Daniel Day-Lewis, el no actor

Al nacer, su padre, el prestigioso poeta ingl¨¦s Cecil Day-Lewis, vislumbr¨® cierto potencial en aquel beb¨¦ indefenso. En el poema The newborn, publicado en 1957, dedic¨® a su reci¨¦n nacido hijo Daniel versos como ¨¦ste: "Qu¨¦ pedacito de hombre he tenido, / ?qu¨¦ potencia tiene, / aunque sin fuerza todav¨ªa y desnudo como / una nuez sin c¨¢scara!".

Ten¨ªa ojo aquel poeta comunista, casado en segundas nupcias con la actriz Jill Balcon, hija del director de los estudios de cine Ealing. El poeta ten¨ªa 53 a?os cuando naci¨® su tercer hijo. Y, consecuente con sus ideas, le mand¨® a un colegio p¨²blico del sureste de Londres. El compromiso ideol¨®gico cedi¨® cuando los padres vieron que Daniel se dedicaba b¨¢sicamente a hacer el z¨¢ngano con los delincuentes juveniles de la zona. Congeniaba bien con ellos, a pesar de su origen irland¨¦s, jud¨ªo y de clase alta. La paciencia de los padres se agot¨® y decidieron mandarle al riguroso internado de Sevenoacks, en el condado de Kent, el colegio secular m¨¢s antiguo del Reino Unido.

"Una parte de m¨ª todav¨ªa es salvaje, y es la que encuentra su expresi¨®n en mi trabajo"

El cambio fue duro, Daniel lleg¨® a odiar aquel sitio. Y en ese ambiente estricto fue donde, con s¨®lo 12 a?os, sinti¨® lo que ¨¦l llama "la necesidad". "No me integraba en aquel internado tradicional ingl¨¦s", recuerda. "Entr¨¦ en clases de teatro, y eso se convirti¨® en una v¨ªa de escape. Fue un chorro de luz en un mundo que parec¨ªa, en todos los dem¨¢s aspectos, sombr¨ªo, oscuro y represivo. Ten¨ªa s¨®lo 12 a?os, no era una criatura muy anal¨ªtica, as¨ª que no me lo cuestion¨¦ mucho. S¨®lo recuerdo que pens¨¦: ¨¦sta va a ser mi vida".

Su primer papel en el cine fue divertido, uno de esos que despertar¨ªan la vocaci¨®n en cualquier preadolescente rebelde. Cobr¨® cinco libras por un d¨ªa de trabajo, que consisti¨® en hacer de macarra con otros chavales del barrio y pasearse por una calle rayando con un pedazo de cristal una fila de coches lujosos. Fue para la pel¨ªcula Sunday bloody sunday (1971), de John Schlesinger.

Pero el verano se acab¨®, y Daniel tuvo que volver al colegio. Esta vez fue a otro internado m¨¢s progresista, Bedales, donde estudiaba su hermana. All¨ª se involucr¨® m¨¢s y m¨¢s en los montajes de teatro escolares, a la vez que cultivaba su otra gran pasi¨®n, que no era otra que la carpinter¨ªa. Interpret¨® al pr¨ªncipe Florizel en Cuento de invierno, de Shakespeare, y ¨¦sa fue la primera y ¨²ltima vez que su padre le ver¨ªa actuar. El poeta muri¨® de c¨¢ncer en mayo de 1972, mientras Daniel, que hab¨ªa regresado corriendo del internado, le cog¨ªa de la mano.

