Ginebra: se compra basura
Si los suizos no hubieran seguido a rajatabla las recomendaciones ecol¨®gicas de separar la basura, ahora no se ver¨ªan obligados a importarla del sur de Italia para evitar el cierre de una planta de eliminaci¨®n de residuos
Me resisto a creer que no haya en espa?ol una palabra capaz de definir ese temblor que asalta al viajero y que los franceses llaman d¨¦paysement, extra?amiento del pa¨ªs, p¨¦rdida del lugar, lejan¨ªa de la patria, algo similar a lo que se sol¨ªa describir con el castizo "ca¨¦rsele a uno el pelo de la dehesa". Aunque me parece que tampoco la conocen los ingleses, como si s¨®lo los franceses se sintieran raros al salir de casa y toleraran mal el abandono del cascar¨®n. El caso es que ciertamente el viajero tiene la sensibilidad muy encendida en cuanto pasa un tiempo fuera de su entorno habitual y le parece asistir a fen¨®menos extra?os all¨ª donde los lugare?os no ven nada en especial.
Leo en la Tribune de Gen¨¨ve que durante los pr¨®ximos cuatro a?os la sociedad cantonal de eliminaci¨®n de residuos (Services Industriels de Gen¨¨ve, SIG) va a importar 300.000 toneladas de basura. De inmediato me asalta la extra?eza del d¨¦pays¨¦: esta informaci¨®n es incomprensible y me deja perplejo, ?para qu¨¦ van a importar algo ontol¨®gicamente in¨²til? El titular era tan s¨®lo el comienzo de una perplejidad cada vez mayor, porque el problema de las basuras ginebrinas se inicia muy atr¨¢s.
La sociedad cantonal de eliminaci¨®n de residuos va a importar 300.000 toneladas de basura
En N¨¢poles eres acogido por un caballero vestido de Armani que te ofrece unos martinis
Cuando en el a?o 2002 el SIG puso en marcha la planta de incineraci¨®n de basuras de Les Cheneviers no calcul¨® que los ginebrinos iban a abrazar con entusiasmo la recogida ecol¨®gica de basuras dom¨¦sticas. La capacidad de los tres inmensos hornos era de 350 mil toneladas anuales, pero no ha logrado superar las 200 mil toneladas en ning¨²n momento debido al frenes¨ª selectivo de los suizos. La situaci¨®n lleg¨® a ser tan cr¨ªtica que la empresa (no se olvide que la pagan los contribuyentes) hubo de proyectar el cierre de uno de los hornos.
Iluminados por la finezza italiana, ahora los responsables discuten una nueva soluci¨®n m¨¢s sensata para no poner en la calle a los 50 obreros del horno in¨²til: importar basura italiana como quien importa aceite de oliva. Gracias a la peculiaridad napolitana, es decir, a la bronca entre la Camorra y los pol¨ªticos que piden aumento de soborno, as¨ª como a la perfecta ineficacia de la Administraci¨®n italiana con o sin soborno, la regi¨®n de Campania puede dar trabajo a los hornos ginebrinos durante decenios. De modo que se va a establecer una cadena de transporte de basuras que cruzar¨¢ la pen¨ªnsula de abajo arriba. Se trata de cargar entre 40 y 90 mil toneladas de basura fresca por a?o y subirlas primero en tren desde la punta de la bota hasta la frontera suiza y luego en camiones hasta Ginebra, pero no va a ser f¨¢cil.
Ante la inmediata avalancha de recelos, agravios y suspicacias, el portavoz de la empresa, Christian Brunier, se adelanta a pecho descubierto. En primer lugar, dice, s¨®lo admitir¨¢n basura fresca ("Nous ne voulons que du frais"), no vaya a ser que los italianos aprovechen la proverbial simplicidad helv¨¦tica para colar residuos radiactivos, detritus industriales clandestinos o pa?ales infectados de la red hospitalaria.
