Ian McEwan en Chesil Beach
La aparici¨®n de Chesil Beach, la ¨²ltima, breve y excelente novela de Ian McEwan, coincide con la exhibici¨®n de la pel¨ªcula Expiaci¨®n, traslaci¨®n fiel y algo afectada de la gran novela ¨¦pica del mismo autor. Empiezo mencionando esta circunstancia, porque no es casual que coincidan dos obras de calibre tan distinto. A la sinfon¨ªa heroica le acompa?a una pieza de c¨¢mara -un s¨ªmil derivado de la profesi¨®n de la protagonista de Chesil Beach- escrita con el convencimiento de que la envergadura de Expiaci¨®n permitir¨¢ apreciar la justa dimensi¨®n de Chesil Beach. Lo que no significa que sin conocer la obra de Ian McEwan no se pueda leer Chesil Beach con gusto y provecho, sino que Ian McEwan no habr¨ªa podido escribir Chesil Beach sin la existencia de la obra anterior, sin la certeza de haber demostrado la capacidad de afrontar con ¨¦xito empresas colosales, de que ning¨²n matiz ser¨¢ pasado por alto y ninguna renuncia atribuida a desidia o insolvencia. De lo que se sigue que Ian McEwan ha actuado con gran libertad a la hora de construir una historia que bordea lo nimio.
Chesil Beach
Ian McEwan
Traducci¨®n de Jaime Zulaika
Anagrama. Barcelona, 2008
192 p¨¢ginas. 16 euros
A la platja de Chesil
Traducci¨®n de Albert Torrescasana
Emp¨²ries. Barcelona, 2008
144 p¨¢ginas. 16 euros
No estamos presenciando unos hechos que transcurren ante nuestros ojos, aunque se remonten a otra ¨¦poca, sino que es la voz del autor la que nos los relata desde el presente, los comenta y los interpreta
Ser¨ªa bueno leer Chesil Beach sin conocer la an¨¦cdota argumental, pero esto es casi imposible; es el reverso de la libertad a la que me acabo de referir. Digamos, pues, que narra paso a paso la noche de bodas de Edward y Florence y su desenlace en 1962, en una Inglaterra culta, timorata y provinciana, cohibida por la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas, y previa a la transformaci¨®n sobrevenida a finales de los sesenta. El t¨¦rmino "noche de bodas" es un anacronismo apropiado, porque hablar de "primer encuentro sexual" ser¨ªa impreciso. El rotundo fracaso de los protagonistas se debe, entre otras causas, a un contexto institucional y ceremonial que no coincide con la predisposici¨®n de los actores ni constituye el marco propicio para un acto que, con temores y torpezas, tal vez no habr¨ªa resultado tan forzado y desastroso si se hubiera realizado de una manera espont¨¢nea, en un momento de arrebato no planificado. ?La novela es, pues, un alegato contra la opresi¨®n de una sociedad que todo lo quiere controlar y donde los factores morales, econ¨®micos y de clase invaden el territorio de la intimidad? Algo hay de eso, aunque, de ser as¨ª, el suceso resultar¨ªa un tanto excesivo. Es cierto que la sumisi¨®n ancestral de la mujer la conduc¨ªa al lecho conyugal como v¨ªctima al matadero, pero por lo general esta anomal¨ªa se solventaba con facilidad, o hace tiempo que se habr¨ªa extinguido la raza humana. En Chesil Beach la insuperable aversi¨®n de Florence al sexo roza la psicopat¨ªa. Y tanto si el diagn¨®stico es exacto como si no, cuando un personaje se comporta de un modo tan ins¨®lito, pueden exigirse a su creador m¨¢s explicaciones que las que da McEwan. Nada indica que nos encontremos ante un caso cl¨ªnico en los cap¨ªtulos intercalados a modo de contrapunto de la noche fat¨ªdica y en los que la trayectoria vital de los dos protagonistas nos es relatada de un modo sucinto pero completo. Si bien algunos elementos, apenas esbozados, podr¨ªan esclarecer la peculiaridad de los personajes. ?Hasta qu¨¦ punto la adaptaci¨®n de Edward al mundo irreal de una madre perturbada ha condicionado su capacidad de relacionarse con las mujeres? ?Oculta algo, real o imaginario, el recuerdo fugaz de las excursiones en barco de Florence y su padre? Ian McEwan prefiere dejar sin respuesta preguntas que ¨¦l mismo ha suscitado.
