Pol¨ªtica
Todo es pol¨ªtica, oigo a mi alrededor, continuamente. Y a veces tengo ganas de interpelar a quien lo dice, de girar la cabeza, de dirigir una mirada ilusionada a mi espalda y preguntar, ?d¨®nde? ?D¨®nde est¨¢ la pol¨ªtica? Decidle que me espere, que no se vaya sin m¨ª... Porque el caso es que yo no la veo por ninguna parte. Ocurrencias s¨ª, montones. Espectaculares montajes de luz y sonido, reales o figurados, a porrillo. Propuestas frescas, merengadas, ingeniosas y cargadas de glamour, tantas como en los anuncios de compresas. Me producen el mismo efecto. Me aburro.
Los seres humanos olemos, y nos dolemos. Tenemos problemas, pero tambi¨¦n esperanzas. Voluntad, sentido de la justicia, capacidad para creer, para ilusionarnos. Por eso inventamos la pol¨ªtica. Por eso ha funcionado durante tantos siglos. Como una herramienta para transformar la realidad, para luchar por los propios deseos, para intervenir en el mundo. Eso era la pol¨ªtica, pero, al parecer, ya no lo es. Cuando la gente dice que todo es pol¨ªtica, habla de otra cosa. Habla de la alarma y de la desmemoria, de las zancadillas y del "yo no he sido", de la chuler¨ªa y el mal arte de mentir con aplomo de unos, de la pasividad indolente de otros, y de nada m¨¢s, porque parece que en Espa?a no hay m¨¢s que dos partidos.
No me dirijo a la derecha. No quiero que gane la derecha. Pero quiero una izquierda madura, ni ingenua ni senil, politizada. Quiero o¨ªr hablar de sue?os, de principios, de ideolog¨ªa. De ideolog¨ªa, s¨ª, con todas las letras. Ya ven, lo he escrito y no me ha pasado nada. No me ha fulminado ning¨²n rayo divino, sigo sentada en mi silla, tan tranquila, y eso que hasta me he emocionado un poco. Porque la pol¨ªtica tambi¨¦n tiene que ver con la emoci¨®n. Con la tensi¨®n, no. La tensi¨®n pertenece a los dominios del miedo. Y el miedo no tiene nada que ver con la pol¨ªtica.
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