisi¨®n en contextos muy distintos. Una persona de derechas no s¨®lo considera justas las desigualdades que el mercado produce. Adem¨¢s, por ser de derechas, est¨¢ en contra del aborto, apoya pol¨ªticas de mano dura contra la delincuencia, etc¨¦tera.
Pensemos en la disputa territorial en Espa?a. Aunque no sea una cuesti¨®n de derechas o de izquierdas, en la pr¨¢ctica, por motivos hist¨®ricos complejos, la izquierda es m¨¢s partidaria de la descentralizaci¨®n del poder pol¨ªtico y la derecha lo es menos. La izquierda entiende que el sistema debe hacer todo el hueco que pueda a los nacionalismos, mientras que la derecha tiende en mayor medida a la confrontaci¨®n. La ideolog¨ªa, aunque sea forzadamente, al final termina asimilando una cuesti¨®n transversal como ¨¦sta.
En cambio, los centristas tienen mayores dificultades. Al no poseer unos principios ideol¨®gicos firmes, examinar¨¢n el asunto de acuerdo con otras consideraciones, quiz¨¢ m¨¢s pragm¨¢ticas. De ah¨ª que sea en este grupo donde quepa encontrar mayor variedad de posturas. Habr¨¢ centristas para todos los gustos: partidarios del statu quo institucional, partidarios de una mayor centralizaci¨®n del poder y partidarios de una mayor descentralizaci¨®n.
Estas dos caracter¨ªsticas del centro (su alta sensibilidad hacia cuestiones no ideol¨®gicas y su dificultad para encajar otras dimensiones en el esquema tradicional izquierda/derecha) resultan de gran relevancia para entender el funcionamiento de la pol¨ªtica en Espa?a. Si tenemos en cuenta que, de acuerdo con el continuo ideol¨®gico tradicional, hay m¨¢s centristas pr¨®ximos al PSOE que al PP, no resulta tan misteriosa la estrategia de la crispaci¨®n del PP. La derecha, si quiere recabar apoyos de los centristas, o si pretende que los centristas dejen de votar al PSOE, tiene que orientar su discurso hacia cuestiones que rebajen la importancia de la proximidad ideol¨®gica en el voto.
El PP ha optado durante esta legislatura, igual que lo hizo en la de 1993-1996, por intentar que el electorado centrista no vote al PSOE. Para ello, ha evitado el disenso en materias estrictamente ideol¨®gicas, votando por ejemplo a favor de la Ley de Dependencia. Su oposici¨®n ha consistido m¨¢s bien en destruir la imagen del Gobierno y especialmente la del presidente.
Por un lado, la derecha ha utilizado el terrorismo para presentar a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero como un incompetente. De Zapatero se ha dicho que es amigo de los terroristas, que ha vendido Espa?a a los etarras, que ha roto la Constituci¨®n, que est¨¢ con los verdugos y contra las v¨ªctimas, que no quiere saber la verdad sobre el atentado del 11-M. Cuanto peor opini¨®n tenga el centro de Zapatero, m¨¢s probable es que los centristas no voten al PSOE a pesar de ser ¨¦ste en la mayor¨ªa de los casos el partido al que ideol¨®gicamente est¨¢n m¨¢s pr¨®ximos.
Por otro lado, la cuesti¨®n territorial, explotada demag¨®gicamente a cuenta del Estatuto catal¨¢n, ha sido en manos de la derecha un arma formidable para sembrar dudas en el electorado de centro.
El centro es la regi¨®n m¨¢s imprevisible del espectro pol¨ªtico. Quienes barajan la posibilidad de dejar de votar al PSOE (para votar al PP o abstenerse) son sobre todo los centristas, no quienes se sit¨²an claramente en la izquierda. De ah¨ª que para los partidos sea mucho m¨¢s atractivo el centro que el resto del electorado, que se mantiene m¨¢s o menos inm¨®vil.
El PP pod¨ªa haber intentado ganar el centro ofreciendo un programa de moderaci¨®n m¨¢s atractivo que el del PSOE, pero ha preferido jugar una estrategia negativa, meramente destructiva, consistente en asustar al electorado moderado mediante un mensaje catastrofista que debilite la percepci¨®n sobre la capacidad del Gobierno actual y sit¨²e el debate en cuestiones como la territorial y la terrorista que escapan a la divisi¨®n tradicional entre la izquierda y la derecha.
Una de las lecciones que podr¨¢ extraerse de los resultados electorales del 9 de marzo es si esta estrategia de la crispaci¨®n tiene ¨¦xito. La sobreactuaci¨®n del PP quiz¨¢ socave apoyos moderados y centristas al PSOE, gente que no soporte el clima que la derecha ha provocado y decida no votar. Pero puede tambi¨¦n generar una reacci¨®n de hartazgo y rechazo de los principales responsables del envilecimiento de la pol¨ªtica en estos a?os.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Sociolog¨ªa, Universidad Complutense.
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