?Ciudadanos o clientes?
Ahora que estamos en campa?a electoral, nuevamente los electores se convierten en objeto de deseo para todos los partidos pol¨ªticos, y la captura de clientes se convierte en una preocupaci¨®n que llega a ser obsesi¨®n, cuando los sondeos de opini¨®n ofrecen una estimaci¨®n de empate t¨¦cnico en las elecciones generales.
En estas situaciones, y sabiendo que los gobiernos surgen de la mayor¨ªa parlamentaria, ara?ar votos para conseguir esca?os dudosos, se convierte en la estrategia principal de los partidos pol¨ªticos, porque de no alcanzarse, desperdiciar¨¢n un importante n¨²mero de votos ociosos en las urnas. En determinados casos, hemos comprobado que mayor¨ªas de votos no siempre se han correspondido con mayor¨ªa de esca?os, de manera que para evitar tal situaci¨®n, los partidos eligen como fuente de extracci¨®n secundaria, -las fuentes primarias son militantes y simpatizantes-, a los indecisos y al voto no ideol¨®gico. Por ello, no s¨®lo es una meta mantener y recuperar votos, sino el captar los posibles, de entre grupos clientelares, que s¨®lo buscan en la representaci¨®n pol¨ªtica ofertas concretas, propiciando en algunos casos una subasta de "?hay quien de m¨¢s?"
En Andaluc¨ªa, al coincidir comicios generales y auton¨®micos, se produce una compleja situaci¨®n, al tener que combinar datos de empate t¨¦cnico, en las elecciones generales, y datos de mayor¨ªas holgadas, en las auton¨®micas. Se han de compatibilizar dos situaciones muy diferentes entre s¨ª, porque por un lado, hay que buscar clientes que proporcionen el mayor apoyo a los l¨ªderes nacionales, y por otro, tratar de mantener a los votantes de siempre en torno a los candidatos auton¨®micos. As¨ª, los partidos pol¨ªticos se encuentran supeditados a buscar clientes, como sea, para incrementar los resultados en el ¨¢mbito nacional, y adem¨¢s, obligados a mantener el grado de satisfacci¨®n de los clientes antiguos, para no perderlos. Algo dif¨ªcil de compaginar cuando de un mismo partido, en un ¨¢mbito, recibimos un discurso con unas ofertas concretas, y esas mismas se le vuelven en contra, en el otro ¨¢mbito, porque les supone una perdida de clientes.
La ¨²nica f¨®rmula eficaz para evitar tal contradicci¨®n consistir¨ªa en que, en todos los ¨¢mbitos se mirara hacia el ciudadano como tal y no se le buscara como cliente.
El cliente es aquella persona que utiliza los servicios de otra. Si bien al introducirlo en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica y de lo p¨²blico, adquiere unas connotaciones importantes que pueden propiciar aspectos positivos, pero tambi¨¦n negativos, si no existe previsi¨®n de las consecuencias que puede conllevar el darle prioridad al cliente relegando al ciudadano a un segundo puesto.
La clientela electoral puede ser positiva cuando el elector, al recibir directamente soluciones a sus problemas, entiende que el Estado le responde de forma eficaz. Pero cuando se abusa de estas relaciones de clientela electoral, existe el riesgo de segregar, dividir, separar a la sociedad en grupos, que s¨®lo est¨¦n preocupados por la satisfacci¨®n de sus intereses, llegando a provocar un posible debilitamiento de la solidaridad entre ellos, y un excesivo individualismo reivindicativo, que nada tiene que ver con la acci¨®n colectiva. Sirva como ejemplo la lucha por el agua que est¨¢ suponiendo ciertos enfrentamientos entre comunidades aut¨®nomas. Un bien p¨²blico, no puede ser tratado con la l¨®gica del mercado, de la misma manera que el beneficiado de ese bien p¨²blico es un ciudadano con unos derechos protegidos por el Estado de Derecho, y no un cliente que compra una botella de agua mineral.
Una sociedad segregada en grupos clientelares es una sociedad d¨¦bil, porque cada cual busca obtener soluciones a sus problemas, como clientes, despreocup¨¢ndose de los problemas de todos, como ciudadanos.
