Es lo mismo, ?o no?
Qu¨¦ quiere decir traducir? La primera respuesta, "decir lo mismo en otra lengua", ser¨ªa una buena respuesta, y tambi¨¦n consolatoria, si no fuera porque, en primer lugar, tenemos muchos problemas para establecer qu¨¦ significa "decir lo mismo", as¨ª como tampoco sabr¨ªamos dar una respuesta satisfactoria para todas esas operaciones que llamamos par¨¢frasis, definici¨®n, explicaci¨®n, reformulaci¨®n, por no hablar de las pretendidas sustituciones sinon¨ªmicas. En segundo lugar, porque no sabemos qu¨¦ es el "lo", esto es, ante un texto no sabemos lo que debemos traducir. Y, por ¨²ltimo, porque en algunos casos abrigamos serias dudas sobre lo que quiere decir decir.
Lo cual no quiere decir que nos vamos a poner a buscar (para subrayar la centralidad del problema de la traducci¨®n en muchas discusiones filos¨®ficas) lo que deber¨ªa traslucirse o resplandecer m¨¢s all¨¢ y por encima de toda lengua que lo traduzca o, por el contrario, lo que no conseguir¨¢ aprehenderse jam¨¢s por muchos esfuerzos que haga la otra lengua, es decir, ir a buscar si hay una cosa en s¨ª en la Il¨ªada o en el leopardiano Canto nocturno de un pastor errante de Asia. Nos conformamos con volar m¨¢s bajo, y lo haremos muchas veces en las p¨¢ginas que siguen.
Si el traductor/a es inteligente, puede explicar los problemas que surgen en su lengua incluso al autor
Traducir quiere decir entender tanto el sistema interno de una lengua como la estructura de un texto en esa lengua
Supongamos que en una novela inglesa un personaje dice It's raining cats and dogs. Ser¨ªa un simple el traductor que, pensando que est¨¢ diciendo lo mismo, lo tradujera literalmente como Llueve perros y gatos, y no como Llueve a c¨¢ntaros o Caen chuzos de punta. Ahora bien, ?qu¨¦ pasar¨ªa si se tratara de una novela de ciencia ficci¨®n, escrita por un adepto de las denominadas ciencias "fortianas", que relatara que, de verdad, llueven perros y gatos? Se traducir¨ªa literalmente, de acuerdo. ?Y si el personaje estuviera yendo a ver al doctor Freud para contarle que sufre una curiosa obsesi¨®n por perros y gatos, por los que se siente amenazado incluso cuando llueve? Seguir¨ªa traduci¨¦ndose literalmente, pero se perder¨ªa el matiz de que el Hombre de los Gatos tambi¨¦n est¨¢ obsesionado por las expresiones idiom¨¢ticas. ?Y si en otra novela el que dice que est¨¢n lloviendo perros y gatos fuera un estudiante de ingl¨¦s de la academia Berlitz que no consigue sustraerse a la tentaci¨®n de adornar su discurso con deplorables anglicismos? Si hubiera que traducirlo literalmente, en este caso al ingl¨¦s, el lector profano no entender¨ªa que se est¨¢ usando un anglicismo. ?C¨®mo se verter¨ªa esa pose anglicanizante? ?Deber¨ªa cambi¨¢rsele la nacionalidad al personaje y hacer que se convirtiera en un ingl¨¦s con poses italianizantes?, ?o en un obrero de Londres que ostenta sin ¨¦xito un acento de Oxford? Ser¨ªa una licencia insoportable. ?Y si It's raining cats and dogs lo dijera, en ingl¨¦s, un personaje de una novela francesa?, ?c¨®mo se traducir¨ªa al ingl¨¦s?
Ven ustedes lo dif¨ªcil que es decir qu¨¦ es lo que un texto quiere transmitir, y c¨®mo transmitirlo.
He aqu¨ª el sentido de los cap¨ªtulos que siguen: intentar entender c¨®mo, aun sabiendo que no se dice nunca lo mismo, se puede decir casi lo mismo. A estas alturas, lo que constituye el problema no es tanto la idea de lo mismo, ni la de lo mismo, como la idea de ese casi. ?Cu¨¢nta elasticidad debe tener ese casi? Depende del punto de vista: la Tierra es casi como Marte, en cuanto ambos planetas giran alrededor del Sol y tienen forma esf¨¦rica, pero puede ser casi como cualquier otro planeta que gire en otro sistema solar, y es casi como el Sol, puesto que ambos son cuerpos celestes, y casi como la bola de cristal de un adivino, o casi como un bal¨®n, o casi como una naranja. Establecer la flexibilidad, la extensi¨®n del casi, depende de una serie de criterios que hay que negociar preliminarmente. (...)
