Ternura y caos: Nanni Moretti deja su huella aunque no dirija
Robert Gu¨¦diguian no logra atrapar con su cine negro en 'Lady Jane'
No hay noticias estimulantes del cine italiano desde hace mucho tiempo, algo ins¨®lito en la tierra que pari¨® el neorrealismo, tuvo directores y actores con arte torrencial y justificado prestigio internacional, realiz¨® muchas y agridulces comedias que ya pertenecen al clasicismo m¨¢s gozoso, respiraba heterodoxia y vitalismo. Hay muy pocos autores en los ¨²ltimos a?os del cine italiano cuya obra sea apasionante y exportable, que despierte o renueve el inter¨¦s de los cin¨¦filos de cualquier parte.
Uno de los escas¨ªsimos ejemplares de esa raza casi extinguida es un se?or llamado Nanni Moretti, alguien dotado de inteligencia afilada, gracia, sentido cr¨ªtico, mala leche, poder de comunicaci¨®n y de convicci¨®n, un ojo privilegiado para captar el estado de las cosas, para lograr la identificaci¨®n y la comprensi¨®n del espectador hacia las neurosis, miedos, angustias, incertidumbres, deseos, mordacidad y turbulencias ¨ªntimas que aquejan a esos personajes urbanitas que ¨¦l se inventa e interpreta con naturalidad, cercan¨ªa emocional y matices.
Caos calmo la dirige Antonello Grimaldi, al que ser¨ªa injusto y arriesgado quitar m¨¦ritos, pero la escribe y la protagoniza Nanni Moretti, consiguiendo que su personalidad y su huella floten permanentemente en la tem¨¢tica, las obsesiones y el aroma que desprende esta atractiva y tierna pel¨ªcula.
Moretti da vida a un alto ejecutivo de una empresa audiovisual al que el mundo se le viene encima cuando su mujer la palma y debe ocuparse de una hija peque?a a la que amenaza la par¨¢lisis emocional por esa insustituible p¨¦rdida. El aspirante a tibur¨®n del mundo empresarial pasar¨¢ ol¨ªmpicamente de fusiones e intrigas para conseguir el poder, se dedicar¨¢ ¨ªntegramente a vigilar que su cr¨ªa no se derrumbe y vuelva a integrarse en la normalidad, abandonar¨¢ sus responsabilidades profesionales para vivir en el microcosmos que rodea la existencia escolar y sentimental de la ni?a, llevar¨¢ su pena y su desconcierto con aparente estoicismo, se hundir¨¢, se impondr¨¢ la obligaci¨®n de levantarse.
Todo ello est¨¢ contado al estilo Moretti. El argumento puede sonar a ya visto y o¨ªdo, pero su desarrollo es muy original. Aunque te est¨¦ hablando de una tragedia, su mirada sobre las personas, los sentimientos y las cosas mantiene el sentido del humor y la calidez, el toque surrealista y la inteligente humanidad para entender las razones de todos los pintorescos o normales personajes que pueblan Caos calmo.
En el mon¨®logo interior de este tipo, en su desamparo, en su agobio, en su hallazgo de otra forma de vivir, en su excentricidad, podemos reconocernos subterr¨¢nea o transparentemente la mayor¨ªa de los espectadores.
La ¨²nica pega que se puede objetar a esta deliciosa cr¨®nica sobre el caos maquillado de calma es una larga y absurda secuencia er¨®tica, no sabemos si real o so?ada por el protagonista, que no pega ni con cola en lo que nos est¨¢n narrando. Al parecer, un escandalizado obispo italiano le acaba de hacer una gratuita publicidad a esta pecadora pel¨ªcula al exigir a los actores como Dios manda que declaren objeci¨®n de conciencia cuando les pidan rodar escenas de sexo. Se supone que la castidad clerical no sabe nada de los regocijos de la carne, pero ellos siempre tienen que dar la brasa prohibiendo esos placeres a sus fieles aunque tambi¨¦n humanos transgresores.
El director franc¨¦s Robert Gu¨¦diguian, cuyo cine est¨¢ ancestralmente especializado en la problem¨¢tica cotidiana y la lucha por la supervivencia de marselleses con sentimiento de clase proletaria y resistentes al sistema, autor con pretensiones de agitaci¨®n social y militancia izquierdista, a veces penetrante y conmovedor y en otras tan previsible como plasta, empe?ado en que su esposa y un par de amigos sean los invariables y fatigosos protagonistas de todas sus pel¨ªculas, ha decidido ins¨®litamente cambiar de rollo y homenajear al cine negro en Lady Jane.
Gu¨¦diguian retrata el reencuentro de tres amigos que se dedicaban antiguamente a robar abrigos de pieles para regal¨¢rselos a los obreros de su barrio (que quede constancia por parte del autor que incluso sus delincuentes tienen el alma roja) y que ahora vuelven a unirse por el secuestro que ha sufrido el hijo de la dura integrante femenina de este tr¨ªo at¨ªpico. Intenta ser un relato tenso y violento, una exaltaci¨®n l¨ªrica de los c¨®digos de la amistad, pero el resultado es cansino y repetitivo, sin que los desgarrados personajes logren atraparte. Gu¨¦diguian est¨¢ m¨¢s dotado para el panfleto humanista que para la negrura gangsteril.
Para aclararnos: nada que ver con la poderosa est¨¦tica ni con la atm¨®sfera sombr¨ªa del gran maestro del cine negro franc¨¦s Jean-Pierre Melville.
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