El poeta contumaz
La vista cansada es un tributo que nos reclama la madurez y el anuncio de otra etapa de la vida. Tambi¨¦n es el t¨ªtulo del poema final de Luis Garc¨ªa Montero que, a punto de estrenar la cincuentena de su edad, lo ha dedicado a Francisco (Ayala) y Carolyn (Richmond) y no por casualidad, sin duda. La presbicia introduce la confusi¨®n en lo que vemos, lo rodea de una neblina que nos hace creer que "olvidos y recuerdos / tienen los mismos ojos" (las memorias de Ayala se llamaron precisamente Recuerdos y olvidos: Ayala es maestro inmejorable del arte de envejecer y de escribirlo). Pero maestro y disc¨ªpulo saben que envejecer no equivale a resignarse y aqu¨ª es donde el poeta se alza y avisa al mundo que ya conoce todas sus trampas y que, aunque est¨¦n perdidas las ilusiones, perseverar¨¢ cegato pero con la dignidad inc¨®lume... y con las gafas que le permitir¨¢n "leer los libros" o "buscar los tel¨¦fonos que quiero" (la comunicaci¨®n telef¨®nica es un viejo fetiche del autor, tanto como lo son los taxis...), cuando "pierde el tiempo sus llaves / y yo busco mis gafas / para seguir aqu¨ª".
Vista cansada
Luis Garc¨ªa Montero
Visor. Madrid, 2008
139 p¨¢ginas. 18 euros
La poes¨ªa de Garc¨ªa Montero es un bien que se comparte, y tal cosa no es un resultado fortuito sino un designio de principio
"Seguir aqu¨ª"... Parece evidente que la poes¨ªa joven de los ochenta, la que (con notorio error conceptual) se llam¨® de la "experiencia", ha entrado en la madurez, aunque siga "aqu¨ª": los recientes libros de Carlos Marzal y Vicente Gallego, entre otros, nos lo avisan, aunque sabido es que, hace ya tiempo, Jon Juaristi ven¨ªa atisbando con desgarro los signos de la decadencia. Se lo ense?¨® a todos Jaime Gil de Biedma, alguno de cuyos versos -como otros de Machado- se han taraceado en este libro. Si el "¨²ltimo de la fiesta", Carlos Marzal, viene en serio, ?qu¨¦ habr¨ªa de hacer el primero? Los libros de Luis Garc¨ªa Montero han ido acotando aspectos de su experiencia vital, en busca de una poes¨ªa moral que se basa en la narraci¨®n de lo que tiene m¨¢s mano, la vida: sean ejemplo Habitaciones separadas (1994) y Completamente viernes (1998). Este volumen de ahora tiene, en cambio, una funci¨®n casi raps¨®dica y se concibe al modo de un "teatro de la memoria" donde se erigen las im¨¢genes m¨¢s c¨¢lidas de toda una biograf¨ªa, dispuestas a conferir sentido a lo que vendr¨¢. Son territorios ya transitados pero ahora recogidos en una dispositio de sus diferentes partes muy intencionada, como suele ocurrir siempre en nuestro autor: la infancia, el descubrimiento de Granada, la disipaci¨®n venial de una juventud militante y candorosa, el 'Segundo tiempo' de los inicios de una vida m¨¢s adulta y profesional, el 'Punto y seguido' que marca la estabilidad afectiva. El truchim¨¢n de todo es, por supuesto, la memoria que no se concibe como un recipiente est¨¢tico sino como un animal que merodea y captura (y quiz¨¢ tambi¨¦n merece) sus presas: "Prefiere cazar sola / y vivir las preguntas cruzadas de la noche", leo en 'Preguntas cruzadas', quiz¨¢ porque "todo estaba tan cerca / que los dedos / parec¨ªan surgir de la memoria", como se dice en 'Las comparaciones no son odiosas'. La estrategia de la memoria es, de hecho, una apropiaci¨®n dial¨¦ctica: la mirada nost¨¢lgica, al hacerse cargo de las p¨¦rdidas, comporta tambi¨¦n la orgullosa ratificaci¨®n de posiciones ("Lo peor / no es perder la memoria, / sino que mi pasado / no se acuerde de m¨ª"). Este poeta no se arrepiente y "dignidad" y "orgullo" son palabras significativamente repetidas. Si no fuera as¨ª, tampoco Garc¨ªa Montero entender¨ªa la poes¨ªa como algo que se completa en la lectura de un c¨®mplice: nuestro libro se abre con las 'Preguntas a un lector futuro', que parece perseverar en la petici¨®n que cerraba La intimidad de la serpiente ("Recu¨¦rdame, lector, / al doblar esta p¨¢gina") y que tambi¨¦n estaba en el lejano Diario c¨®mplice, pero que tambi¨¦n nos recuerda la evocaci¨®n de la lectura como pasi¨®n de vida en 'El lector', de Habitaciones separadas.
