Rajoy y Nosotros
"Excepto un cierto deseo de estar muerto, por lo dem¨¢s estoy bien, gracias", resum¨ªa su estado de ¨¢nimo despu¨¦s de encabezar el mot¨ªn en la Bounty el oficial Fletcher Christian interpretado por Marlon Brandon. Salvo por el detalle de no haber ganado, Mariano Rajoy deber¨ªa estar razonablemente satisfecho de los resultados de las elecciones generales del pasado 9 de marzo. Con respecto a 2004, ha obtenido 400.000 votos y subido dos puntos m¨¢s, por 40.000 y uno que ha subido el PSOE. Si el cielo se le ha desplomado encima de la cabeza (y probablemente del coraz¨®n) es porque, lejos de esa visi¨®n for¨¢nea de que las elecciones son un contraste de ofertas program¨¢ticas m¨¢s o menos basadas en las ideolog¨ªas, los procesos electorales en Espa?a son un aut¨¦ntico debate filos¨®fico.
Jos¨¦ Luis Baltar ha perdido los nervios y Francisco Cacharro ha recuperado las ganas
Las generales de marzo de 2004 fueron una confrontaci¨®n de principios (guerra contra paz, sobre todo) y las auton¨®micas de 2005 (y en buena medida las locales de 2007), un episodio m¨¢s de la eterna duda entre lo malo conocido y lo bueno por conocer. La campa?a que nos ocupa comenz¨® como una disputa de valores (monetarios), con una escalada de ofertas fiscales que estaba claro que no iba a ning¨²n lado porque la gente sabe por experiencia que los gobiernos no resuelven problemas que no hayan creado.
Agotada la subasta de gangas, se ech¨® mano de los instintos (primarios). El PSOE, del de conservaci¨®n. El PP, de otro igual de b¨¢sico y de agradecido, el de pertenencia. El nosotros somos Nosotros y vamos a meter en cintura a los Otros, oblig¨¢ndoles electoral o contractualmente a no molestar (si presidente de comunidad de vecinos fuese un cargo apetecible, el programa electoral en casi todos los edificios ser¨ªa una variante del contrato para inmigrantes propuesto por Mariano Rajoy). El problema es qui¨¦nes y qu¨¦ somos nosotros. Hasta para Rajoy.
Zapatero est¨¢ claro qu¨¦ es y qu¨¦ representa, tanto para sus seguidores como, sobre todo, para los que no lo son. El l¨ªder conservador, pese a las ideas claras de las que presum¨ªa en las vallas, tiene momentos. Los autores de una reciente biograf¨ªa amable (Si yo fuera presidente, editada por Temas de Hoy) ponen en boca de sus compa?eros de partido de Madrid que el peor defecto del presidente del Partido Popular es "el galleguismo" (esto es, "no ser todo lo claro que deber¨ªa", aclaran los bi¨®grafos). Y en Par¨ªs tienen la visi¨®n opuesta: "Cuando Mariano Rajoy viene a hacer campa?a en Galicia, rechaza hablar gallego. Sus habitantes saben que no le oir¨¢n pronunciar una palabra en esta lengua", comenzaba un reportaje de precampa?a en Le Monde, con un titular asimismo poco resolutivo ("Galicia oscila entre la tentaci¨®n nacionalista y la fidelidad a Madrid").
As¨ª es dif¨ªcil de fijar con precisi¨®n el Nosotros, incluso teni¨¦ndolo tan claro como aquella concejala de Cultura, progresista ella, que se disculp¨® en un acto p¨²blico: "Siento no poder hablar gallego, pero es que soy de Ferrol". Rajoy deber¨ªa haber tenido en cuenta los referentes. Por ejemplo, Alfredo Bra?as, el pensador tradicionalista bajo cuyo patrocinio cre¨® su Fundaci¨®n el PP de Galicia. "Sin haberse preocupado los Reyes Cat¨®licos, Cisneros, Carlos V y Felipe II de si el castellano se hablaba o no en Galicia, Navarra y Catalu?a, nos hicimos due?os de Europa y Am¨¦rica. Y ahora nos disputan desde Madrid hasta el modo de hablar. M¨¢s de un mill¨®n de gallegos seguimos con nuestra lengua, y extendi¨¦ndola cada d¨ªa m¨¢s por medio de nuestras poes¨ªas y cantares: los catalanes desterraron de su pa¨ªs el castellano, y su literatura se enriquece de un modo pasmoso", terciaba ya hace un siglo en la hoy tan de moda cuesti¨®n idiom¨¢tica el moderado regionalista y preboina Bra?as (Xornalistas con opini¨®n, Galaxia).
Por culpa de esa confusi¨®n sobre el Nosotros, tras dos d¨¦cadas de exaltaci¨®n oficial galician is beatiful, un presidenciable gallego (con el inestimable respaldo moral de otro gallego, monse?or Rouco), ha generado tres fen¨®menos sorprendentes: el porcentaje de votos socialistas sube en Galicia el doble que en Espa?a, el BNG es la ¨²nica fuerza nacionalista y/o de izquierdas del Estado que sube y/o se mantiene, y el PP baja (a la espera del bonus track del voto emigrante) casi 100.000 votos. Y lo que es peor, Jos¨¦ Luis Baltar ha perdido los nervios y Francisco Cacharro ha recuperado las ganas.
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