Los chicos prodigiosos de la Generaci¨®n 'Granta'
Siete nov¨ªsimos novelistas brit¨¢nicos nacieron a la realidad en la posguerra mundial, durante la d¨¦cada en la que triunfaban las novelas de la guerra fr¨ªa de Graham Greene, el neorrealismo italiano, el nouveau roman, la Generaci¨®n Beat, El Se?or de los Anillos de Tolkien, Nabokov o William Golding, pero nacieron a la ficci¨®n durante la Inglaterra gris del thatcherismo, el cine de Peter Greenaway, Stephen Frears o Ridley Scott, el dirty realism de Carver y Ford en Estados Unidos y un mundo de yuppies, punk y la perestroika, y lo hicieron en las p¨¢ginas de la revista Granta (Best of Young British Novelists, 7, 1983), convocados por el editor Bill Buford con ojo cl¨ªnico, pues brillan con luz propia desde entonces: son Martin Amis (1949), Julian Barnes (1946), William Boyd (1952), Kazuo Ishiguro (1954), Ian McEwan (1948), Salman Rushdie (1947) y Graham Swift (1949). Dos nov¨ªsimos novelistas brit¨¢nicos se sumaron al grupo en la siguiente antolog¨ªa editada por Buford (Granta, Best of Young British Novelists, 43, 1993), Hanif Kureishi (1954) y Tibor Fisher (1959, autor de Bajo el culo del sapo, 1992, o No apto para est¨²pidos, 2002, traducidos en Tusquets). Nueve nov¨ªsimos novelistas brit¨¢nicos a los que podr¨ªan a?adirse, por afinidades de edad y de ¨¦xito comercial, otros dos chicos Granta, Iain Banks (1954, autor de La f¨¢brica de las avispas, 1984) y Jeanette Winterson (1959, autora de Escrito en el cuerpo, 1992, en Anagrama; El Powerbook, 2000, en Edhasa, o La ni?a del faro, 2004, Lumen). Son la Generaci¨®n Granta, la shortlist de autores heterog¨¦neos y polifac¨¦ticos por los que la revista londinense apost¨® fuerte y a los que lanz¨®, en palabras de su editor, con un n¨²mero especial de la revista entendido "como campa?a de marketing, como un truco para lograr que la gente comprara novelas literarias". Junto a grandes nombres coet¨¢neos como John Banville (1945, autor de El libro de las pruebas, 1989), Nick Hornby (1957, autor de Alta fidelidad, 1995), Irvine Welsh (1958, autor de Trainspotting, 1993) o Jonathan Coe (1961, autor de La casa del sue?o, 1997), a los que s¨®lo les falta la etiqueta Granta, son los nueve nov¨ªsimos quienes suceden a la generaci¨®n de David Lodge o de A. S. Byatt, con los que conviven, y se convierten en el mainstream de la ficci¨®n brit¨¢nica, en un grupo de can¨®nicos posmodernos, en la medida en que releen con iron¨ªa la tradici¨®n y en que son poscoloniales, y de artistas multiculturales que van juntos a la guerra contra el clich¨¦, que son buenos, incre¨ªblemente buenos, y que han devuelto la gloria a la narrativa brit¨¢nica porque sus obras ganan el Booker Prize, el Whitbread y otras muchas medallas que se cuelgan como almirantes de la flota literaria, se traducen de forma compulsiva y venden mucho porque se las ingenian para explicar historias comerciales con narrativas de calidad. Del talento omn¨ªmodo de estos chicos prodigiosos, de estas inkorruptibles celebrities -la mayor¨ªa reunidos en el cat¨¢logo de Anagrama, y a los que su editor se refiere en Nuestro British Dream Team (texto incluido en El observatorio editorial, de Jorge Herralde. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2004)- ha surgido un pu?ado de obras maestras de la ficci¨®n contempor¨¢nea.
Desperdigan imaginaci¨®n, sentido (cr¨ªtico) y sensibilidad hasta el punto de poder crear una impertinente historia del mundo en nueve cap¨ªtulos y medio
Se quieren sat¨ªricos, plurales y divertidos pero a la vez nos inculcan filosof¨ªa contempor¨¢nea y construyen ficciones acerca de nuestras m¨¢s profundas verdades
Mientras publicaba crime fiction bajo el seud¨®nimo de Dan Kavanagh, Julian Barnes se hizo inmenso con El loro de Flaubert (1984), y Una historia del mundo en diez cap¨ªtulos y medio (1989), disparatada e iconoclasta enmienda a la totalidad, e Inglaterra, Inglaterra (1999) lo convirtieron en imprescindible. Arthur & George (2005), con el padre de Sherlock Holmes de protagonista, es su ¨²ltima entrega. William Boyd se consolid¨® en el mercado con Barras y estrellas (1987). Martin Amis abri¨® juego con Dinero (1984), una s¨¢tira de nuestro tiempo enrarecido en manos de un antih¨¦roe improbable, fragmentario, neur¨®tico y de ambigua identidad -?atiende al nombre de John Self!- como los personajes de Pynchon. Luego llegaron dos grandes libros, La flecha del tiempo (1991) y sus memorias sui g¨¦neris, Experiencia (2000), y su ¨²ltima novela es una nueva ficcionalizaci¨®n de la historia contempor¨¢nea, La Casa de los Encuentros (2006). Ian McEwan se consolida con Ni?os en el tiempo (1987), una historia de traumas surgidos de id¨ªlicas vidas cotidianas, como sucede en Amor perdurable (1997) y su an¨¢lisis de un amor patol¨®gico inyectado en una pareja feliz. Su ¨²ltima novela es Chesil Beach (2007). Salman Rushdie public¨® Los versos sat¨¢nicos (1988) y qued¨® demonizado y consagrado al instante por la fetua del r¨¦gimen integrista de Jomeini, pero su novela Hijos de la medianoche (1981) ya hab¨ªa sido un prodigio de realismo m¨¢gico trasladado al imaginario indio. Kazuo Ishiguro ser¨¢ siempre el autor de Los restos del d¨ªa (1989), pero Cuando fuimos hu¨¦rfanos (2000), su confesada contribuci¨®n a la world fiction, es una novela de altos vuelos. En 2005 public¨® su ¨²ltima ficci¨®n narrativa hasta el momento, Nunca me abandones, una f¨¢bula futurista y ambigua en la que dispara una vez m¨¢s sus dos armas secretas, el narrador no fiable y la focalizaci¨®n. La ficci¨®n poscolonial de Hanif Kureishi naci¨® con la historia marginal de Mi hermosa lavander¨ªa (1985) y los conflictos de identidad cultural de la comunidad paquistan¨ª en Londres, llevados a su punto de ebullici¨®n en El Buda de los suburbios (1990).