Cuando termin¨® el colegio, en 1975, Daniel tuvo que plantearse qu¨¦ hacer con su vida. Y opt¨® por probar suerte en aquello que m¨¢s le gustaba: decidi¨® meterse en un taller de... carpinter¨ªa. Pero de nuevo se cruz¨® en su vida alguien con buen ojo, que apart¨® el serr¨ªn de su cabeza y le hizo inclinarse hacia la escuela de teatro Old Vic de Bristol. "Fue uno de los artesanos que me hab¨ªan ense?ado en la escuela", recuerda. "Cuando le dije que iba a irme de aprendiz a un taller, me pregunt¨®: '?Crees que tienes el temperamento adecuado para ello?'. Yo le maldije en aquel momento. Aquello no era lo que yo quer¨ªa o¨ªr. Quer¨ªa haber o¨ªdo: ?eso es maravilloso, choca esos cinco, buena suerte! Pero me pregunt¨® si ten¨ªa el temperamento adecuado, y lo cierto es que no lo ten¨ªa. No en aquel momento. Ahora creo que s¨ª lo podr¨ªa hacer".

-?Qu¨¦ temperamento se requer¨ªa? ?Paciente, introspectivo...?

-Yo era paciente, era introspectivo. Pero tambi¨¦n era salvaje. Supongo que una parte de m¨ª todav¨ªa lo es, y es la que encuentra su expresi¨®n en el trabajo que hago.

Ese trabajo que hace le ha llevado esta tarde hasta aqu¨ª, una suite de un lujoso hotel londinense, para hablar de su nuevo e impresionante papel en There will be blood (Pozos de ambici¨®n), la ¨²ltima pel¨ªcula de Paul Thomas Anderson (Boogie nights, Magnolia, Punch drunk love), por el que se ha convertido en el favorito para ganar el Oscar al mejor actor el pr¨®ximo domingo. Compite con George Clooney, Johnny Depp, Tommy Lee Jones y Viggo Mortensen. Si lo consigue, la estatuilla acompa?ar¨¢ a la que consigui¨® por su interpretaci¨®n de Christy Brown, el escritor tetrapl¨¦jico protagonista de Mi pie izquierdo (Jim Sheridan, 1989). Es su cuarta candidatura al Oscar al mejor actor principal -tambi¨¦n fue nominado por En el nombre del padre (Jim Sheridan, 1993) y por Gangs of New York (Martin Scorsese, 2002)-, un buen promedio si se tiene en cuenta que apenas ha hecho una docena de papeles protagonistas. "Nadie que yo conozca piensa en estos asuntos de premios y nominaciones", dice Day-Lewis. "Pero tampoco conozco a nadie que no estar¨ªa encantado si le nominaran para un Oscar. Sencillamente no piensas en ello. Nadie puede negar que le har¨ªa ilusi¨®n, pero ¨¦sa no es la raz¨®n por la que vas al trabajo".

En Pozos de ambici¨®n -que cuenta con ocho candidaturas a los Oscar, entre ellas, adem¨¢s de la de mejor actor principal, las de mejor pel¨ªcula y mejor director-, Day-Lewis da vida a Daniel Plainview, un buscador de petr¨®leo de principios del siglo XX que viaja a California en busca de yacimientos v¨ªrgenes que le hagan rico, y acaba descubriendo el alto precio de la riqueza a medida que se sumerge en un infierno de soledad, paranoia y barbarie. Daniel sale pr¨¢cticamente en cada uno de los 158 minutos que dura una pel¨ªcula en la que hay quien ha querido ver paralelismos con la situaci¨®n actual del mundo, donde la avaricia por el petr¨®leo ha provocado guerras y destrucci¨®n.

Pero no fue ese supuesto poso pol¨ªtico el que convenci¨® al selectivo actor. "Fue el conjunto de la historia y la vida de ese hombre", explica. "Paul [Thomas Anderson] escribe maravillosamente, a la manera en que lo hacen muchos grandes escritores. Se mete en el mundo que imagina y acaba vi¨¦ndolo a trav¨¦s de los ojos de los personajes. Es como si ellos tuvieran su propia voz y ¨¦l no fuera m¨¢s que un secretario que levanta acta. El gui¨®n me pareci¨® el examen completo de una vida, sin pesta?ear, sin juzgar, con coraje. Me gust¨® en su conjunto. Yo no suelo desmembrar las cosas en piezas peque?as. Si algo me atrae tanto como para hacerme volver al trabajo, es la cosa en su conjunto la que me llama, no una de sus partes".

