Lo siento, no he sido ¨²til
Han pasado ya siete d¨ªas desde las ¨²ltimas elecciones, y he tenido tiempo para enterarme de lo m¨¢s indispensable: de qui¨¦n manda en Espa?a, de las declaraciones oficiales, de las promesas repetidas y de que han ganado todos. Pero les ruego que me permitan hablarles tambi¨¦n de otra cosa: de mi voto. Ya s¨¦ que no es habitual, que no es discreto, y que adem¨¢s voy a decir lo contrario de todo el mundo, porque todo el mundo vota a una esperanza, y yo he votado a un recuerdo.
Claro que antes siempre vot¨¦ a una esperanza: como viejo periodista que ha informado de tantas elecciones, como fundador del Grupo de Periodistas Democr¨¢ticos en la dura ¨¦poca franquista, pretendo morir como un hombre de fe, pero tambi¨¦n vivir como un hombre de sentimientos. Por eso, al votar, eleg¨ª una papeleta que la inmensa mayor¨ªa de ustedes -me temo- ni siquiera han visto: su s¨ªmbolo es un toro martirizado por 100 banderillas. He votado por los defensores de los animales, por los seres que no nos enga?an, los que no tienen voz ni dinero. S¨®lo tienen una mirada.
He votado por los que siempre pierden y por los que nunca me buscar¨¢n para mandarme. Y eso que los t¨¦cnicos me lo tienen bien dicho: vota al futuro, vota al pa¨ªs, vota en conciencia y, sobre todo, vota ¨²til (aunque al votar ¨²til te olvides de tu conciencia). Bueno, pues al menos con ella he votado, y tambi¨¦n con todo lo dem¨¢s, porque aspiro a un pa¨ªs mejor y menos cruel y a un futuro donde, entre tantas banderas, haya una para la cultura y los sentimientos.
Bien, pues he votado por los defensores de los animales, aun a sabiendas de que nadie les aclamar¨¢, he votado por los que siempre sufren y tambi¨¦n por mis recuerdos.
Perd¨®nenme por mis recuerdos, ya que adem¨¢s no tienen valor electoral alguno: he votado por un perro abandonado en un barrio pobre, durante la Guerra Civil, y al que los ni?os d¨¢bamos la comida que no ten¨ªamos, para que viviera y se acurrucara con nosotros por las noches. ?l nos correspond¨ªa anunciando a ladridos los bombardeos antes de que sonaran las sirenas. He votado por un caballo que me salv¨® la vida, por los canes que vi morir de viejos, despu¨¦s de adivinar mis sentimientos cada d¨ªa. He votado por los gatos perseguidos a pedradas, por las v¨ªctimas de los laboratorios, por los animales que acompa?an a los enfermos. He votado tambi¨¦n por un recuerdo concreto: siendo ni?o me obligaron a ver en la plaza a un toro estoqueado seis veces, que quieto en la arena gem¨ªa, miraba al p¨²blico e invocaba piedad. El p¨²blico quiz¨¢ no sab¨ªa que, con la suerte de varas, se rompe el cuello del animal, y as¨ª pasan dos cosas: ¨¦ste no puede embestir de costado y el "maestro" se puede arrimar con toda temeridad.
S¨¦ que mi voto estuvo dedicado a la esperanza y al aire, pero no estoy solo: existen heroicas sociedades de protecci¨®n, y adem¨¢s el Colegio de Abogados de Barcelona tiene una magn¨ªfica secci¨®n de defensa de los derechos del animal. Y quisiera decir algo m¨¢s del Colegio de Abogados, porque quiz¨¢ ya nadie lo recuerda: el padre del presidente del primer Congreso democr¨¢tico -Peces Barba- era represaliado pol¨ªtico durante el franquismo y no pod¨ªa ejercer en Madrid. Pues bien, nuestro colegio le permiti¨® ejercer en Barcelona. Y en prueba de gratitud, muchos a?os despu¨¦s, quiso tener el honor de defender aqu¨ª el ¨²ltimo caso de su vida.
Perdonen que sea m¨¢s largo que otras veces, pero les quisiera narrar dos aut¨¦nticas historias de animales: una me la explic¨® un polic¨ªa, otra un veterinario. La del polic¨ªa es ¨¦sta: una familia se va de vacaciones y decide abandonar al perro porque estorba. Pero antes de irse han de ocultar tres brillantes que tienen en el piso. Un experto les dice: "Lo que m¨¢s se ve es lo que menos se ve". Y por tanto ocultan los brillantes en tres migas de pan que dejan encima de la mesa. Luego lanzan al pobre perro a la autopista. Pero cuando vuelven al piso, las migas de pan ya no est¨¢n. Demasiado tarde comprenden que, antes de salir, el perro hambriento se las hab¨ªa comido.
Y ahora la historia del veterinario, que tambi¨¦n es la de un polic¨ªa. El polic¨ªa vigila a un ladronzuelo que tambi¨¦n trabaja, y va cada d¨ªa a la parada del autob¨²s con su mujer, a hora fija. Tambi¨¦n le acompa?a su perro, que luego vuelve solo a casa. Un d¨ªa la mujer muere y van solos a la parada el hombre y el perro, que sigue volviendo solo. El polic¨ªa detiene al fin, con pruebas, al peque?o delincuente, y por tanto ¨¦ste desaparece, pero el perro sigue acudiendo cada d¨ªa a la parada del autob¨²s y volvi¨¦ndose con el rabo entre piernas. Al final, el polic¨ªa se lo lleva por compasi¨®n e informa a su jefe: "He detenido a su perro".
Disculpen, pero no he sabido otra forma de explicar mi voto.
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