Las nuevas reglas del juego

El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, expres¨® ayer, en un telegrama, su "voluntad de di¨¢logo y colaboraci¨®n" con el reci¨¦n elegido presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco Varela. Una elecci¨®n que no ha sorprendido en las filas socialistas a la vista de que el mandato que ha protagonizado el moderado obispo de Bilbao, Ricardo Bl¨¢zquez, ha quedado totalmente eclipsado por el poder del ala m¨¢s conservadora del episcopado que representa Rouco.

Ha sido este sector el que se ha echado a la calle para protestar contra iniciativas legislativas del Gobierno, como la regulaci¨®n del matrimonio entre homosexuales; el que ha cuestionado su contenido democr¨¢tico y el que lleg¨® a pedir a los cat¨®licos, hace un mes, que no votaran a las opciones de izquierdas. En definitiva, la elecci¨®n ayer de Rouco ha logrado aflorar al exterior el poder real del sector m¨¢s conservador.

El Gobierno y el PSOE ya estaban preparados para este evento. De modo que en el encuentro que el presidente del Ejecutivo mantuvo hace 15 d¨ªas con el nuncio del Vaticano en Espa?a, Manuel Monteiro, no s¨®lo se quej¨® por los pronunciamientos pol¨ªticos de algunos jerarcas de la Iglesia espa?ola, como Rouco Varela, que "no son l¨®gicos en un pa¨ªs democr¨¢tico".

Zapatero advirti¨® tambi¨¦n al nuncio en aquella cena que, tras las elecciones en la Conferencia Episcopal, celebradas ayer, se iban a "establecer unas reglas de juego entre dos Estados que tienen acuerdos".

No obstante, el presidente del Gobierno distingue entre la actitud de algunos jerarcas de la Iglesia espa?ola y la del Vaticano. Zapatero, en su encuentro con Monteiro, la hizo, y resalt¨® la relaci¨®n fluida que su Gobierno ha mantenido con la diplomacia vaticana, en contraste con las "extralimitaciones" de algunos obispos espa?oles.

Con el telegrama que ayer envi¨® Zapatero a Rouco Varela, manifest¨¢ndole su voluntad de di¨¢logo, dejaba en manos del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal la posibilidad de que cambien las relaciones con la Iglesia espa?ola y recordaba al nuncio del Vaticano su pretensi¨®n de actuar como las reglas de la diplomacia exigen a los Estados.