De las bolsas de hambre a la obesidad
Para afrontar los retos de la alimentaci¨®n no podemos permitirnos rechazar cualquier tecnolog¨ªa que ayude a asegurar la producci¨®n de alimento abundante y saludable, con los controles cient¨ªficos y sociales pertinentes
Nuestra relaci¨®n con la comida en este principio del siglo XXI es una de las mejores demostraciones de las paradojas y contradicciones que vive nuestra sociedad que pretendemos moderna y globalizada. Existen en el mundo enormes bolsas de hambre y malnutrici¨®n que disminuyen pero que no acabamos de resolver. Sin embargo, crece -incluso en los pa¨ªses en desarrollo- el n¨²mero de personas para las que la obesidad es un problema. El porcentaje de humanos viviendo en ciudades crece de forma imparable y nos alejamos de los lugares de producci¨®n de alimentos que llegan a nuestros platos siguiendo largas rutas y diversas transformaciones que dan vida a la industria alimentaria. Sin embargo, al mismo tiempo, la imagen del alimento criado con los c¨¢nones de una agricultura tradicional idealizada nos gu¨ªa a menudo al decidir lo que comemos. La demanda global de alimentos en cantidad y en calidad sigue creciendo, y a ella responde una agricultura intensiva a la que adem¨¢s le pedimos que nos provea de otros productos como combustibles. Sin embargo, sabemos que nuestra agricultura es agresiva con el medio ambiente y no deseamos que se ganen terrenos de cultivos sobre terrenos todav¨ªa no explotados. Por si todo esto fuera poco nos enteramos con sorpresa de la aparici¨®n de tecnolog¨ªas como la clonaci¨®n de animales o las plantas modificadas gen¨¦ticamente. Cuando hay que tomar decisiones sobre ellas nuestras contradicciones afloran en todo su esplendor.
Cuando hace algo m¨¢s de 10 a?os naci¨® 'Dolly', se abri¨® una nueva p¨¢gina en la historia de la biolog¨ªa
Parecemos olvidar que hoy la comida es un producto industrial, parte del comercio global
Tomemos la clonaci¨®n de animales de granja. Cuando hace algo m¨¢s de 10 a?os naci¨® Dolly se abri¨® una nueva p¨¢gina en la historia de la biolog¨ªa. Ser¨ªa posible reprogramar las c¨¦lulas que dan lugar a los diferentes ¨®rganos de nuestro cuerpo y conseguir tejidos id¨¦nticos a nosotros mismos que reparasen los que est¨¢n da?ados, aunque aparec¨ªa el fantasma de la clonaci¨®n de humanos. Pero esta misma parec¨ªa prometedora para algunos de los que trabajan en la mejora de los animales de granja, ya que se podr¨ªa utilizar para producir parentales de aquellos animales que producen mejor y m¨¢s leche o carne. Unas 500 vacas y cerdos clonados ya est¨¢n creciendo en Estados Unidos y se espera la llegada a Europa en cualquier momento de semen de toros clonados o de carne procedente de sus descendientes. Las normas internacionales de comercio dictan que s¨®lo pueden ponerse barreras por razones de seguridad alimentaria. A ambos lados del Atl¨¢ntico tenemos prestigiosas agencias que velan por la seguridad de nuestros alimentos y que coinciden en que no hay ninguna raz¨®n para pensar que los productos procedentes de animales clonados planteen problemas para la salud. Sin embargo, en Europa nos preguntamos qu¨¦ ventajas reales plantean estos animales mientras que su creaci¨®n implica problemas de bienestar animal, su uso sistem¨¢tico puede reducir la diversidad de especies en las que basamos nuestra alimentaci¨®n y se debe respetar la voluntad del consumidor que no parece muy inclinado a aceptarlos en su comida. Sobre la mesa de la Comisi¨®n Europea est¨¢n las opiniones, entre ellas la del Grupo Europeo de ?tica de las Ciencias, que deber¨ªan ayudarla para tomar una decisi¨®n complicada pero informada.
