Carta de Buenos Aires
Confieso que durante unos d¨ªas contuve la rabia y el aliento pensando que Mar¨ªa Urbana nunca iba a traer m¨¢s cartas a la Casa do Seixo. Que otra vez el mundo rural gallego iba a sufrir una afrenta m¨¢s en la imparable cadena de desprop¨®sitos que hacen temer por su definitiva claudicaci¨®n como cultura y como territorio. Afortunadamente, la amenaza de Correos de no entregar las cartas a domicilio en los n¨²cleos dispersos de todo el pa¨ªs fue contenida por sindicatos y por muchos colectivos alarmados por que esa espada de Damocles todav¨ªa no penda sobre la cabeza de los inocentes.
Durante toda mi infancia el servicio de Correos fue como una embajada que sobre todo comunicaba a los emigrantes con sus familiares. Recuerdo con especial emoci¨®n aquellas cartas de Buenos Aires, largas y precisas como si el remitente no llevara m¨¢s de tres d¨¦cadas en alg¨²n punto de la calle Ribadavia, y aquellos sellos en los que las patillas y bigotes del general San Mart¨ªn impactaban en mi mente de peque?o libertador de corredoira. Tambi¨¦n recib¨ªamos con la esfinge de Franco algunos avisos a veces admonitorios de la pensi¨®n agraria y la concentraci¨®n parcelaria, de la temible llamada a filas o del montep¨ªo, instancias aut¨¢rquicas cuyas citaciones pasaban de puntillas y arrugaban el entrecejo en el senado de los mayores. Pero cuando hab¨ªa carta de Buenos Aires la lectura duraba obligatoriamente una semana y conoc¨ªamos as¨ª detalles in¨¦ditos del comercio ultramarino, de la cotizaci¨®n del peso, y del estado de aquellos parientes lejanos que nunca m¨¢s volvieron y que andaban afanados en la vida moderna: divorcios y matrimonios, diegos y mafaldas, carros y avenidas, remeras, polleras y duraznos, m¨¢gicos verbos de ultramar que sent¨ªamos como una propiedad de la imaginaci¨®n.
Esos entornos sufren el abandono y contratar una l¨ªnea de ADSL es toda una proeza burocr¨¢tica
Seg¨²n el censo de 2001 habitan ese mundo rural unos 445.000 gallegos, la mayor¨ªa de los cuales sigue manteniendo correspondencia con los pa¨ªses de ultramar y de modo m¨¢s habitual con los bancos y seguros que punt¨²an la vida de cualquier mortal por alejado que est¨¦ de la blackberry o el apartado postal. Dicha situaci¨®n tambi¨¦n me hizo verificar que bajo esa categor¨ªa de "entorno diseminado", como gustan llamar los cart¨®grafos de Cibeles y que suman 63.613, casi la mitad est¨¢n ubicados en Galicia. Coincido con muchos urbanistas en que esta diseminaci¨®n es uno de los grandes problemas que plantea la pol¨ªtica territorial gallega y sobre todo de la extensi¨®n de los grandes servicios y comunicaciones en igualdad de condiciones con los n¨²cleos urbanos, pero tan grande resulta la magnitud del poblamiento que, desde luego, no podemos empezar a remediar el asunto cortando aquello que ya funciona y el cartero sigue siendo un elemento imprescindible de ese paisaje, casi como en la historia de Sk¨¢rmeta y Pablo Neruda, una especie de ¨¢ngel necesario.
La misma situaci¨®n lastimera se plantea cuando a uno se le ocurre suplir esas cartas que espero se sigan escribiendo y correspondiendo con el correo electr¨®nico dado que gran parte de esos entornos sufren el mismo abandono y contratar una l¨ªnea de ADSL constituye toda una proeza burocr¨¢tica. Si no conseguimos salvar el servicio p¨²blico y llevarlo all¨ª donde es preciso pasar¨¢ como en casi todo, desde los cines a las escuelas, a los m¨¦dicos rurales o al tren de cercan¨ªas, que tender¨¢n a concentrarse donde mayor es el lucro y el impacto de la publicidad, es decir s¨®lo en los n¨²cleos urbanos. No hace falta ir muy lejos para adivinar el futuro de muchas industrias: la ley de la oferta y la demanda ha producido paradojas tan grandes como la retirada casi completa de las lenguas muertas (lat¨ªn y griego) de los planes de estudios en el propio sistema educativo, algo que no hace mucho se nos antojaba imposible.
La llegada de Internet supuso un tremendo bal¨®n de ox¨ªgeno para que muchas comunidades del mundo, tradicionalmente aisladas, rompieran el cerco del aislamiento. Lo que est¨¢ pasando es que una vez m¨¢s son los intereses privados (como en la vacuna del sida o la malaria) quienes siguen insistiendo en su capitalismo cavernario: s¨®lo llegan los avances d¨®nde hay lucro y concentraci¨®n. Vivir en un entorno diseminado y tener cartero, m¨¦dico, maestro e Internet es un lujo que parece que habr¨¢ que pagar con creces. De ah¨ª al despoblamiento hay un paso. Un paso atr¨¢s.
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