Los moros de la 'cruzada' de Franco
Cerca de cien mil marroqu¨ªes de entre 16 y 50 a?os lucharon en la Guerra Civil espa?ola. Fueron reclutados por el Ej¨¦rcito de Franco en las cabilas del Protectorado del norte y en los miserables poblados de Ifni, y trasladados a la Pen¨ªnsula en barcos y en aviones alemanes. Durante los tres a?os que dur¨® la contienda, participaron en todos los frentes de batalla y dejaron un recuerdo terrible de asaltos a sangre y fuego, saqueos (ten¨ªan derecho al pillaje), violaciones y matanzas. Tampoco ellos salieron bien librados. A los 20.000 que murieron en combate hay que sumarles los que fallecieron de enfermedades y los mutilados. Cuando termin¨® la guerra, los que quedaban vivos fueron licenciados y repatriados sin contemplaciones.
Una pel¨ªcula documental llega ahora a las pantallas para rescatar su peculiar cruzada, Los perdedores, dirigida por el melillense Driss Deiback, arranca de aquellos sucesos de los a?os treinta y, a trav¨¦s del testimonio de los supervivientes y del an¨¢lisis de especialistas como Juan Goytisolo, Mar¨ªa Rosa de Madariaga o Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao, trata de vincularlos con el conflicto que enfrenta a la cultura musulmana con las civilizaciones de ra¨ªz cristiana.
No-do, el noticiario que el r¨¦gimen de Franco obligaba a emitir en todos los cines antes de la proyecci¨®n de las pel¨ªculas, explicaba as¨ª el comienzo de esta historia: "Todos los musulmanes de nuestro Protectorado en Marruecos, impregnados del amor y la cultura que en ellos ha sembrado Espa?a, acuden en socorro inmediato al escuchar los clarines de la llamada de Occidente. (...) Ni levas ni propaganda. Voluntarios nada m¨¢s. Por mandato del coraz¨®n".
La realidad fue muy distinta. Los militares facciosos reclutaron a los marroqu¨ªes a trav¨¦s de la red de ca¨ªdes amigos que el Ej¨¦rcito de ?frica hab¨ªa tejido durante los a?os anteriores. El reclamo era econ¨®mico: una paga que rondaba las 180 pesetas al mes, con dos meses de anticipo, y cuatro kilos de az¨²car, una lata de aceite y tantos panes como hijos tuviera la familia del alistado. Empujadas por el hambre, miles de familias enviaron a sus hijos al matadero.
En el documental son entrevistados varios de aquellos soldados. Uno de ellos se llama Mimou Mohammedi. Convertido en un venerable anciano, resume gr¨¢ficamente lo que hicieron con ellos: "Nos metieron como a gatos en un saco, nos soltaron en Espa?a y nos dijeron: ?a disparar o a morir!". Alentados por los oficiales, se aplicaron a la tarea con la misma brutalidad que hab¨ªan aprendido pocos a?os antes luchando contra los espa?oles en las guerras de ?frica: destripamientos, decapitaciones y mutilaciones de orejas, narices y test¨ªculos. Los generales aventaban su fama de salvajes. Desde la radio de Sevilla, Queipo de Llano promet¨ªa a los "milicianos castrados" que sus mujeres pronto conocer¨ªan la virilidad a manos de aquellas tropas.
"?Volver¨¦is a vuestros pueblos con babuchas de oro!", les hab¨ªa prometido Franco. Pero cuando termin¨® la contienda los ech¨® a patadas. Fueron licenciados y repatriados a la fuerza. Cierto que retuvo a unos pocos miles para luchar contra el maquis, pero tambi¨¦n a ellos los despidi¨® en los a?os cincuenta, una vez eliminada la amenaza guerrillera. S¨®lo conserv¨® al pu?ado de integrantes de su Guardia Mora, que durante d¨¦cadas actuaron como vistosa escolta ecuestre en torno al Rolls Royce (regalo de Hitler) en el que el dictador se desplazaba para los actos oficiales.
Las medallas que el Gobierno del caudillo entreg¨® a los soldados marroqu¨ªes se oxidaron pronto. Hammou el Houcine, que ahora es ciudadano espa?ol y vive en Melilla, enumera sus ocho condecoraciones, entre las que figura la codiciada Laureada de San Fernando. "No recibo por ellas ni un c¨¦ntimo", asegura. Su compa?ero Amar Lazar muestra a la c¨¢mara el ¨²ltimo recibo que le ha remitido el Ministerio de Hacienda: "Me dicen que todas mis medallas caducaron. Me queda s¨®lo la de sufrimientos por la Patria. Por ella me pagan 5,17 euros al mes". M¨¢s dram¨¢tica a¨²n es la situaci¨®n de las viudas y los hu¨¦rfanos de quienes murieron en la contienda. Jam¨¢s han recibido pensi¨®n alguna y viven desde entonces en la miseria.
El papel desempe?ado por los soldados marroqu¨ªes en la Guerra Civil qued¨® grabado al rojo en el imaginario espa?ol. Retratados como salvajes por los republicanos y despreciados como "moros amigos" por los franquistas, la opini¨®n p¨²blica no ha logrado desprenderse de los viejos clich¨¦s, aun despu¨¦s de treinta a?os de democracia. Buen ejemplo de ello son los cementerios en donde fueron enterrados sin identificaci¨®n alguna aquellos soldados y que ahora ni los ayuntamientos ni el Estado reconocen como tales. En las tumbas del de Asturias han brotado ¨¢rboles que ahora una empresa quiere talar para convertir el lugar en un campo de golf. El de Granada, pr¨®ximo a la Alhambra, es mantenido, de forma alegal, por los musulmanes de la provincia.
Es evidente que el miedo al moro sigue arraigado en Espa?a. Para explicarlo, el escritor Juan Goytisolo se remonta mucho m¨¢s all¨¢ de la Guerra Civil, hasta la confrontaci¨®n que durante siglos hubo entre Al Andalus y las naciones cristianas emergentes. "Se forj¨® una imagen terrible del moro. R¨ªase usted de lo que pod¨ªan escribir los nazis sobre los jud¨ªos. Y la Iglesia fue la gran responsable de todo eso". Frente a la gran cruz de piedra del Valle de los Ca¨ªdos, el escritor y periodista Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao sentencia: "El odio al moro es una consecuencia de que la idea de ser espa?ol haya sido asociada a la condici¨®n de cristiano, y posteriormente a la condici¨®n de cat¨®lico".
Pero hay una pregunta que el documental de Driss Deiback no formula: ?existe en Marruecos un sentimiento inverso al odio al moro? El escritor Carlos Lencero vivi¨® durante varios a?os en el Rif. Su anfitri¨®n era un hombre mayor que hab¨ªa luchado en la guerra de Espa?a. Un d¨ªa, Lencero le hizo notar la aparente contradicci¨®n que supon¨ªa haberse batido contra Franco en Marruecos para luego ir a pelear junto a ¨¦l en Espa?a. El anciano levant¨® las cejas con sorpresa: "?Por qu¨¦ le extra?a?", dijo. "Nosotros siempre hicimos lo mismo: matar espa?oles". -
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