Una recapitulaci¨®n, como la que ofrece este poemario, es siempre una forma de contumacia. Poemas como '1958', 'Coronel Garc¨ªa' y 'No te quedes aqu¨ª' nacen de la misma alberca de recuerdos de la que surgieron 'Fotograf¨ªas veladas de la lluvia' y 'Unas cartas de amor'; hay tambi¨¦n experiencias de viaje cosmopolita, notas de un n¨®mada culto, como 'Morelia' y 'Mar Muerto', que tienen tambi¨¦n espl¨¦ndidos antecedentes, y poemas de amor definitivo que insisten en la l¨ªnea de los ¨²ltimos libros. As¨ª ha de ser, cuando un poeta ha elegido -para su gobierno y el de sus lectores- esas reglas del juego... 'Defensa de aquella amistad', por ejemplo, es un poema con nombres, v¨¢stago de la estirpe del memorable 'Despu¨¦s de la muerte de Jaime Gil de Biedma', donde apenas un par de l¨ªneas clavan los perfiles de ?lvaro Salvador, Mariano Maresca, Juan Carlos Rodr¨ªguez o Andr¨¦s Soria. Es una suerte de forillo ya utilizado que halla su lugar ahora en este teatro de la memoria, igual que sucede en 'Universidad' o 'Defensa de la pol¨ªtica', que la memoria cazadora ha hecho m¨¢s distantes en tiempo, pero no en la convicci¨®n. Como es el caso de 'Democracia', poema tan simple como convincente en el que resuena el deliberado eco inmarcesible de 'Libert¨¦', de Paul ?luard: democracia y libertad son, en realidad, cosas muy simples.
Arriba se apuntaba -al hablar de la presencia anticipada del lector en estos versos- que la poes¨ªa de Garc¨ªa Montero es un bien que se comparte, y que tal cosa no es un resultado fortuito sino un designio de principio. As¨ª es como se unifican en un solo y gran poeta ese poeta pol¨ªtico que debe tanto a Alberti (a quien homenajea una composici¨®n de este libro), con el poeta elegiaco y memorioso (albacea de Gil de Biedma, tambi¨¦n celebrado en 'Jaime'), con el poeta travieso que oscila entre Villon y Woody Allen (pasando por Lope de Vega) y con el poeta er¨®tico capaz de escribir algo tan intenso como 'La legitimidad del sol nevado', que es una defensa e ilustraci¨®n de la monogamia elegida, aunque quiz¨¢ no tan expl¨ªcita como ese madrigal afor¨ªstico envidiable que s¨®lo dice "Nadie besa dos veces / a la misma mujer" ('Mi futuro y Her¨¢clito'). En todo esto prosigue Vista cansada, para que el lector de Garc¨ªa Montero siga encontrando muchas veces esos versos que se yerguen decididos y retadores, casi lapidarios, y al lado, la habilidad del poeta-narrador que conoce como nadie el secreto del montaje emocional, cercano a la calida iunctura horaciana; para que halle al poeta cultivado que acierta con la cita impl¨ªcita o el collage intertextual, o al propietario del taller m¨¢s seguro en la fabricaci¨®n de im¨¢genes deslumbrantes, llamadas a perdurar en la memoria. La presbicia del cincuent¨®n (la coqueter¨ªa del poeta ya celebr¨® mediar la cuarentena en el poema inicial de La intimidad de la serpiente) no impedir¨¢ en absoluto que siga teniendo una vista de lince. Y el t¨ªtulo de esta bonita colecci¨®n de Visor, dise?ada por Juan Vida, donde se albergan ya un libro de Juan Gelman y ¨¦ste de Garc¨ªa Montero, podr¨ªa haber servido tambi¨¦n para rotularlo: "Palabra de honor", palabra de poeta. -
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