Asegura, adem¨¢s, que se produjo una qu¨ªmica poco frecuente entre protagonista y director. "Sab¨ªa de Paul por sus pel¨ªculas, y cuando le¨ª este guion pens¨¦ que necesitaba conocer a la persona que lo hab¨ªa escrito", recuerda. "A Paul y a m¨ª nos separan unos cuantos a?os, un vasto oc¨¦ano y ocho horas de diferencia horaria. Y, sin embargo, cuando le conoc¨ª me dio la impresi¨®n de que hubi¨¦ramos crecido juntos. Ha sido una de las sensaciones m¨¢s fuertes que he tenido en relaciones profesionales, una conexi¨®n que s¨®lo me ha ocurrido en una o dos ocasiones m¨¢s. Trabajamos muy de cerca, y para cuando empezamos a rodar parec¨ªa que nos hab¨ªamos dicho todo cuanto nos ten¨ªamos que decir, lo cual es ideal. Una vez empiezas a rodar, cuanto menos hables, mejor".

Day-Lewis se prodiga poco por las pantallas y -una excepci¨®n entre los grandes actores- apenas tiene manchas que esconder en su curr¨ªculo. Dice que no lee muchos guiones. "A veces no leo ninguno", explica. "Por ejemplo, cuando termino de trabajar me paso un buen tiempo sin leer guiones. Leo libros, que son m¨¢s enriquecedores. Cuando leo guiones, lo hago muy selectivamente. Si leyera todo lo que me llega, me volver¨ªa loco. La calidad media es muy pobre".

Es conocido por preparar concienzudamente sus personajes, por sumergirse en ellos de manera casi patol¨®gica, lo cual le ha creado cierta fama de lun¨¢tico. Para su papel de tetrapl¨¦jico en Mi pie izquierdo se fue a vivir a una casa en Dubl¨ªn junto a un centro m¨¦dico para personas con discapacidades (del que luego se convirti¨® en benefactor) y pas¨® meses estudiando a los pacientes. Aprendi¨® a pintar con un cuchillo sujetado por dos dedos de su pie, y en el rodaje no se levantaba de la silla de ruedas ni en las pausas, obligando a miembros del equipo a llevarle de un lado a otro e incluso a darle de comer con una cuchara.

Para meterse en la piel de Hawkeye, el ingl¨¦s adoptado por guerreros indios en El ¨²ltimo mohicano (Michael Mann, 1992), gan¨® diez kilos de m¨²sculo, y aprendi¨® a pescar, a despellejar animales y a construir una canoa. En el rodaje no se separaba de su rifle, que aprendi¨® a cargar y disparar mientras corr¨ªa. Para rodar El crisol (1996) se fue a vivir al pueblo que se hab¨ªa construido como decorado en una isla de Massachusetts; sin agua ni electricidad, levant¨® con sus propias manos la casa de su personaje y cultiv¨® la tierra con aperos del siglo XVII. Para En el nombre del padre (Jim Sheridan, 1993) perdi¨® 15 kilos de peso a base de raciones carcelarias y pas¨® dos d¨ªas con sus noches sin comida ni bebida en la celda del set de rodaje. En The boxer (Jim Sheridan, 1996) aprendi¨® a boxear con tanto ¨ªmpetu que acab¨® con la nariz rota y una hernia discal. Para Gangs of New York aprendi¨® el oficio de carnicero y el arte de lanzar cuchillos.

-?C¨®mo prepar¨® el personaje de Daniel Plainview de Pozos de ambici¨®n?