Hacia 1993, el cr¨ªtico y novelista Malcolm Bradbury se queja de que "la ficci¨®n literaria seria est¨¢ siendo sumamente presionada por la ficci¨®n comercial" (The Modern British Novel), y de que "la Gran Narrativa est¨¢ cedi¨¦ndole el terreno a temas mucho m¨¢s plurales y divertidos", y precisamente son estos chicos prodigiosos de la Generaci¨®n Granta los que est¨¢n resolviendo la cuadratura del c¨ªrculo que parec¨ªa estar pidiendo Bradbury, est¨¢n escribiendo una ficci¨®n literaria seria que resulta muy comercial porque no tienen reparos en servirse de la literatura de g¨¦nero (reescriben y manipulan los modelos del g¨¦nero negro, la novela de esp¨ªas, el culebr¨®n victoriano, la ciencia-ficci¨®n o el melodrama con la industria del mejor impostor, radiograf¨ªan el mundo contempor¨¢neo, escriben sobre pol¨ªtica, sexo, violencia y psicosis, esto es, est¨¢n siempre hablando del asunto y hablando sin escr¨²pulos, son traviesos y le meten un dedo en el ojo al establishment o le pintan un bigote a Jane Austen, Lord Darlington o Gustave Flaubert porque garabatean la tradici¨®n y juguetean con ella. Se quieren sat¨ªricos, plurales y divertidos pero a la vez nos inculcan filosof¨ªa contempor¨¢nea a mano armada y construyen inmensas ficciones acerca de nuestras m¨¢s profundas verdades, pues aunque el que lo dijo fue Martin Amis en Experiencia (2000), seguramente todos est¨¢n de acuerdo en que "todo escritor sabe que la verdad est¨¢ en la ficci¨®n". Nos cuentan lo que nos est¨¢ pasando, son los genuinos artistas de nuestro mundo flotante y, tal vez por eso, escribiendo tan bien como sus mayores, venden mucho m¨¢s. Est¨¢n todos muy vividos y muy viajados, pero sobre todo son muy le¨ªdos, ejercen de cr¨ªticos y de enfants terribles y, cada loco con su tema -Amis, la historia contempor¨¢nea y sus artificiosas y nabokovianas neurosis fant¨¢sticas, Barnes y sus relecturas ir¨®nicas de la tradici¨®n realista decimon¨®nica, Kureishi y la vida dom¨¦stica y suburbial, los perversos extremos emocionales de McEwan o la subversi¨®n de los g¨¦neros narrativos en manos de Ishiguro-, desperdigan imaginaci¨®n, sentido (cr¨ªtico) y sensibilidad hasta el punto de poder crear con sus obras completas una impertinente historia del mundo en nueve cap¨ªtulos y medio. El truco que confesaba Buford ha surtido efecto, y de la mano de estos chicos los lectores han vuelto con estusiasmo a consumir novelas literarias. En realidad hace tiempo ya que no son chicos, pero cada vez son m¨¢s prodigiosos y, mientras sus perseguidores m¨¢s j¨®venes aceleran el paso -Zadie Smith, Alan Warner, Toby Litt o Rachel Cusk, bendecidos todos por Granta, Best of Young British Novelists, 81, 2003- est¨¢n ya prepar¨¢ndose para viajar un d¨ªa a Estocolmo, a recoger el Premio Nobel que los acredite como los autores universales que ya son. ?Qui¨¦n ser¨¢ el afortunado al que le tocar¨¢ ir en representaci¨®n del grupo? ?Qui¨¦n tendr¨¢ el placer del viajero?
Biblioteca imprescindible
Una posible biblioteca breve pero significativa de la Generaci¨®n Granta la integrar¨ªan los siguientes t¨ªtulos de referencia, que revelan el espl¨¦ndido estilo de cada autor y la vigencia del talento de la generaci¨®n a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Se encontrar¨¢ el lector con una magn¨ªfica introducci¨®n a la ficci¨®n narrativa de estos autores en Malcolm Bradbury, Artists of the floating world: 1979-1989 y Millennial days: 1989-2001, The modern british novel, Penguin, Londres, 2002.
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