Una mol¨¦cula en la ciudad de Tintin
Vino caliente en la taberna Le Roy d'Espagne durante una visita a Bruselas
Con una ojeada r¨¢pida, a cierta distancia, parecen pelotas de lana ensartadas por agujas de hacer punto, en desorden. Sin embargo, cuando lo tienes delante, el artefacto te deja mudo. El Atomium, parcialmente renovado entre 2003 y 2006 -reabri¨® el 18 de febrero de ese a?o- debido a que la corrosi¨®n hab¨ªa deteriorado su estructura de acero y aluminio, es un monumento inconfundible. Brillante como el mercurio en la periferia de Bruselas, impresiona su estructura est¨¢tica y vol¨¢til a la vez -cuya audacia arquitect¨®nica participa tanto de la arquitectura como de la escultura-. Representa no s¨®lo la imagen de la capital belga, sino que se alza como emblema de la Europa moderna, proyecto tecnol¨®gico que en el continente despeg¨® en la d¨¦cada de los sesenta y hoy se prolonga con el gran nav¨ªo Airbus 870.
Viaje a la capital de la UE, visitando el parque que alberga el renovado Atomium, probando algunas de sus 500 variedades de cerveza y paseando por calles de sombrero, capa y espada.
Fue el ingeniero de origen belga Andr¨¦ Waterkeyn (1917-2005) quien concibi¨® el fabuloso conjunto para la exposici¨®n universal de 1958 -una met¨¢fora optimista del hombre cara a cara con unos descubrimientos cient¨ªficos que, usados con fines pac¨ªficos, cambiar¨ªan su destino-. El modelo fue una mol¨¦cula de cristal agrandada millones de veces; "un s¨ªmbolo del concepto del ¨¢tomo", seg¨²n Andr¨¦ Waterkeyn, para quien su obra "simboliza ese tiempo nuestro en el que los cient¨ªficos han enriquecido el conocimiento al servicio de la humanidad".
En un principio iba a ser desmontado tras la Expo, pero su ¨¦xito rotundo ha acabado convirti¨¦ndolo en uno de los s¨ªmbolos de B¨¦lgica. Sus nueve grandes esferas, conectadas entre ellas por 20 tubos, dominan, desde sus 102 metros de altura, la gran planicie de Heysel. Desde su vest¨ªbulo (semejante a una estaci¨®n de embarque para viajes interplanetarios) se accede por escaleras mec¨¢nicas a los pisos. Un ascensor central permite llegar hasta la c¨²spide sin pasar por las etapas intermedias. Situado en el ¨²ltimo nivel, el restaurante ofrece una panor¨¢mica fant¨¢stica. Una esfera ha sido adaptada por la artista espa?ola Alicia Framis para grupos de escolares y permite alojar a ni?os de 6 a 12 a?os en compa?¨ªa de sus profesores para cursos y estancias pedag¨®gicas.De Bruselas no hay que irse sin haber hecho antes media docena de visitas rituales: el Museo Tintin (all¨ª contemplamos las planchas originales, maquetas y objetos que reproducen en diferentes tama?os las aventuras del reportero m¨¢s famoso del mundo); beber un vino caliente en la taberna Le Roy d'Espagne, en la Grand Place, cuyo lujo ornamental, g¨®tico o barroco, guarda en sus fachadas la memoria de casi todas las naciones e imperios del continente (soldados espa?oles de los tercios de Flandes al servicio de Felipe II estuvieron sentados ante las mismas tablas bebiendo pintas); atravesar a pie la Calle de la Ley, eje del barrio donde est¨¢ ubicado el Parlamento Europeo y sus gigantescos aleda?os administrativos.
Una cerveza trapense
Hay que ir a degustar un plato t¨ªpico de cl¨®chinas (mejillones) con patatas fritas en Chez Leon, antro convertido por la tradici¨®n en comedor institucional. Otro paseo: adentrarse por las galer¨ªas reales Saint-Hubert, con sus bellos comercios y terrazas para merendar y comprar chocolate. Sigamos: hay que probar una cerveza, un orgullo nacional, como para los franceses el vino. Existen 500 variedades diferentes, como la trapense, inventada por la orden mon¨¢stica de los trapenses. Hay que tomarse tambi¨¦n una duvel (diablo, en flamenco) y una lambic, fermentada de forma natural.
Despu¨¦s de beber, y ligeros como la espuma, vayamos unos segundos a contemplar p¨²dicamente al ni?o desnudo haciendo pip¨ª en una esquina. Le Manneken-Pis orina sin cesar en una fuente (¨¢ngulo de la Rue de L'?tuve y la de Ch¨¨ne), como si nada. En ese momento -pol¨ªtica o est¨¦ticamente-, uno se pregunta, sin querer, si existe, entre tantas dulces y serias cosas, algo m¨¢s importante dentro del orbe geom¨¦trico del universo que aligerar los humores.
Antes de salir de Bruselas destacaremos el barrio de la Grand-Place (conjunto excepcional de diversos estilos cuyo primer adoqu¨ªn fue colocado en el siglo XII) y Saint-Catherine, coraz¨®n medieval de la ciudad, y su calle del Mercado del Carb¨®n. En la parte alta de la ciudad, palacios y edificios reales, p¨¢lidos como reliquias de una mustia Europa imperial y colonialista. Ah¨ª est¨¢n los museos de pintura m¨¢s importantes: el de Bellas Artes (con una notable selecci¨®n de obras de Rubens y su magn¨ªfica Adoraci¨®n de los magos; cuadros de Bruegel y Antoon van Dyck) y el Grand Sablon.
No est¨¢ mal concluir el d¨ªa en el Museo de Europa. Con su tercera exposici¨®n, Es nuestra historia (hasta el 23 de marzo), muestra las ra¨ªces comunes de los europeos. Todo aquello que, pese a las particularidades, une en lugar de separar: un patrimonio cultural ¨²nico e irreemplazable.
GUIA PR?CTICA
C¨®mo ir e Informaci¨®n- Ryanair (www.ryanair.com) vuela a Charleroi (a 46 kil¨®metros al sur de Bruselas), desde 20 euros, ida y vuelta, tasas incluidas.- Vueling (www.vueling.com; 902 33 39 33) vuela a Bruselas desde Barcelona, Valencia, Sevilla y M¨¢laga, desde 72,92 euros, ida y vuelta, tasas incluidas.- Brussels Airlines (www.brusselsairlines.es) vuela a Bruselas, desde 94,68 euros, ida y vuelta, tasas incluidas.- Centro Belga del C¨®mic (20 Rue des Sables, 0032 2 219 19 80; www.cbbd.be). Adultos, 7,50 euros. Abierto de 10 a 18 horas de martes a domingo. Cerrado el lunes.
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