M¨¢s complicado para los responsables pol¨ªticos es el problema de las plantas modificadas gen¨¦ticamente. Porque ¨¦stas s¨ª han demostrado ventajas en su uso, pero tambi¨¦n han concitado unas reacciones violentas y organizadas en su contra. Se trata de plantas a las que mediante m¨¦todos moleculares se les ha introducido un gen que no exist¨ªa en la especie. Cuando en 1983 se demostr¨® que hacer este tipo de modificaciones ser¨ªa posible ya se vio que la tecnolog¨ªa abr¨ªa muchas posibilidades de aplicaci¨®n, pero podr¨ªa llegar a producir riesgos que habr¨ªa de minimizar. Por ello desde 1986, en Estados Unidos, y desde 1990, en Europa, se han dictado unas normativas muy rigurosas que permiten el uso de esta nueva tecnolog¨ªa con la mayor cautela. En el mundo se plantaron en 2007 unos 100 millones de hect¨¢reas de estas plantas, esencialmente soja, ma¨ªz, algod¨®n y colza. Las modificaciones introducidas en estas plantas favorecen un cultivo m¨¢s f¨¢cil y las protegen del ataque de insectos. La realidad es que la agricultura de algunos pa¨ªses ha cambiado de forma radical tras la aplicaci¨®n de estos cultivos. En Argentina, por ejemplo, la superficie de soja se ha multiplicado y su exportaci¨®n es esencial para la econom¨ªa argentina. Esta soja se usa esencialmente para dos cosas: para producir aceite que se usa sobre todo en los pa¨ªses del este de Asia y para pienso que se usa en Europa en gran cantidad. La demanda de grasa para cocinar ha crecido de tal manera que en los pa¨ªses m¨¢s pobres hay una escasez que afecta la nutrici¨®n de su gente. En Europa, con la prohibici¨®n de las harinas c¨¢rnicas tras la crisis de las vacas locas, la soja importada de Am¨¦rica, transg¨¦nica en su mayor¨ªa, es imprescindible para los piensos y algo parecido ocurre con el ma¨ªz. En este momento, tal como ha alertado la FAO, los precios de los alimentos est¨¢n aumentando de tal forma que pone en peligro el acceso a ellos de capas crecientes de la poblaci¨®n m¨¢s pobre. Estremece pensar lo que hubiera ocurrido si no hubiera habido plantas modificadas gen¨¦ticamente. Sin embargo, la oposici¨®n a estas plantas sigue intensa.
Por todo ello, los gobiernos tratan de informarse mediante comit¨¦s de expertos cuyo valor reside en la calidad de la opini¨®n que producen y en su independencia. Sorprende por ello que en un pa¨ªs como Francia, a la hora de tomar decisiones sobre las plantas modificadas gen¨¦ticamente, el Gobierno de Sarkozy haya actuado de forma precipitada. Ante la complejidad de la cuesti¨®n y las presiones contradictorias que se ejercen sobre el Gobierno franc¨¦s se ha publicado un informe poco elaborado y del que algunos pol¨ªticos han querido extraer unas conclusiones no sustentadas en ¨¦l. Por ello 12 de los 15 cient¨ªficos que participaron en el ejercicio han protestado p¨²blicamente. La credibilidad del trabajo realizado cae por los suelos.
Pero ante la comida es dif¨ªcil reaccionar fr¨ªamente. A mediados del siglo XIX la filosof¨ªa materialista utiliz¨® la frase: "Somos lo que comemos" para transmitir la idea de que somos parte del mundo material. En la actualidad la misma frase se est¨¢ utilizando m¨¢s bien por aquellos que quieren transmitir que en la comida hay algo m¨¢s que un material necesario para nuestra vida. Para la parte opulenta de nuestro mundo, la funci¨®n de la comida es otra que la de alimento. La comida es una forma de arte, es parte de nuestro estilo de vida, una forma de comunicarnos entre nosotros y de expresar nuestras convicciones. Y parecemos olvidar que hoy la comida es un producto industrial, un elemento de comercio global, algo que tiene que producirse eficientemente, que est¨¢ afectado por los equilibrios globales y que lo va a estar m¨¢s con el aumento de la poblaci¨®n y el cambio clim¨¢tico.
La aplicaci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas a la b¨²squeda de alimentos existe desde antes de que la historia existiera. En el origen de las sociedades humanas est¨¢ la identificaci¨®n de unas especies y variedades que, extendidas por todo el mundo, dieron lugar a la agricultura y la ganader¨ªa que conocemos. Ello no se hizo sin conflictos, como nos lo demuestra la lucha entre el agricultor y el cazador que aparece en toda la literatura comenzando por la historia de Ca¨ªn y Abel. En el siglo XX la aplicaci¨®n de m¨²ltiples tecnolog¨ªas agron¨®micas y gen¨¦ticas ha permitido, no sin desequilibrios, alimentarnos hasta ahora. Para afrontar los retos que tenemos delante de nosotros no podemos permitirnos dejar de utilizar cualquier tecnolog¨ªa que ayude a asegurar la producci¨®n de alimento abundante y saludable. Junto a ellas hemos desarrollado mecanismos sociales y cient¨ªficos que nos permiten utilizarlas con toda prudencia. Utilizar sabiamente tecnolog¨ªas y mecanismos de reflexi¨®n y control es imprescindible para afrontar la problem¨¢tica compleja que se avecina.
Pere Puigdom¨¨nech es miembro del Grupo Europeo de ?tica de las Ciencias y las Nuevas Tecnolog¨ªas.
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