La frontera
Ha pasado por fin el 9-M y uno desear¨ªa que en los pr¨®ximos a?os nadie cite esta fecha. Uno desear¨ªa que en los pr¨®ximos a?os la mayor¨ªa de los ciudadanos olviden esta fecha en la que celebramos democr¨¢ticamente unas elecciones generales. Que nadie la recuerde. Lo normal y corriente es olvidar esta clase de fechas. Es f¨¢cil olvidar primero el n¨²mero (el n¨²mero del d¨ªa) y despu¨¦s no acordarse del mes, confundirlo con otro, extraviarlo en la gambara oscura del recuerdo. Sabemos que votamos, nada m¨¢s, eso es todo y eso es lo sustancial. Sin embargo, hay quien se empe?a en que las fechas queden fosilizadas, detenidas, grabadas sobre l¨¢pidas. Pero participar en unas elecciones, por m¨¢s escepticismo que le echemos, es creer en el futuro. Votar en 2008 significa creer en 2012.
Quien ha cruzado una vez la frontera y ve lo que hay al otro lado es posible que vuelva a cruzarla
Cuatro a?os mirando hacia atr¨¢s es demasiado tiempo. Uno puede acabar con el cuello doblado y las ideas torcidas. Uno puede acabar estrell¨¢ndose. No es prudente conducir de ese modo. As¨ª se han conducido y as¨ª nos han querido conducir, con la estimable colaboraci¨®n de algunos periodistas, ciertos pol¨ªticos desorientados y desorientadores. Afortunadamente, el 9-M no ha sido el 11-M. Todos, tarde o temprano, olvidaremos este 9-M, aunque hayan sucedido algunos hechos de indudable relieve y trascendencia democr¨¢tica durante esta jornada de marzo. Es curioso, la noche del 9-M, un conocido radiofonista episcopal que lleva cuatro a?os incendiando las ondas y tomando partido hasta mancharse (que dir¨ªa Celaya) se curaba en salud constatando lo obvio: "Yo no me presento a las elecciones".
Hemos pasado al fin la frontera del nueve de marzo. Las fronteras est¨¢n para eso, para pasarlas y para superarlas y olvidarlas. ?Cambiar¨¢n de guionistas quienes durante cuatro a?os no hicieron otra cosa que mirar hacia atr¨¢s? ?Pasar¨¢n de una vez la frontera? ?Decidir¨¢n al fin mirar hacia adelante, por ejemplo hacia el a?o 2012? Los vascos lo hemos hecho. Hemos votado sin pensar en fronteras o, m¨¢s bien, deseando superarlas. Al menos esa es una de las varias lecturas posibles que ofrece el 9-M.
Me da la sensaci¨®n de que en el Pa¨ªs Vasco, durante el 9-M, hemos cruzado una frontera que a priori parec¨ªa infranqueable. Una frontera que parec¨ªa un muro. Por m¨¢s que algunos miembros del Gobierno tripartito hablen de voto coyuntural al referirse al ¨¦xito del socialismo vasco, la realidad es que un gran n¨²mero de ciudadanos vascos se ha atrevido a cruzar una frontera que, una vez traspasada, se puede convertir en camino expedito. Quien ha cruzado una vez la frontera y ha visto con sus ojos lo que hay al otro lado (ni un drag¨®n ni un endriago ni un demonio con tridente y tricornio) es posible que vuelva a cruzarla. As¨ª desaparecen las fronteras y algunos monopolios pol¨ªticos.
Salir del territorio ideol¨®gico (o, m¨¢s exactamente, del redil) es dif¨ªcil, pero no imposible. En el franquismo, salir del territorio nacional pod¨ªa resultar sospechoso. Tampoco a los hermanos Castro les gusta que los cubanos anden traspasando fronteras y creando trabasones en el cielo. Pero algunas fronteras se traspasan no con un mugalari, sino con una papeleta de voto y una urna y un Estado democr¨¢tico. Digamos que esto algo parecido a la virginidad (la introducci¨®n del voto forma parte del rito democr¨¢tico). Hay que perder el miedo, pero el miedo se pierde. Un buen d¨ªa alguien traspasa la frontera y comprueba que hay otro horizonte. Y con el tiempo olvida cu¨¢ndo cruz¨® la raya. Se olvida de la fecha, pero no del suceso.
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