De la fama
1Un n¨²mero reciente de la revista Letras Libres, dirigida por Enrique Krauze, contiene un aguijador dosier sobre 'La cultura de la fama' que recomiendo vivamente al lector. La busca de aqu¨¦lla es objeto de un vasto abanico de reflexiones por un equipo de colaboradores de la misma, de Espa?a e Iberoam¨¦rica. Ante la imposibilidad de demorarme en todas, escoger¨¦ las del poeta y ensayista mexicano Gabriel Zaid, autor de obras que he le¨ªdo siempre con inter¨¦s.
"El deseo de la forma nace ante la imagen ilusoria de una plenitud inmortal", escribe el autor de Reloj de sol. "El arte de la fama busca la creaci¨®n y el control de una imagen favorable y dominante de la atenci¨®n de los dem¨¢s. Puede tener cierta eficacia, pero el proceso es incontrolable. Las im¨¢genes adquieren vida propia. La atenci¨®n de los dem¨¢s es veleidosa. La econom¨ªa del protagonismo no depende ¨²nicamente de los protagonistas, sino de poderosas fuerzas oligop¨®licas y, finalmente, de las modas y el capricho del p¨²blico".
El ¨¦xito que consciente o inconscientemente perseguimos es casi siempre sospechoso y a menudo un arma de doble filo: lo que se pone de moda, pasa con ¨¦sta
La artiller¨ªa medi¨¢tica que acompa?a la publicaci¨®n de los campeones de ventas acent¨²a la confusi¨®n y la lleva a los l¨ªmites de lo absurdo
As¨ª es, en efecto, aunque quienes se sienten atra¨ªdos por ella, como aturdidas falenas hacia una luz cruda, no suelen advertirlo. El cumplimiento ef¨ªmero de su sue?o no les permite sobrepasar los l¨ªmites de su goce ¨ªntimo. Ello les preserva piadosamente de verificar la previsible caducidad de sus productos -ya sean novel¨ªsticos, cinematogr¨¢ficos, art¨ªsticos, etc¨¦tera-, como la de los f¨¢rmacos y alimentos de supermercado, el d¨ªa en que ya no est¨¦n en este bajo mundo aupados por el amiguismo y los poderes del grupo que representan.
2 La confusi¨®n entre obra y fama viene de muy lejos. Recordemos el dicho inefable de "genio y figura hasta la sepultura" al que a?ad¨ª, hace m¨¢s de 40 a?os, el estrambote "cuanto m¨¢s figura, m¨¢s genio y, cuanto m¨¢s genio, m¨¢s figura". Pensaba entonces en Cela y en su af¨¢n, dichosamente colmado, de pompas y prebendas. En una gloria previsiblemente marchita no obstante la universidad que lleva su nombre y una fundaci¨®n -madre de las docenas de ellas que proliferan hoy por Espa?a y sus autonom¨ªas- destinada a perpetuarla. Valle-Incl¨¢n era tambi¨¦n un cultivador de poses, an¨¦cdotas y excentricidades, pero su obra revulsiva e innovadora las sobrevive. Hoy no nos acordamos de aqu¨¦llas, pero leemos ¨¦sta. Los a?os dir¨¢n lo que queda de su paisano de Iria Flavia.
3La noci¨®n de fama va ligada a la de visibilidad creada por la industria cinematogr¨¢fica y televisiva y potenciada por internet. La ubicuidad de la imagen cubre y suplanta el valor de la obra que representa. Lo que cuenta no es ¨¦sta sino el autor y ?qu¨¦ es el autor sino la imagen cuidadosamente retocada con maquillaje en el plat¨® televisivo o la postura ensimismada del fot¨®grafo de servicio difundida en la prensa o por la propaganda del editor? Hoy d¨ªa es casi imposible publicar algo sin la foto logotipo. Basta hojear las p¨¢ginas de cualquier suplemento cultural de los peri¨®dicos m¨¢s conocidos del mundo para topar con el reclamo de un autor cuya mirada trascendente o pose rodinescopensativa trata de transmitir al lector la presunta intensidad de lo escrito.
