El modelo de Fraga
Creo que nadie le atribuir¨¢ a uno simpat¨ªa pol¨ªtica por Manuel Fraga Iribarne, una figura en conjunto nefasta, por ello, uno se permite reconocerle la inteligencia y algunos aciertos en una carrera pol¨ªtica tan larga. Cuando se haga balance en serio de su paso por Galicia, despues de Madrid y antes de Madrid, junto a las cr¨ªticas a su paternalismo autoritario, reaccionarismo integrista, despotismo col¨¦rico, fomento del clientelismo, negaci¨®n de la libertad de expresi¨®n, etc, habr¨¢ que reconocer entre otras cosas que, desde que tenemos autonom¨ªa, le hizo a Galicia desde el poder la ¨²nica propuesta de pa¨ªs seria. Otra cosa es que la compartamos y que fuese realizable.
Fraga, una inteligencia violenta y en ebullici¨®n constante, teoriz¨® una Galicia posible tomando como modelo expl¨ªcitamente a Baviera e intent¨® plasmar una r¨¦plica aqu¨ª. Siendo un pol¨ªtico profesional camale¨®nico, oportunista y pragm¨¢tico, con respecto a Galicia fue visionario y ut¨®pico. En su imaginario somos un lugar de infancia, un lugar mental y emocional, y como tal concibi¨® un reino de cuento infantil y una sociedad eternamente detenida, como una mu?eca anciana. Se tom¨® en serio el trabajo de imaginar esa utop¨ªa fantasiosa, pero le ceg¨® ese velo literario propio de los sue?os y no vio que no hay similitudes reales entre Galicia y aquel otro land, m¨¢s all¨¢ de unos remotos ancestros celtas y germanos. Baviera, como la mayor¨ªa de los lands alemanes, tuvo su industrializaci¨®n en el siglo XVIII y XIX y tras la emigraci¨®n del campo a la ciudad su campesinado actual no ten¨ªa nada que ver con la Galicia de hace treinta a?os ni a¨²n con la actual.
El fraguismo fracas¨® por intentar destruir lo que no cab¨ªa en su perversa utop¨ªa de Galicia
Munich es una antigua y hermosa ciudad, pero opulenta hasta la ostentaci¨®n porque alberga una burgues¨ªa riqu¨ªsima. Una burgues¨ªa aut¨®ctona y orgullosa de su origen y de su pa¨ªs, nada que ver con esta Galicia que no tiene clase dirigente. Baviera tiene un gran orgullo y conciencia de s¨ª, una conciencia creada por hacendados y burgueses e interiorizada por la poblaci¨®n. En Galicia hay una gran conciencia de nosotros, pero ha sido hasta ahora puramente antropol¨®gica, nos sab¨ªamos distintos a la identidad dominante, pero sin orgullo; al contrario, con verg¨¹enza. Se puede decir que en Baviera hay un continuo, pero en Galicia nos esforzamos por romper la continuidad. Por otro lado Baviera alberga un centro oscuro, siniestro y xen¨®fobo que, afortunadamente, aqu¨ª no hay. Fraga vio en Baviera un modelo en el que el progreso, las transformaciones se armonizaban con la tradici¨®n sin rupturas. Pero eso en Galicia es imposible, toda nuestra historia es conflictiva y la Galicia actual, todo el siglo XX, es una gran ruptura.
La esencia de nuestra Galicia son los desequilibrios, las quiebras de continuidad, la lucha entre el campo y las peque?as ciudades, entre lenguas, entre propuestas que nos proponen una huida imposible a un pasado imaginado y las de asimilarnos y desaparecer en una identidad espa?ola construida con materiales ajenos y contrarios a nosotros. Somos una lucha ag¨®nica entre partes contrarias de nosotros mismos. El sue?o de una Galicia posmedieval id¨ªlica era imposible, la literatura retrat¨® el ¨²ltimo aliento de una clase enferma, ah¨ª est¨¢n Los pazos de Ulloa, el ciclo carlista y las Comedias B¨¢rbaras de Valle, Os se?ores da Terra de Otero. Ah¨ª s¨®lo hay barbarie, ca¨ªda y final ("?D¨®nde est¨¢ el rayo que a todos nos abrase!", clama Cara de Plata).
Con todo, Fraga acept¨® y reformul¨® uno de los contenidos del galleguismo y nos dej¨® un concepto pol¨ªtico ideol¨®gico, la "autoidentificaci¨®n", para resolver el problema de identidad de nuestro pa¨ªs: vernos en un espejo propio y aceptarnos. Y tambi¨¦n nos dej¨® un concepto pol¨ªtico administrativo: la "administraci¨®n ¨²nica", nuestro autogobierno, la autonom¨ªa, no entra en contradicci¨®n con el Estado sino que forma parte de ¨¦l, es un continuo pol¨ªtico y administrativo constitucional. Aunque eso, siendo cierto, no elimina completamente la conflictividad y las contradicciones de intereses. El fraguismo fracas¨® precisamente por el af¨¢n totalitario de pretender congelar al pa¨ªs, negar lo diverso e intentar destruir lo que no cab¨ªa en su perversa utop¨ªa de una Galicia encerrada en un jard¨ªn. Pero, como la pol¨ªtica gallega hoy no nos ofrece horizonte ni modelo alguno, conviene recordar aquel esfuerzo de Fraga. A cada uno, lo suyo.
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