Un colectivismo cruento e imposible
Los turistas que visitan Camboya suelen fotografiar el edificio m¨¢s singular de la calle 113 de Phnom Penh porque fue una escuela de prestigio entre la burgues¨ªa hasta su conversi¨®n en el principal centro de detenci¨®n y tortura durante la tiran¨ªa de los jemeres rojos (1975-1979): el S-21. La administraci¨®n de este museo de los horrores, en cuyos accesos mendigan hombres mutilados, corri¨® a cargo de Kang Kek Ieu, alias Duch, acusado de cr¨ªmenes de lesa humanidad. No tuvo piedad: orden¨® la muerte de casi todos los presos bajo su custodia, cerca de 15.000. S¨®lo se salvaron, casi por casualidad, seis.
Las galer¨ªas del S-21 exhiben fotograf¨ªas de los detenidos, cepos y herramientas de tortura; el manual de r¨¦gimen interno del centro, y un busto de Pol Pot, el hermano n¨²mero 1: el revolucionario marxista-leninista-mao¨ªsta que pretendi¨® imponer una sociedad agraria, colectivista, sin moneda ni budismo: una sociedad imposible. Aquella paranoia mat¨® a 1,7 millones de personas y es juzgada por un tribunal de juristas camboyanos y de la ONU. Duch, capturado en mayo del a?o 1999, deber¨¢ responder por los hechos ocurridos en el S-1, cuyas celdas los turistas recorren en silencio, emocionados a veces. "?Qu¨¦ barbaridad!, ?c¨®mo fue posible!", exclama la mayor¨ªa.
El genocidio fue posible porque la masiva eliminaci¨®n de personas, fundamentalmente de traidores o sospechosos de llegar a serlo, era casi preceptiva en los catecismos de los jemeres rojos. Lo era desde antes de tomar el poder, el 17 de marzo de 1975, tras acabar con la dictadura del general Lon Nol (1970-1975), promovida por Estados Unidos. Fran?ois Bizot, miembro de la Escuela Francesa de Extremo Oriente, apasionado de la historia camboyana, anticip¨® las matanzas en el a?o 1971 despu¨¦s de verlas y hablar con Duch, su interrogador durante el cautiverio de tres meses en la zona controlada por la guerrilla roja. Cuando el corrupto r¨¦gimen de Lon Nol fue derrotado, el profesor de matem¨¢ticas devenido en verdugo fue nombrado jefe del S-21. "M¨¢s vale una Camboya poco poblada que un pa¨ªs lleno de incapaces", afirm¨® en una de las charlas con Bizot.
Siempre encadenado, el franc¨¦s estableci¨® una relaci¨®n de cierta complicidad con Duch, que abominaba del capitalismo y quer¨ªa el aislamiento de Camboya para refundarla. "La podredumbre se ha infiltrado en todas las partes, incluso en las familias. ?C¨®mo quieres confiar en tu hermano cuando acepta el salario de los imperialistas y utiliza contra ti tus armas", le dec¨ªa al franc¨¦s, seg¨²n se recoge en su libro El portal. Descartada la pertenencia a la CIA, fue el ¨²nico occidental que sobrevivi¨® a su apresamiento por los jemeres.
"Cr¨¦eme, camarada Bizot", le dec¨ªa Duch, "la revoluci¨®n no desea m¨¢s que una felicidad sencilla: la del campesino que se alimenta con el fruto de su trabajo, sin necesidad de los productos occidentales que le han convertido en un consumidor dependiente". Los bienes para llegar al nirvana se reduc¨ªan, seg¨²n el comisario, a un reloj, una bici y una radio de transistores.
La revoluci¨®n de Pol Pot quiso destruir el car¨¢cter camboyano y erradicar su cultura y su civilizaci¨®n, subraya una de las reflexiones escritas junto al memorial Choeung Ek, donde se amontonan las calaveras de los ajusticiados. "Quer¨ªan destruir la sociedad camboyana y hacer retroceder el pa¨ªs hasta la edad de piedra". El desarrollo del juicio contra los genocidas y, concretamente, el testimonio de Duch determinar¨¢n hasta qu¨¦ punto fue loco y compartido aquel proyecto de naci¨®n. -
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