Me he dado cuenta de que en mi vida he tenido que controlar muchas traducciones ajenas, ya sea en el transcurso de una larga experiencia editorial, ya sea en calidad de director de colecciones de ensayo; he traducido dos libros que requieren gran dedicaci¨®n: los Exercises de style, de Queneau, y Sylvie, de G¨¦rard de Nerval, dedicando a ambos muchos a?os; y, como autor, tanto de obras de ensayo como de narrativa, he trabajado en contacto directo con mis traductores. No s¨®lo he controlado las traducciones, al menos para las lenguas que de alguna manera conoc¨ªa, y por eso citar¨¦ a menudo las traducciones de William Weaver, Burkhart Kroeber, Jean-Noel Schifano, Helena Lozano y otros, sino que he tenido largas conversaciones con los traductores (previamente y durante la elaboraci¨®n), de suerte que he descubierto que, si el traductor o la traductora son inteligentes, pueden explicar los problemas que surgen en su lengua incluso a un autor que no la conoce, y tambi¨¦n en esos casos el autor puede colaborar sugiriendo soluciones, es decir, sugiriendo qu¨¦ licencias se pueden tomar con su texto para sortear el obst¨¢culo (me ha pasado a menudo, por ejemplo, con la traductora rusa Elena Kostiukovich, con Imre Barna para el h¨²ngaro, con Yond Boeke y Patty Krone para el neerland¨¦s, con Masaki Fujimura y Tadahiko Wada para el japon¨¦s).
He aqu¨ª por qu¨¦ he decidido hablar de traducci¨®n partiendo de problemas concretos que en su mayor parte ata?en a mis escritos, limit¨¢ndome a esbozar soluciones te¨®ricas s¨®lo sobre la base de experiencias in corpore vili.
Esto pod¨ªa exponerme a dos peligros, el del narcisismo y el de sostener que mi interpretaci¨®n de mis textos tiene m¨¢s valor que las de los otros lectores, entre los cuales figuran in primis mis traductores, principio con el que he polemizado en libros como Lector in fabula o Los l¨ªmites de la interpretaci¨®n. El primer riesgo era letal, pero en el fondo me estoy comportando como esos portadores de enfermedades socialmente nefastas que aceptan manifestar p¨²blicamente su estado y los tratamientos a los que se someten para ser ¨²tiles a los dem¨¢s. Por lo que ata?e al segundo riesgo, espero que en las p¨¢ginas siguientes se pueda apreciar c¨®mo les he se?alado yo a mis traductores puntos cr¨ªticos de mis textos que pod¨ªan generar ambig¨¹edades, aconsej¨¢ndoles que pusieran atenci¨®n, sin intentar influir en su interpretaci¨®n; o he respondido a peticiones precisas cuando me preguntaban cu¨¢les de las distintas soluciones habr¨ªa elegido yo si hubiera tenido que escribir en su lengua; en esos casos mi decisi¨®n era leg¨ªtima, visto que a fin de cuentas era yo el que firmaba el libro.
Por otra parte, en el curso de mis experiencias como autor traducido, fluctuaba continuamente entre la necesidad de que la versi¨®n fuera "fiel" a lo que hab¨ªa escrito y el descubrimiento excitante de c¨®mo, en el instante en que se dec¨ªa en otra lengua, mi texto pod¨ªa (es m¨¢s, a veces deb¨ªa) transformarse. Y si algunas veces notaba imposibilidades -que de alguna manera hab¨ªa que resolver-, m¨¢s a menudo a¨²n notaba posibilidades: es decir, notaba c¨®mo, en contacto con la otra lengua, el texto exhib¨ªa potencialidades interpretativas que yo desconoc¨ªa, y c¨®mo a veces la traducci¨®n pod¨ªa mejorarlo (digo "mejorar" precisamente con respecto a la intenci¨®n que el texto mismo iba manifestando de improviso, independientemente de mi intenci¨®n originaria de autor emp¨ªrico).