-Las cosas obvias. Si la acci¨®n se sit¨²a en un periodo de la historia que no es el tuyo, tienes que aprender sobre esa ¨¦poca, sobre c¨®mo viv¨ªa la gente; incluso en lo m¨¢s cotidiano: c¨®mo viajaban, c¨®mo com¨ªan, c¨®mo vest¨ªan? En este caso espec¨ªfico de los buscadores de petr¨®leo, tienes que entender qu¨¦ implica esa forma de vida. Pero eso son detalles. No se tarda en absorber eso, hay mucha informaci¨®n disponible, desde manuales de miner¨ªa hasta documentos sociol¨®gicos de la ¨¦poca, pasando por las cartas de los mineros a sus familias, que me parecieron fascinantes. Eran hombres que abandonaban a sus mujeres e hijos en busca de ese dinero que caer¨ªa del cielo. Muchos acababan rotos por la experiencia mucho antes de que encontraran un solo signo de esa riqueza. Toda esa informaci¨®n est¨¢ al alcance de cualquiera. Pero el trabajo principal del actor es siempre el mismo, un trabajo de imaginaci¨®n. Cualquier cosa que lees, ves o escuchas estimula tu imaginaci¨®n de tal manera que puedes empezar a crear ese mundo por tu cuenta. Ah¨ª es donde est¨¢ el verdadero trabajo. La imaginaci¨®n est¨¢ en la primera l¨ªnea del inconsciente. Y es el inconsciente el que ostenta el papel m¨¢s importante. Debes entregarte a la historia, y el personaje, de alguna manera, se revelar¨¢ a trav¨¦s de ti. Suena un poco pretencioso, pero es como me gusta que sea.

-Jim Sheridan, director con el que ha trabajado tres veces, dijo en una ocasi¨®n que usted odia actuar, en el sentido de que rechaza la actuaci¨®n, que necesita convertirse realmente en el personaje que interpreta. ?Lo pasa mal actuando?

-No. ?l dijo eso, y supongo que sab¨ªa lo que quer¨ªa decir. Actuar es una persecuci¨®n elusiva de un sue?o. Un proceso en el que nunca alcanzas aquello que buscas, el centro de la verdad que buscas. En ese sentido puede ser muy frustrante. ?Qu¨¦ actor no ha dicho alguna vez "odio este puto trabajo"? Yo lo he dicho muchas veces. Pero s¨®lo puedes tener un sentimiento tan fuerte por algo que amas realmente. Cuando lo estoy haciendo, no hay ninguna cosa en el mundo que preferir¨ªa estar haciendo. Pero cuando no lo estoy haciendo, no hay ninguna parte de m¨ª que desear¨ªa estar haci¨¦ndolo. No s¨¦ si me explico.

-?Tiene problemas para librarse de los personajes despu¨¦s de un rodaje?

-No lo pienso en t¨¦rminos de librarme de un personaje. Aunque, en el caso de un tipo como Plainview, parecer¨ªa que es un alivio separarme de ¨¦l. Y en cierto modo puede que lo sea. Pero m¨¢s bien funciona el rev¨¦s: normalmente te sientes reacio a dejarlo escapar. Te has dedicado en cuerpo y alma a algo, has dejado desatar una curiosidad que tiene una vida propia. La curiosidad no tiene un interruptor que puedas encender y apagar. Una vez la has liberado, tienes que dejarla seguir su camino. Con esa curiosidad has intentado crear un mundo en el que contar la historia, has intentado ver ese mundo con los ojos de otro hombre. Tan raro como puede parecer pasar meses haciendo ese ejercicio, es cuando alguien dice el ¨²ltimo d¨ªa: "Ya est¨¢, se acab¨®". ?C¨®mo puede haber terminado? Sigues siendo la misma persona, sigues buscando las mismas cosas. Lleva un tiempo aceptar que eso ya no forma parte de tu vida.

