El pa¨ªs de las 50.000 fundaciones
Liechtenstein es el para¨ªso de la opacidad, pero Suiza es la que maneja el dinero
Bajo la lluvia, la carretera que parte en dos Vaduz, capital de Liechtenstein, aparece atestada de coches. Un tr¨¢fico infernal convierte este paradis¨ªaco valle, entre el Rin y las monta?as alpinas, en un rinc¨®n tan congestionado como cualquier otro del planeta. No en vano son 20.000 las personas que entran a diario en el principado, dos tercios de la fuerza laboral total que hace funcionar la eficiente maquinaria productiva del pa¨ªs, uno de los m¨¢s ricos del mundo gracias sobre todo, a su pujante sector financiero.
El dinero no brilla aqu¨ª con ostentaci¨®n. Hay pocas tiendas de lujo y las casas tienen un aspecto discreto. Las calles de Vaduz huelen a pastos.Y en algunas laderas se cultivan vi?edos, muchos de ellos propiedad de los pr¨ªncipes de Liechtenstein, dieron nombre al pa¨ªs, hoy una monarqu¨ªa parlamentaria.
El Gobierno de Vaduz dice que el problema es la fiscalidad alemana
El principado, M¨®naco y Andorra est¨¢n en la lista negra de la OCDE
El pa¨ªs ha cambiado mucho en setenta a?os. El principado es ahora un para¨ªso fiscal que gestiona unos 160.000 millones de euros de clientes an¨®nimos, gracias al m¨¢s exitoso de los productos locales, las Stiftungen, o fundaciones. En los ¨²ltimos a?os han crecido como hongos. Hay m¨¢s de 50.000 en este pa¨ªs de 35.000 habitantes y s¨®lo 160 kil¨®metros cuadrados.
Los expertos aseguran que es un producto magn¨ªfico por su flexibilidad, por su rentabilidad -los intereses superan el 10%- y por la exquisita privacidad con la que funcionan los quince bancos locales, diez de ellos sucursales de grandes entidades suizas y austriacas. Se puede crear la fundaci¨®n y designar a otros beneficiarios. As¨ª que una parte considerable de los miles de turistas que recibe Liechtenstein todos los a?os no pisan el Kustmuseum, joya de la arquitectura moderna, ni se acercan a las pistas de esqu¨ª. Se limitan a cruzar el vest¨ªbulo de la sede de LGT, el mayor banco de Liechtenstein, propiedad de la familia principesca, uno de cuyos miembros, Aloisio von und zu Liechtenstein, es el pr¨ªncipe heredero. Tanto los que acuden a LGT como a otras entidades gemelas lo hacen en busca de su Stiftungen.
Pero la supervivencia de las fundaciones con las ventajas actuales est¨¢ amenazada desde que el Gobierno de Berl¨ªn se hizo con cuatro DVDs en los que se conten¨ªan datos de 1.400 clientes del banco LGT, robados por un ex empleado. La canciller de Alemania, Angela Merkel, aprovech¨® una visita oficial a Vaduz para exigir mayor transparencia bancaria al principado. Pero hay quien cree que el golpe descargado sobre Liechtenstein habr¨ªa ca¨ªdo, en realidad, sobre los bancos suizos.
"Es un secreto a voces que los bancos del principado se limitan a crear las fundaciones, pero el dinero de estos clientes an¨®nimos queda en manos del banco suizo de turno que lo gestiona", dice un ciudadano suizo, experto en este tema, que trabaja en Liechtenstein. El principado ser¨ªa s¨®lo un eslab¨®n en la gran maquinaria bancaria suiza, pa¨ªs que por sus acuerdos bilaterales en materia de impuestos no puede actuar con la misma libertad a la hora de crear fundaciones. Liechtensteintiene estrechos v¨ªnculos con los dos pa¨ªses que le circundan. Con Suiza no existen ni siquiera fronteras. Y toda la legislaci¨®n legal del principado, y hasta los encargados de aplicarla, abogados y jueces, son austriacos.
"Los suizos son nuestros hermanos", explica Tino Quaderer, nacido en el principado, redactor jefe del diario local Volksblatt. "Los austriacos son nuestros amigos y los alemanes, nuestros clientes. Para ellos es tranquilizador, desde el punto de vista psicol¨®gico, tener el dinero aqu¨ª. Hablamos el mismo idioma y estamos a una hora de distancia". Precisamente por eso, Quaderer est¨¢ convencido de que el esc¨¢ndalo de los DVD robados y adquiridos por Alemania no tiene otro objetivo que golpear al negocio financiero de Liechtenstein donde m¨¢s puede dolerle: en la confianza de sus clientes.
Desde hace dos semanas, los tel¨¦fonos de los consultores de las distintas entidades con sede en Liechtenstein no dejan de sonar. Al otro lado de la l¨ªnea hay siempre clientes temerosos de que la privacidad pueda ser vulnerada.
Bernhard Dostal, austriaco, portavoz en funciones del Gobierno de Vaduz, cree que el problema est¨¢ en el "anticuado y dur¨ªsimo sistema fiscal alem¨¢n. No s¨®lo persiguen a los evasores fiscales, sino a la gente que crea fundaciones aqu¨ª despu¨¦s de pagar religiosamente al fisco alem¨¢n". Las fuentes consultadas coinciden en describir a Liechtenstein como un para¨ªso fiscal como tantos otros. ?Por qu¨¦ lo considera entonces la OCDE como uno de los tres -junto a M¨®naco y Andorra- que no cooperan con la organizaci¨®n? "Tampoco nosotros entendemos el porqu¨¦ de esa lista negra. El Liechtenstein de hoy no tiene nada que ver con el de 2000", protesta Michael Lauber, director de la Asociaci¨®n de Banca de Liechtenstein, que agrupa a las quince entidades bancarias del pa¨ªs. "Hemos firmado decenas de acuerdos, formamos parte del Espacio Econ¨®mico Europeo, respetamos rigurosamente la legalidad e investigamos, a la menor duda, la procedencia de los fondos que se nos entregan".
Lauber, suizo de Zurich, fue hasta 2000 responsable de la oficina dedicada a impedir el lavado de dinero en el sector bancario de su pa¨ªs. Asegura que Liechtenstein no lava dinero negro, ni toca un c¨¦ntimo del que pueda tener alguna conexi¨®n con redes terroristas, o fraudulentas. Pero la evasi¨®n de impuestos es otra cosa. "No lo consideramos un delito", espeta. Y apunta cu¨¢l es el problema: "Los sueldos de los grandes directivos de empresas son demasiado grandes. La distancia con la gente m¨¢s pobre no hace m¨¢s que aumentar, y eso es un esc¨¢ndalo".
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