L¨®gica del obsesivo
Con Quim Monz¨® no compite nadie en las letras catalanas de hoy porque un libro suyo es socialmente mucho m¨¢s que un nuevo libro de Quim Monz¨®: es el libro de una patum capaz ella sola de desactivar en directo a dos de los personajes m¨¢s supuestamente imaginativos y corrosivos de la televisi¨®n catalana y capaz tambi¨¦n de construir sin peajes ¨¦ticos ni falsedades de p¨²lpito un discurso como el de la Feria de Francfort (menci¨®n que se me escapa, y har¨¦ penitencia). Y adem¨¢s es autor diario de un billete period¨ªstico en La Vanguardia, sin abuso de f¨®rmulas narrativas ni refritos de escritor en el taller ensimismado del arte: es un comentario de costumbres sociales, de car¨¢cter pol¨ªtico o de observaci¨®n inteligente.
Mil cretinos
Quim Monz¨®
Traducci¨®n de Rosa Alapont
Anagrama. Barcelona, 2008
170 p¨¢ginas. 15 euros
El relato breve (y cuanto m¨¢s largo dentro de lo breve, mejor) es su ¨®ptimo formato literario para m¨ª, y estos Mil cretinos no me parecen el formidable libro que ha querido leer la sociedad literaria y medi¨¢tica catalana pero s¨ª es un libro de relatos por encima de la media de las letras espa?olas (mientras que el Sergi P¨¤mies de Si menges una llimona sense fer ganyotes, tambi¨¦n traducido en Anagrama, es uno de los grandes libros de cuentos en la Espa?a de los ¨²ltimos a?os). Pero Monz¨® no es ya el chaval delirante y sobre todo met¨®dico y meticuloso que fue, sino un narrador con el mundo visto desde cerca y desde lejos, tocado de una p¨¢tina de esc¨¦ptica lucidez, neblinosa incluso, como neblinoso es el final de 'La llegada de la primavera', un uso milagroso de la fluidez del catal¨¢n plagado de sutilezas (que no siempre traslada la traducci¨®n al castellano) y un poso que quiz¨¢ se llama madurez ir¨®nica y a ratos rebrinca irritable. Pero seguimos en el territorio del desvar¨ªo met¨®dico, la obsesi¨®n meticulosa y el microdetalle sistem¨¢tico, de la ausencia radical de patetismo y la hegemon¨ªa de una iron¨ªa reflexiva que ni se ve ni se toca pero est¨¢; tambi¨¦n seguimos en el silencio absoluto sobre las patrias de los personajes, porque lo son todas, y trata de cualquiera.
Es verdad que es un libro atacado por la melancol¨ªa de los finales y eso no era aire com¨²n del Monz¨® que caricaturiz¨® a un escritor neurotizado con el Nobel en una irresistible novela corta de El millor dels mons, ni es el pillastre burl¨®n y corrosivo, desaprensivo dentro de la piedad que emana casi toda buena literatura. En Mil cretinos la vejez geri¨¢trica y la tentaci¨®n del olvido conviven con la adulaci¨®n de un escritor trepa o los sue?os absurdos. Quiz¨¢ el mejor de todos los relatos es el m¨¢s melanc¨®lico y el que m¨¢s distanciadamente exhibe la presumible implicaci¨®n del autor en lo que narra: va en tercera persona, sucede en un geri¨¢trico (aunque suceda en realidad en la cabeza de su protagonista) y trata de la agon¨ªa de la vida, de lo ¨²nico insoportablemente rutinario y devastador, que es el envejecimiento lento y avanzado. La madre es un personaje temible y poderoso, y lo es el padre en su silencio, pero nada importa tanto como el propio narrador, como en casi todos los relatos de este libro, incluido aquel que recrea las neurosis obsesivas de un sujeto que mira por la ventana y sufre mientras lo hace y sufrir¨¢ cuando deje de hacerlo. Es un absurdo m¨¢s, como tantas veces en Monz¨®, aunque no siempre asome aqu¨ª el br¨ªo emotivo disimulado, ni tampoco la acidez socarrona de otros relatos suyos. El libro es emotivamente mate, levemente triste, aunque la sonrisa no se borre en la secci¨®n final de relatos muy breves ni tampoco en ese otro que descubre para desesperaci¨®n nuestra que el amor puede ser traicioneramente eterno.
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