Su forma de entender la interpretaci¨®n le hace sentirse m¨¢s c¨®modo en un rodaje que sobre las tablas de un teatro. Y aqu¨ª entra inevitablemente en escena el episodio Hamlet. Algo que ocurri¨® en 1989. En plena representaci¨®n del drama de Shakespeare en el National Theatre, metido en la piel del pr¨ªncipe de Dinamarca, Day-Lewis escap¨® por piernas del escenario y no ha vuelto a subirse a uno. "Todav¨ªa pienso en volver a hacer teatro", admite. "Pero no s¨¦ si lo har¨¦. Pensar en ello es m¨¢s f¨¢cil que hacerlo. En los ensayos de teatro resulta dif¨ªcil guardarte esa parte privada para ti mismo, que yo considero esencial. Para m¨ª, revelar de una manera honesta una vida que no es la tuya es una experiencia ¨ªntima y privada. Creo que cuanto m¨¢s se habla, m¨¢s te alejas de conseguirlo. Pero tambi¨¦n he tenido algunas de las mejores experiencias de mi vida en el teatro, as¨ª que ser¨ªa una locura por mi parte despreciarlo. Mis experiencias m¨¢s felices en el teatro han sido antes de haber hecho pel¨ªculas, cuando no hab¨ªa tanta expectaci¨®n. Los actores de cine que vuelven al teatro tienen un p¨²blico amplio porque la gente les ha visto en la pantalla. Es un poco como un circo. Hay otra cosa del teatro, y es que est¨¢ reservado a un p¨²blico muy reducido. No s¨®lo reducido en n¨²mero, sino reservado a las clases medias cultivadas. No es que me parezca mal. Pero lo que me encanta de las pel¨ªculas es que cualquiera las puede ver".

A Day-Lewis, el p¨²blico le empez¨® a ver en 1985. Ese a?o le lleg¨® su primer gran papel, el del macarra Johnny en Mi hermosa lavander¨ªa, la pel¨ªcula dirigida por Stephen Frears a partir de un gui¨®n del escritor Hanif Kureishi. Cuando apareci¨® en el piso londinense de Frears donde estaban realizando los castings, Daniel les pareci¨® demasiado pijo para el papel al director y al escritor. Pero el actor les mand¨® una carta explicando por qu¨¦ era lo suficientemente duro y les convenci¨®. La pel¨ªcula fue un ¨¦xito, igual que Una habitaci¨®n con vistas, de James Ivory, tambi¨¦n de ese a?o. En Estados Unidos, los dos filmes se estrenaron el mismo d¨ªa, y Day-Lewis impresion¨® a todos con dos interpretaciones tan distintas y profundas.

En un actor brit¨¢nico educado en la tradici¨®n de los cl¨¢sicos, la opci¨®n por el cine, y m¨¢s a¨²n por el americano, puede considerarse como una especie de herej¨ªa. "?sa no fue nunca una elecci¨®n que yo haya tomado", se defiende. "Resulta que he trabajado en un buen n¨²mero de pel¨ªculas americanas, interpretando a personajes americanos, y estoy encantado de haber tenido esa oportunidad. Deseaba intensamente hacer pel¨ªculas, pero en aquel tiempo estaba tan influenciado por Scorsese como por Tony Richardson, Lindsay Anderson o, por encima de todos, Ken Loach, cuya obra me ha alimentado desde que tengo memoria".

Resulta un placer escuchar hablar a Daniel Day-Lewis. Acento culto con deje irland¨¦s, dicci¨®n pausada, voz grave, vocabulario preciso. Se muestra educado, siempre sonriente. Lleva aros en las orejas, gruesos anillos, una pulsera de plata y tatuajes en ambos antebrazos. Entre otras cosas, lleva tatuadas las manos de sus tres hijos.

