"De no haber llamado, a¨²n ser¨ªa ETA"
El portero que vio a los terroristas del 11-M cuenta que se sinti¨® perseguido
Cada cinco minutos, un tren sale rumbo a Atocha. Cada parada, cientos de trabajadores adormecidos toman el Cercan¨ªas. Amanece un 11 de marzo, cuatro a?os despu¨¦s, en el que muchos no saben en qu¨¦ d¨ªa viven. "11 de marzo, ?vaya!". Es la respuesta comod¨ªn de los usuarios. Un "vaya" intenso, cargado de recuerdo, de preocupaci¨®n, de tristeza.
"No saqu¨¦ nada de esto. S¨®lo habl¨¦ por respeto a las v¨ªctimas", asegura
El testigo cuenta que tras declarar se convirti¨® en el blanco de los conservadores
Javier, de 34 a?os, sigue tomando el mismo tren en Alcal¨¢ de Henares. "A las siete y diez", asegura. "Llegu¨¦ a Atocha minutos antes de las bombas" recuerda. En Cercan¨ªas ya no hay miedo. "Los primeros d¨ªas fueron terribles", cuenta Mar¨ªa, de 27 a?os. "Entonces, muchos dejaron los trenes. Estaban desiertos. Cada asiento vac¨ªo en hora punta era como una pu?alada. Me hac¨ªa odiar el miedo, aquello no deb¨ªa de ser as¨ª". Algunos usuarios recuerdan los restos de humo y las tapias rotas en Entrev¨ªas. El vac¨ªo. El 11-M de 2004, cuando las bombas islamistas segaron 190 vidas.
Muy cerca de la estaci¨®n de Alcal¨¢ de Henares hay una porter¨ªa sombr¨ªa incluso en un d¨ªa soleado como el de ayer. Un cub¨ªculo de madera y cristal. Documentos, carteles, bol¨ªgrafos, rotuladores y cartas salpican una peque?a mesa de madera. Frente a ella, un hombre de 71 a?os que lleva "toda la vida" all¨ª. Saludando y vigilando a quien entra y sale del portal. Sus ojos, de 71 a?os, vieron hace cuatro a?os a tres hombres salir de una furgoneta Renault Kangoo blanca.
Las arrugas que marcan sus ojos se hacen m¨¢s profundas cuando se le menciona a la prensa. "Me han llamado mentiroso, embustero, vendido. He sido su diana mucho tiempo. Ahora todo est¨¢ m¨¢s tranquilo. Quiero que se olvide y que me dejen en paz".
El portero (pide silenciar su identidad) recuerda haber pensado aquel amanecer que aquellos hombres que rondaban la furgoneta podr¨ªan ser ladrones. No le dio importancia. "Despu¨¦s llegu¨¦ a casa y comenc¨¦ a ver todo aquello", susurra. Alza la vista. "Me dije 'son ¨¦stos' y llam¨¦ a la polic¨ªa". Cuatro a?os desde aquel d¨ªa. "Nadie sabe por lo que he pasado", explica mientras juega con las llaves. "Aquel d¨ªa me rode¨® la polic¨ªa, me llevaron, me preguntaron... como si fuese yo el criminal".
"El primer a?o tuve mucho miedo. Tem¨ªa que me tratasen como tratan los terroristas a los chivatos", relata. Habla de unos primeros meses llenos de tensi¨®n, de reproches, de problemas en casa, de enemigos en su barrio. De presi¨®n. Incluso dud¨® sobre si deber¨ªa haberse callado, no haber alertado, y haber seguido adelante. "Yo de esto no saqu¨¦ nada", silabea. "Si habl¨¦, fue por las v¨ªctimas. No he vendido nada, no he ido a hablar a ning¨²n sitio", recuerda. "Es respeto", a?ade.
A 350 metros de la porter¨ªa, frente a la estaci¨®n de ferrocarril, cerca de un centenar de personas se re¨²ne en silencio para recordar a los 190 muertos del m¨²ltiple atentado. De ellos, 27 eran alcala¨ªnos. Los pueblos del Corredor del Henares, recorrido por las l¨ªneas de Cercan¨ªas en cuyos vagones estallaron las bombas, padec¨ªan el dolor de la memoria de las v¨ªctimas. Las flores y las palabras de apoyo estuvieron tambi¨¦n en otras ciudades: San Fernando (8 muertos), Torrej¨®n (14), Coslada (21) y en algunos pueblos de la provincia de Guadalajara (13 muertos).
"Necesitamos que se les recuerde", explica desde detr¨¢s de sus gafas de sol Mar¨ªa Antonia Mateos, madre de Miguel Reyes, que muri¨® con 27 a?os a consecuencia de las detonaciones. "Hemos seguido el juicio y nos ha parecido bien", a?ade su esposo, Emilio Reyes. Tambi¨¦n lleva gafas oscuras. "La sentencia, muy floja", lamenta.
Tambi¨¦n acude al homenaje de la estaci¨®n Vicenta Fern¨¢ndez. Perdi¨® a su hijo David, de 23 a?os. "En estos d¨ªas revivimos todo. Desde que ha amanecido lo estoy pensando", suspira. "Es nuestro dolor y lo llevaremos siempre dentro. Rodolfo Benito, de 37 a?os, tambi¨¦n muri¨® en uno de los trenes. Su madre, Conchi Samaniego, recuerda lo mejor de ¨¦l: que iba a casarse. Que quer¨ªa ser profesor.
Mar¨ªa Antonia, Vicenta, Emilio y Conchi coinciden. Lo que m¨¢s da?o les hizo tras las muertes de sus hijos fue la manipulaci¨®n informativa. "Han muerto por pol¨ªtica", asegura Emilio. "Y los pol¨ªticos han estado divididos. Tanto unos como otros se han alimentado de las v¨ªctimas".
Desde la sombra de la porter¨ªa, el hombre de 61 a?os recuerda que s¨®lo una v¨ªctima se acerc¨® a ¨¦l para pedirle explicaciones sobre lo que hab¨ªa visto y lo que iba a declarar ante la comisi¨®n de investigaci¨®n del Congreso. "Contar¨¦ lo que vi", le respondi¨®. Dos d¨ªas despu¨¦s era el blanco de las cr¨ªticas conservadoras. "Iban a por m¨ª. 'El portero mentiroso de producciones Rubalcaba', me dec¨ªan". "Yo estaba aqu¨ª, en la porter¨ªa, el 11 de marzo, cuando escuch¨¦ por primera vez que podr¨ªan tener origen islamista", a?ade, con los ojos muy abiertos. "A pesar de todo, creo que hice bien", sostiene con voz firme. "Tal vez, de no haber llamado entonces", especula, "todav¨ªa ser¨ªa ETA".
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