Puesto que mi punto de partida son mis experiencias personales y dos series de conversaciones, este libro no se presenta como un libro de teor¨ªa de la traducci¨®n (ni tiene su sistematicidad) por la sencilla raz¨®n de que no toma en consideraci¨®n un sinn¨²mero de problemas traductol¨®gicos. No hablo de las relaciones con los cl¨¢sicos griegos y latinos simplemente porque nunca he traducido a Homero y nunca he tenido que juzgar una traducci¨®n hom¨¦rica para una colecci¨®n de cl¨¢sicos. Hablo s¨®lo fugazmente de la denominada traducci¨®n intersemi¨®tica, porque nunca he dirigido una pel¨ªcula sacada de una novela o transformado una poes¨ªa en ballet. No toco el problema de las t¨¢cticas o estrategias poscoloniales de adaptaci¨®n de un texto occidental a la sensibilidad de otras culturas, porque no he podido seguir y discutir las traducciones de textos m¨ªos al ¨¢rabe, persa, coreano o chino. Nunca he traducido textos escritos por una mujer (no es que por costumbre traduzca s¨®lo a hombres, es que s¨®lo he traducido a dos en mi vida) y no s¨¦ qu¨¦ problemas habr¨ªa tenido. En las relaciones con algunas traductoras m¨ªas (rusa, espa?ola, sueca, finlandesa, holandesa, croata, griega) encontraba tal disponibilidad por su parte a adaptarse a mi texto que no he podido experimentar voluntad alguna de traducci¨®n "feminista".
Le he dedicado alg¨²n p¨¢rrafo a la palabra fidelidad porque un autor que sigue a sus traductores parte de una impl¨ªcita exigencia de "fidelidad". Entiendo que este t¨¦rmino puede parecer obsoleto ante las propuestas cr¨ªticas seg¨²n las cuales, en una traducci¨®n, cuenta s¨®lo el resultado que se realiza en el texto y en la lengua de llegada y, por a?adidura, en un momento hist¨®rico determinado, all¨¢ donde se intente actualizar un texto concebido en otras ¨¦pocas. Pero el concepto de fidelidad tiene que ver con la convicci¨®n de que la traducci¨®n es una de las formas de la interpretaci¨®n y que debe apuntar siempre, aun partiendo de la sensibilidad y de la cultura del lector, a reencontrarse no ya con la intenci¨®n del autor, sino con la intenci¨®n del texto, con lo que el texto dice o sugiere con relaci¨®n a la lengua en que se expresa y al contexto cultural en que ha nacido.
Supongamos que en un texto norteamericano alguien le diga a otro You're just pulling my leg. El traductor no lo verter¨ªa con Me est¨¢s tirando s¨®lo la pierna, y ni siquiera con Me est¨¢s tomando s¨®lo la pierna, sino con T¨² me est¨¢s tomando el pelo o incluso con Te est¨¢s quedando conmigo. Si se tradujera la expresi¨®n literalmente, una expresi¨®n tan poco corriente en la lengua de llegada dejar¨ªa suponer que el personaje (y con ¨¦l, el autor) est¨¢ inventado una osada figura ret¨®rica, lo cual no es cierto, visto que el personaje usa algo que en su lengua es una frase hecha. Si sustituimos la pierna con el pelo, en cambio, ponemos al lector de la lengua de llegada en la misma situaci¨®n en la que el texto quer¨ªa que se encontrara el lector ingl¨¦s. He aqu¨ª por qu¨¦ una aparente infidelidad (no se traduce a la letra) se manifiesta al final como un acto de fidelidad. Lo cual es un poco como repetir con san Jer¨®nimo, patr¨®n de los traductores, que al traducir no hay que verbum e verbo sed sensum exprimere de sensu (aunque veremos c¨®mo tambi¨¦n esta afirmaci¨®n puede generar muchas ambig¨¹edades).
As¨ª pues, traducir quiere decir entender tanto el sistema interno de una lengua como la estructura de un texto determinado en esa lengua, y construir un duplicado del sistema textual que, seg¨²n una determinada descripci¨®n, pueda producir efectos an¨¢logos en el lector, ya sea en el plano sem¨¢ntico y sint¨¢ctico o en el estil¨ªstico, m¨¦trico, fonosimb¨®lico, as¨ª como en lo que concierne a los efectos pasionales a los que el texto fuente tend¨ªa. "Seg¨²n una determinada descripci¨®n", significa que toda traducci¨®n presenta unos m¨¢rgenes de infidelidad con respecto a un n¨²cleo de presunta fidelidad, pero la decisi¨®n sobre la posici¨®n del n¨²cleo y la amplitud de los m¨¢rgenes depende de las finalidades que se plantea el traductor.
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