Entre la desesperaci¨®n y la angustia

Desesperada y angustiada. Son los dos estados de ¨¢nimo con los que convivi¨® T. V., con su marido enfermo terminal de c¨¢ncer, durante sus ¨²ltimos d¨ªas de vida. "Las citas para que lo viera su m¨¦dico eran cerradas, as¨ª que ante cualquier duda no ten¨ªa m¨¢s remedio que acudir a mi m¨¦dico de familia, que no est¨¢ especializado en esto", relata apesadumbrada. Esta mujer se desdobl¨® para hacer las veces de m¨¦dica, de enfermera y de psic¨®loga. Hab¨ªa que procurar que sus hijos minimizaran en la medida de lo posible el impacto que conlleva ver a un padre morir lentamente. Un d¨ªa antes de su muerte opt¨® por llevarle al hospital. "Supongo que la intuici¨®n te dice que ha llegado el final. Tu ¨²nico objetivo es garantizarle una muerte lo menos dolorosa posible", relata. Unas horas despu¨¦s de su ingreso lo sedaron y muri¨® "tranquilamente". Para T. V., tener un asesoramiento sanitario y continuo sobre lo que le iba sucediendo a su marido hubiese aplacado un dolor ya en s¨ª mismo insoportable para ella y sus hijos. Otro caso terrible es el de Sergio Baudot, un padre que vio morir a su hijo de cuatro a?os mientras lo sosten¨ªa con una mano y con la otra le inyectaba la morfina. Dos ejemplos que ilustran la estremecedora soledad en la que ambos vivieron la enfermedad y la muerte de sus seres m¨¢s queridos.