Examinemos el arranque de la novela en la traducci¨®n m¨¢s precisa que fluida de Jaime Zulaika: "Eran j¨®venes, instruidos y v¨ªrgenes aquella noche, la de su boda, y viv¨ªan en un tiempo en que la conversaci¨®n sobre dificultades sexuales era claramente imposible. Pero nunca es f¨¢cil". En la segunda frase cambia el tiempo verbal y con ¨¦l la perspectiva del lector. No estamos presenciando unos hechos que transcurren ante nuestros ojos, aunque se remonten a otra ¨¦poca, sino que es la voz del autor la que nos los relata desde el presente, los comenta y los interpreta. La segunda frase introduce un elemento de distanciamiento que relativiza la historia que le sigue y, en la misma medida, introduce la duda. ?Qu¨¦ nos est¨¢ contando Ian McEwan? ?Un episodio trivial con tintes tragic¨®micos? ?Uno de tantos dramas de la vida cotidiana? ?Una reflexi¨®n sobre la incomunicaci¨®n, en la cual el conflicto sexual tendr¨ªa un car¨¢cter m¨¢s emblem¨¢tico que real? ?Una alegor¨ªa sobre la resistencia de la burgues¨ªa a admitir a alguien proveniente de un estrato inferior, como es el caso de Edward con respecto a Florence? Probablemente todo y nada. No es preciso que un escritor atribuya car¨¢cter simb¨®lico a los detalles, ni siquiera que repare en su posible interpretaci¨®n. En una obra coherente los detalles adquieren valor simb¨®lico en la conciencia del lector, tanto si lo busca como si no, y este simbolismo de los detalles, sobre todo si no es expl¨ªcito, es lo que da grosor al relato y lo diferencia del mero atestado.
Al final de Expiaci¨®n, el propio Ian McEwan, a trav¨¦s de su personaje principal, se hace presente e introduce un elemento perturbador, que la pel¨ªcula recoge: el autor es el due?o del relato y es ¨¦l quien determina su rumbo. A mi modo de ver, esto no es del todo cierto. Un relato tiene una vida propia; una vida convencional, pactada entre el autor y el receptor, pero vida. Lo que entendemos por ficci¨®n no es otra cosa. Un desenlace alternativo trunca la vida del relato, porque implica que todo lo que se nos ha contado con anterioridad no era ficci¨®n, sino artificio y mentira. Y esta declaraci¨®n invalida la ficci¨®n, no porque nos revele algo que ya sab¨ªamos, sino porque rompe el pacto de credulidad en que se basa.
En Chesil Beach Ian McEwan procede del modo contrario. Sin ocultar su presencia, deja que la historia fluya por s¨ª sola, y al hacerlo crea un drama ver¨ªdico, abierto al an¨¢lisis y la reflexi¨®n, al que el misterio y la contradicci¨®n, como ocurre en la realidad, le dan verosimilitud.
En las ¨²ltimas p¨¢ginas de la novela, la narraci¨®n avanza a grandes zancadas y el tiempo se comprime. La aceleraci¨®n es una t¨¦cnica eficaz, pero una t¨¦cnica al fin y al cabo, y el efecto suele ser reduccionista. En el caso presente, corre el riesgo de convertir un drama humano en la alegor¨ªa de una ¨¦poca o en una admonici¨®n. En definitiva, replantea el desconcierto al que ya me he referido: Edward y Florence son demasiado inteligentes y demasiado sinceros en sus sentimientos para que su relaci¨®n se arruine sin remedio al primer tropiezo. La desinformaci¨®n y el nerviosismo, por m¨¢s que se den de un modo exacerbado, deber¨ªan compensarse por la confianza, la curiosidad, la sensualidad y la capacidad de recuperaci¨®n inherente a la juventud.
Pero todo esto es secundario. Chesil Beach es una novela espl¨¦ndida, emotiva, inteligente, absorbente y equilibrada. La narraci¨®n de la peripecia vital de los protagonistas es minuciosa pero no prolija. Lo cotidiano y lo prosaico son descritos de un modo ameno y vivaz, sin parsimonia. Ning¨²n elemento es superfluo; no sobra una palabra. -
Eduardo Mendoza publicar¨¢ su pr¨®xima novela, El asombroso viaje de Pomponio Flato (Seix Barral), a finales de este mes.
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