"?Exigiremos conocer de antemano el lugar de procedencia de la basura!", dice Brunier. "Para lo cual enviaremos equipos de especialistas a pie de obra", remata. Esto me parece soberbio. Sin duda tengo el s¨ªndrome del d¨¦pays¨¦, pero ?c¨®mo me gustar¨ªa formar parte de ese equipo de especialistas en basura fresca! Te env¨ªan a N¨¢poles en donde eres acogido por un caballero elegantemente vestido de Armani, el cual, tras unos martinis, te conduce hasta una monta?a de basura. "Assagi, egregio dottore, assagi, la prego". El suizo acepta la invitaci¨®n y revuelve las basuras con rigor calvinista, se lleva a la nariz unos nabos podridos, desmenuza unas raspas de congrio, finalmente, aquiesce. Hay trato. Se dan la mano (el italiano se la limpia solapadamente en un pa?uelo de seda de Gucci) y los camiones comienzan a cargar. El suizo vigilar¨¢ sin descanso a lo largo de toda la ruta para que no aparezca otro elegante italiano a apa?ar los camiones a la altura de Mil¨¢n. Cuando llega a la frontera tras una noche de vigilancia, el suizo, muerto de sue?o y cansancio, descubre que lleva en el bolsillo del abrigo un atadijo de diamantes, varias revistas ped¨®filas y una foto del Papa. Divisa al elegante italiano esperando en animada charla con los carabinieri de la frontera. Ahora le saluda agitando la mano y los carabinieri montan las ametralladoras.
Este no es el mayor problema. Todos saben que la Campania gobernada por la Camorra napolitana produce 250 mil toneladas anuales de basura, carece de incineradoras, ha quemado ocho as¨ª llamados "comisarios especiales para la basura napolitana" en los ¨²ltimos 14 a?os, ha despilfarrado 200 mil millones de euros y puede proporcionar materia prima durante todo el siglo XXI a los hornos suizos y a los de Pero Botero. La importaci¨®n de basura italiana no s¨®lo permitir¨ªa mantener los tres hornos, sino que dejar¨ªa un beneficio de unos 10 millones de francos suizos anuales. Pero no todo va a ser materialismo. El diputado del Movimiento de los Ciudadanos, Eric Stauffer, afirma que es una verg¨¹enza que Ginebra se pasee comprando inmundicias por Europa ("faire du shopping d'ordures") para beneficiar a la mafia italiana. La fastidiamos, ya compareci¨® el patriota.
Esta gente que habla de su pa¨ªs como si lo llevara atado al cerebelo con una correa, siempre es grandiosa: "Ginebra dice", "Ginebra quiere", "Ginebra llora". Son muy tontos, pero peligrosos. As¨ª, tambi¨¦n, el diputado Guillaume Barazzone (PDC), el cual se muestra conmovido y agraviado porque "Ginebra se va a convertir en el cubo de basura de Europa". De nada vale decirle que los hornos de Les Cheneviers llevan a?os importando basura alemana que cae a mano y luce mucho. Al diputado le duele ver a la patria convertida en una husmeadora de residuos como un mendigo de favela. El sentimentalismo es el opio del pueblo. Lo peor de esta oleada de agraviados viene, sin embargo, de los magistrados ecologistas, los cuales est¨¢n indignados porque cuando se proyectaron los hornos nadie crey¨® que los ginebrinos iban a seleccionar cuidadosamente sus basuras, que es lo que ha tra¨ªdo todo este barullo. ?No confiaron en el alma suiza! ?El suizo es m¨¢s limpio y disciplinado que un marine! ?No respetan al suizo! As¨ª gime el patriota, como si suizo no hubiera m¨¢s que uno: ¨¦l.
A los diputados ecologistas habr¨ªa que hacerles una razonable contrapropuesta: que los ginebrinos regresen a la sana costumbre de poner toda la basura junta y lo m¨¢s revuelta posible, como lo que es, mera basura. Que dejen de comportarse civilizadamente. Que abandonen un ecologismo que no hace sino crear quebraderos de cabeza a la Administraci¨®n. Y que polucionen como mandriles para dar trabajo a los hornos de Les Cheveniers. Que el ginebrino produzca m¨²ltiple asquerosa basura sucia en lugar de ir a buscarla por los burdeles mediterr¨¢neos, eso s¨ª que ser¨ªa patriotismo. Y todo lo dem¨¢s es rezar el rosario en familia.
F¨¦lix de Az¨²a es escritor.
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