4 Si el ciudadano no existe sino como noticia y el v¨¦rtigo de la actualidad enfoca y desenfoca con rapidez a sus protagonistas ef¨ªmeros, ?de qu¨¦ vale a largo plazo el esfuerzo conjugado del narcisismo, af¨¢n de notoriedad y apoyo y asesoramiento de buenos profesionales en el campo de la mercadotecnia e intrigas palaciegas? Recuerdo mi visita lejana a un compa?ero de pluma que atesoraba no ya las rese?as de sus libros aparecidas en la prensa del R¨¦gimen, sino tambi¨¦n las fotograf¨ªas de propaganda editorial expuestas en aqu¨¦llas para contemplarlas con mimo como presunta garant¨ªa de su ilusoria perdurabilidad. Nadie se acuerda ya de ¨¦l y mantengo su nombre en piadoso silencio. El silencio que nos envolver¨¢ a todos si cuanto creamos no vale ni interesa al lector zahor¨ª, explorador del manantial siempre oculto de la literatura, una vez que hayan cesado el estruendo medi¨¢tico y la estrategia promotora de quienes lo manipulan.
5 La obra literaria no deber¨ªa buscar lectores. Son los lectores quienes deben buscarla a ella. As¨ª ocurre con el paso del tiempo, aunque muchos no quieran enterarse. Tengo un peque?o florilegio de frases al respecto del que extraigo un par de ejemplos. "Lo que se comprende en un abrir y cerrar de ojos no suele dejar huellas" (Andr¨¦ Gide); "Toda idea que triunfa corre fatalmente a su ruina" (Andr¨¦ Breton). El ¨¦xito que consciente o inconscientemente perseguimos es casi siempre sospechoso y a menudo un arma de doble filo: lo que se pone de moda, pasa con ¨¦sta. La gloria llega a los muertos sin que nadie les proclamara genios en vida. La mayor¨ªa de los que en su tiempo fueron subidos al cenit por el p¨²blico y el gremio cr¨ªtico cayeron en el olvido. La salva de descalificaciones con las que se acogi¨® la publicaci¨®n de La educaci¨®n sentimental o de La Regenta -defendida esta ¨²ltima tan s¨®lo por una inteligente rese?a de Gald¨®s- confirman la opini¨®n de quienes no comulgamos con obleas ni con ruedas de molino.
6 La artiller¨ªa medi¨¢tica que acompa?a la publicaci¨®n de los campeones de ventas acent¨²a la confusi¨®n y la lleva a los l¨ªmites de lo absurdo. Ya no interesa la obra en s¨ª sino el aura que envuelve al autor. Su obra, sin autoexplicaci¨®n de ¨¦ste ni fotograf¨ªas que supuestamente la ilustren, carece de valor medi¨¢tico y, por tanto, no existe. En el mundo de la ubicuidad de la imagen y del ciberespacio resulta muy dif¨ªcil que una obra se abra paso en virtud de sus m¨¦ritos literarios: quien apuesta por la moderna intensidad de la que habla Antonio Saura desmedra en un cruel desamparo. Son la imagen ic¨®nica, la marca registrada, los que atraen la mirada, no la calidad del libro. Pues se compra el icono y se le lee sin provecho o no se le lee, ya que da exactamente lo mismo. Acude a mi memoria la imagen del histri¨®n que bajaba solemnemente la suntuosa escalera de Pera Palas del brazo de una top model, acribillado por los flashes de los fot¨®grafos y aureolado por el esplendor de las c¨¢maras. El patetismo de la escena evocaba la c¨¦lebre secuencia de Gloria Swanson en Sunset Boulevard.
7 ?Qu¨¦ cabe hacer ante la escenificaci¨®n de la fama y los ritos medi¨¢ticos que la acompa?an? ?Resistir? ?Denunciarla? Como saben muy bien los especialistas en el dios Mercado -?la ¨²nica divinidad con bases reales en el universo tangible en el que vivimos!-, toda manifestaci¨®n pol¨ªtica, literaria o art¨ªstica Antimercado se integra fatalmente en el mismo. El Antisistema forma parte del Sistema y se convierte en mercanc¨ªa. Queda, claro est¨¢, el recurso de candar el pico y de volver al silencio del que un d¨ªa surgimos. Al tiempo, el tiempo. S¨®lo la desaparici¨®n f¨ªsica del autor acaba con tanta farsa y desdicha.
8 Vuelvo, para concluir, a Gabriel Zaid y a las estimulantes reflexiones de su art¨ªculo:
"La decepci¨®n es una lucidez tard¨ªa. Desearse a s¨ª mismo como objeto es abdicar como sujeto. Es alejarse de la vida real hacia la vida representada en im¨¢genes de plenitud. Aunque haya tes¨®n para lograrlo, no suele haber mucha conciencia de que la supuesta plenitud es una degradaci¨®n. Las implicaciones reales no se ven hasta que es demasiado tarde. Ser famoso consiste en ser tratado como objeto".
Objeto, a?ado yo, de reciclaje dif¨ªcil. -

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