Hace algunos a?os ya, cuando la Nueva Gesti¨®n P¨²blica irrumpi¨® en el debate cient¨ªfico, introduciendo el concepto de cliente, gener¨® unas expectativas que el tiempo ha frustrado. La posibilidad de aplicar las pr¨¢cticas de la empresa privada al ¨¢mbito de lo p¨²blico, parec¨ªa ser la v¨ªa m¨¢s eficaz y eficiente para solventar los problemas que el modelo tradicional de Administraci¨®n P¨²blica no hab¨ªa podido superar. Tanto es as¨ª que al ciudadano se le quiso ascender a la categor¨ªa de "cliente", como si se tratase de un estadio superior al anterior.
Hoy, muchos de aquellos especialistas se replantean su posici¨®n, decepcionados ante los resultados, y reivindican volver a repensar el valor de lo p¨²blico, para poder recuperar y reforzar el concepto de ciudadan¨ªa, y anteponerlo as¨ª al de cliente. Si en la administraci¨®n se est¨¢ cuestionando el valor del cliente, ?c¨®mo tratar de extender su significado al ¨¢mbito electoral?
En los programas electorales a largo plazo, no es suficiente ofrecer productos para captar clientes, sino que es imprescindible ofrecer medidas concretas para todos los ciudadanos que aborden la mejora en la calidad y prestaci¨®n de los servicios p¨²blicos, si es que queremos mantener el Estado de bienestar y garantizar la igualdad.
La igualdad de oportunidades se crea entre todos, no por grupos, y es desde esta igualdad, desde donde se fortalece el sentimiento de ciudadan¨ªa, se construye una sociedad civil fuerte, justa, participativa, y no susceptible de ser manipulada.
Cuando el andaluz ejerce el derecho al voto, como ciudadano, debe diferenciar tres momentos: el primero, si quiere o no participar; el segundo, a qui¨¦n votar¨¢ si decide participar; y el tercero, por qu¨¦ votar¨¢ a un partido pol¨ªtico y no a otro.
En el primer y segundo momento se trata de motivaci¨®n, de un acto de libertad; en el ¨²ltimo, de racionalizar el acto y tratar de comprender cuales son las razones por las que vota a un determinado partido. Y en este ¨²ltimo momento, como ciudadano, debe de estar convencido de que a aquellos a quienes va a elegir son los que le garantizan la construcci¨®n de la sociedad que ¨¦l desea. No aquellos que m¨¢s ofrecen y se pierden en la abundancia, envueltos en un electoralismo f¨¢cil, sino quienes expliciten con claridad, precisi¨®n y coherencia, qu¨¦ es lo que van a hacer, una vez lleguen al gobierno. Si van a fortalecer el Estado de Bienestar o van a venderlo, c¨®mo se va a mejorar la calidad en la atenci¨®n a los ciudadanos, en todos los ¨¢mbitos, pero sobre todo, si los ciudadanos van a dejar de serlo para convertirse en clientes, y en tal caso, ?tiene un cliente que pagar impuestos?, ?tiene un cliente que dejar de fumar en los centros p¨²blicos?, ?tiene un cliente que limitar el consumo de alcohol para poder conducir sin constituirse en un peligro para todos?, ?tiene un cliente que pagar una multa? Porque un ciudadano si.
Un electorado que desee fortalecer al ciudadano y por ende a la sociedad, debe de elegir de entre aquellos que les ayudan a crecer como tales, con derechos y obligaciones, a todos, sin tener que dividir, enfrentar, excluir o marginar. Un partido pol¨ªtico que contribuya al fortalecimiento del ciudadano tiene que tratarle como tal y preocuparse por ¨¦l, mucho antes de que lleguen unas elecciones. Y por supuesto, no venderle nada, sino garantizarle una saludable democracia durante los cuatro a?os de legislatura, tanto si alcanza el gobierno como si ocupa la oposici¨®n.
Estamos en elecciones, si, pero esto pasa pronto, los polideportivos, las plazas de toros, los chistes, las cr¨ªticas rancias, los debates mon¨®tonos y manidos, todo esto tiene fecha de caducidad. Las necesidades de los electores seguir¨¢n estando ah¨ª, y en su eficaz protecci¨®n y atenci¨®n, en el d¨ªa a d¨ªa, es donde los pol¨ªticos tendr¨ªan que captar ciudadanos durante los casi cuatro a?os de legislatura.
Susana Corzo Fern¨¢ndez es profesora de Ciencia Pol¨ªtica y de la Administraci¨®n en la Universidad de Granada.
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