Nunca
Esa es sin duda una de las palabras que m¨¢s usamos en vano, y a la vez una de las m¨¢s rotundas de nuestra lengua, y de cualquier otra tambi¨¦n. En un alt¨ªsimo porcentaje la empleamos todos con falsedad, tanto cuando aseguramos no haber dicho o hecho nunca tal o cual cosa como cuando juramos que nunca las diremos o haremos. Los que colaboramos en prensa somos muy propensos a ella, pero a menudo escribimos "casi nunca" para no ser tildados de falaces o exagerados, lo mismo que recurrimos con frecuencia a la f¨®rmula "la mayor¨ªa" cuando lo que nos pide la mano es poner "todo el mundo". Ahora bien, tengo la impresi¨®n de que nuestra falsedad es relativa, o inconsciente, cuando decimos "nunca": al afirmar que nunca hemos hecho algo, solemos estar convencidos, en el momento, de que efectivamente es as¨ª, o en todo caso deseamos con fervor que efectivamente fuera as¨ª; y al anunciar que nunca haremos esto o lo otro, no son pocas las ocasiones en que, m¨¢s que una certidumbre, estamos expresando nuestra confianza en poder cumplir nuestro prop¨®sito. "Nunca volver¨¦ con Marcelo, aunque me lo suplique de rodillas", exclama la mujer a la que Marcelo hizo da?o o abandon¨®, y no es nada raro que al cabo de un tiempo la veamos entregarse de nuevo a Marcelo con renovados entusiasmo y fe. Y en ejemplos como este, es posible adivinar que cuando esa mujer dice "nunca", en realidad ya est¨¦ anhelando que el caradura de Marcelo se le arrodille y le permita as¨ª volver con ¨¦l.
Luego est¨¢n los casos de cinismo, muy abundantes entre los pol¨ªticos pero no s¨®lo entre ellos. "Nunca hemos negociado ni negociaremos con ETA", brama el antiguo miembro de un Gobierno cuyo jefe llam¨® a la organizaci¨®n terrorista "Movimiento Vasco de Liberaci¨®n" o algo similar, y reconoci¨® sus contactos con ella. O "Nosotros nunca hemos defendido otra cosa que los derechos del hombre", vociferan los obispos, servidores de un Estado extranjero, el Vaticano, al que el Consejo de Europa no ha permitido suscribir la Declaraci¨®n relativa a ellos porque en su territorio no se respetan ni se tiene intenci¨®n de hacerlo, con su poco modernizada Inquisici¨®n (cambiado el nombre, eso s¨ª). O bien: "Nunca dijimos que hubiera armas de destrucci¨®n masiva en Irak, sino que no se hab¨ªa demostrado que no las hubiera". Los ejemplos ser¨ªan infinitos.
La palabra "nunca" es, as¨ª pues, una de las m¨¢s relativas y menos cre¨ªbles de cuantas se pronuncian. Y sin embargo no cabe no tom¨¢rsela un poco en serio, pues tambi¨¦n es la m¨¢s absoluta y excluyente. Y aunque las personas sean propensas a cambiar de opini¨®n, a olvidar o negar lo que han dicho y escrito (as¨ª est¨¦ grabado o publicado), a rectificar, a renegar de su vehemencia anterior y a buscar justificaciones para sus incumplimientos, lo cierto es que en el momento en el que alguien dice "nunca", suele estar lo bastante encendido o convencido como para temer que ese "nunca", si no definitivo, s¨ª ser¨¢ duradero, y que en todo caso denota una profund¨ªsima aversi¨®n hacia aquello que ese alguien cree que nunca har¨¢.
Por eso me extra?a que haya pasado casi inadvertida la respuesta a una de las preguntas de esas encuestas que en v¨ªsperas de elecciones tanto proliferan. No es que yo crea mucho en ellas ni en su utilidad (m¨¢s bien poco), pero me dej¨® estupefacto que en una de las que public¨® este diario, a la pregunta "?A qu¨¦ partido no votar¨ªa usted nunca?", un 14%, si mal no recuerdo, contestara que al PSOE, y un 40% que al PP. ?Un 40%! ?Cerca de la mitad de los encuestados, esto es, supuestamente de los electores! No s¨¦ cu¨¢ntas son las personas con derecho a voto, pero si Espa?a tiene ahora unos 42 millones de habitantes, pongamos que ser¨¢n unos 35, si exceptuamos a los menores de edad y a los inmigrantes sin ese derecho. De los que nada menos que 14 millones no es que no vayan a votar al PP el 9 de marzo, sino que afirman que no lo votar¨ªan nunca, en ning¨²n caso, bajo ning¨²n supuesto, en ninguna circunstancia, pasara lo que pasase. La verdad, yo no entiendo que, tras semejante respuesta, los responsables de ese partido sigan tan tranquilos, y aun ufanos, y no se hayan puesto manos a la obra para paliar tan alarmante situaci¨®n. Porque, aunque la palabra "nunca", como hemos visto, tenga en s¨ª escaso valor, el dato significa que a d¨ªa de hoy hay hacia el PP un grado de aversi¨®n tan an¨®malo que, si yo fuera Rajoy o Aznar -Dios lo proh¨ªba per saecula saeculorum-, estar¨ªa sumido en la depresi¨®n y la desesperaci¨®n. No s¨¦, lo veo tan grave como si el 40% de quienes leen libros afirmara que nunca comprar¨ªa uno m¨ªo. ?A qu¨¦ se debe tanta repugnancia? Yo recuerdo haberme dicho, despu¨¦s de los GAL, que nunca votar¨ªa al PSOE mientras a su frente siguieran los individuos que, por connivencia o incompetencia, hab¨ªan propiciado semejante atrocidad, poni¨¦ndonos a todos al nivel de Batasuna. Creo que la actual y extendid¨ªsima aversi¨®n al PP puede tener que ver con algo similar, m¨¢s all¨¢ de incompatibilidades ideol¨®gicas. Tan asquerosa como el GAL fue para mucha gente la Guerra de Irak. Y aunque la mayor¨ªa sea desmemoriada, en el actual PP sigue viendo a los pol¨ªticos de esa Guerra: a Rajoy, a Zaplana, a Acebes, a Ana Pastor, a Esperanza Aguirre ? Y en la penumbra a su principal propulsor, Aznar. Acaso sea eso lo que hace que el 40% -nada menos- los mire, se estremezca y responda: "Nunca. Nunca jam¨¢s".
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