Desde principios de los noventa, Daniel Day-Lewis vive en Irlanda, en el campo, en un casa georgiana de cinco habitaciones llamada Castlekevin, a los pies de las monta?as Wicklow. Primero la comparti¨® con su anterior pareja, la cantante francesa Isabelle Adjani. Pero la cosa no funcion¨® y rompieron a los ocho meses. Las malas lenguas dijeron que el actor hab¨ªa roto la relaci¨®n mediante un fax, pero ella lo desminti¨®. Y el mismo d¨ªa anunci¨® que estaba esperando un hijo de Daniel. El ni?o, Gabriel Kane, naci¨® en 1995 y vive con su madre.

Un a?o despu¨¦s del nacimiento de su primer hijo, Daniel se cas¨® con Rebecca Miller, la hija del dramaturgo Arthur Miller. Tienen dos hijos, Ronan y Cashel Blake, de 10 y 6 a?os, y los cuatro viven -cuando no est¨¢n en su d¨²plex de Manhattan- una tranquila vida de campo en Irlanda. El mismo pa¨ªs donde naci¨® el padre poeta de Daniel y donde ¨¦l pasaba sus veranos de ni?o. Ahora, Daniel tiene la doble nacionalidad. "Siempre he estado entre los dos pa¨ªses", explica. "Mis ra¨ªces est¨¢n en Inglaterra, pero Irlanda era como mi jard¨ªn secreto de ni?o. Igual fue una jugada peligrosa elegir como residencia mi jard¨ªn secreto, pero soy muy feliz all¨ª".

Daniel sigue tom¨¢ndose su tiempo entre una pel¨ªcula y otra. La pausa m¨¢s grande (cinco a?os) fue despu¨¦s de The boxer. Realiz¨® una especie de regreso al pasado, sobre el que ahora prefiere no hablar, y que zanja, educadamente, en pocas palabras: "Nunca hablo de ello, pero alguien ha hablado de ello sin mi permiso". Fueron unos misteriosos a?os en los que el actor se instal¨® en Florencia y trabaj¨® como aprendiz de un zapatero a quien, se dice, Day-Lewis daba a cambio clases de interpretaci¨®n.

Tambi¨¦n mantiene viva su otra gran afici¨®n: las motos. Es fan de Valentino Rossi, y considera que Lorenzo "tiene confianza en s¨ª mismo y es un motorista del demonio". Con su moto, Day-Lewis ha recorrido mucho mundo. "Hice un viaje incre¨ªble por Espa?a, de norte a sur", cuenta. "Recuerdo que en Salamanca me encontr¨¦ con la Vuelta Ciclista y les segu¨ª hasta Le¨®n, donde me aloj¨¦ en el mismo hotel que Indur¨¢in y Delgado". Los viajes en moto eran su v¨ªa de escape personal. "Me tiraba meses viajando solo", recuerda. "Tengo una mochila en la que me cabe todo lo que necesito. Puedo vivir con muy pocas cosas. Bueno, en realidad, eso era antes de tener hijos: ahora tengo suerte si me puedo ir dos d¨ªas".

-Y si uno de sus hijos le dijera que quiere ser actor, ?qu¨¦ le dir¨ªa?

-?No hay alguna otra cosa que puedas hacer? [risas]. La verdad es que no le animar¨ªa. Para cada persona que logra ganarse la vida decentemente con esto hay mil personas que perecen espiritualmente. Es un mundo inclemente. No. No lo desear¨ªa para ellos. Pero puedo reconocer cuando alguien de verdad necesita hacer algo. As¨ª que lo primero que har¨ªa es intentar testar esa necesidad. Y si no necesita eso, que haga otra cosa. Eso es v¨¢lido para cualquier trabajo creativo: si no lo necesitas, haz otra cosa. En caso contrario no ser¨¢s m¨¢s que un falso profeta. Si viera esa necesidad en alguno de mis hijos no me interpondr¨ªa en su camino. Hacer este trabajo tiene que ser la expresi¨®n de una necesidad muy profunda en ti.

'Pozos de ambici¨®n' se ha estrenado en Espa?a este fin de semana.