Un gran reportero
El periodista de EL PA?S Jos¨¦ Comas fallece en Alemania
Jos¨¦ Comas (La Vega de los Caseros, 1944) fue un gigantesco reportero. "?C¨®mo deber¨ªa ser el individuo que se dedica a la profesi¨®n period¨ªstica?", se preguntaba Ryszard Kapuscinski. "Deber¨ªa ser sabio, capacitarse ininterrumpidamente, deber¨ªa tener sentido de la responsabilidad, deber¨ªa respetar las normas de la ¨¦tica, deber¨ªa amar su trabajo. Pero tambi¨¦n deber¨ªa ser un hombre abierto a otros hombres, a otras razones, a otras culturas, tolerante y humanista". Si a esto a?adimos una desbordante pasi¨®n por el f¨²tbol y algunos arranques hom¨¦ricos de mal genio, de los que el mism¨ªsimo capit¨¢n Haddock se sentir¨ªa orgulloso, tendr¨ªamos una muy buena definici¨®n de Pepe Comas, corresponsal en Alemania, M¨¦xico y Argentina, y enviado especial a decenas de pa¨ªses. A trav¨¦s de sus cr¨®nicas para EL PA?S, al que se incorpor¨® en abril de 1981 en Bonn, se puede trazar un retrato, lleno de inteligencia y de perspectiva, de lo que ha ocurrido en el mundo en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas.
Ha sido necesario un linfoma no-Hodgkin para acabar con este gigante asturiano, para silenciar su mordaz sentido del humor y sus cr¨®nicas. En un oficio en el que muchos se retiran a sus cuarteles de invierno en cuanto pueden, Pepe Comas siempre quiso ser lo que fue desde que, en 1976, abandon¨® sus clases de espa?ol en Alemania para dedicarse al periodismo: un reportero.
Reci¨¦n contratado en EL PA?S, Pepe Comas carg¨® un cami¨®n de naranjas, junto a un periodista brasile?o, y sali¨® de Bonn en direcci¨®n a la entonces Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana para entrar en Polonia, donde el general Jaruzelski acababa de decretar la ley marcial. Era diciembre de 1981 y los periodistas ten¨ªan prohibida la entrada al pa¨ªs. Gracias a los v¨ªveres, logr¨® burlar a los aduaneros polacos y escribir una serie de extraordinarios reportajes.
Desde aquel invierno polaco, Comas hizo lo mismo en decenas de pa¨ªses, en las guerras centroamericanas de los ochenta, en los golpes de Estado de los carapintadas argentinos, en las favelas de R¨ªo de Janeiro o en los barrios marginales de Hait¨ª, bajo las bombas de la OTAN en Belgrado o en el Kosovo de la inmediata posguerra: saltarse las trabas del poder para que los periodistas no puedan narrar lo que ocurre.
Cuenta Pierre Assouline en una biograf¨ªa de Albert Londres, el padre del reporterismo franc¨¦s, que un general se acerc¨® a un grupo de periodistas que estaban en el frente, durante la I Guerra Mundial, y les dijo: "Ya est¨¢n ustedes otra vez donde no deber¨ªan. Por eso leemos los peri¨®dicos". Pepe Comas se pas¨® media vida all¨ª donde no deber¨ªa y sus lectores se lo agradeceremos siempre.
La Egoteca
Su mujer, Ana Lorite, compa?era en la secci¨®n de Documentaci¨®n de EL PA?S, le ayud¨® a recuperar todas sus cr¨®nicas y las encuadern¨® en 25 tomos que formaban lo que Pepe llamaba la Egoteca. Leer esos extraordinarios textos period¨ªsticos es un lujo por su estilo -certero, claro, ir¨®nico-, por su talento para atrapar al lector desde las primeras frases, por la inteligencia en la elecci¨®n de los ¨¢ngulos y por su capacidad para detectar la historia mientras ocurre. Y no es una exageraci¨®n. "Su aspecto enclenque, acentuado por su ceguera, lo convert¨ªa en un aut¨®mata inv¨¢lido pendiente del lazarillo de turno. Era Joaqu¨ªn Balaguer la ant¨ªtesis de la imagen del caudillo latinoamericano", arrancaba una de sus miles de cr¨®nicas.
"Las cr¨®nicas y los premios son la mejor p¨ªldora contra la depresi¨®n", dijo Pepe cuando le concedieron, el pasado mayo, el Premio Salvador de Madariaga por su labor desde Alemania. En este pa¨ªs fue corresponsal en tres periodos diferentes: dos en Bonn y un tercero en Berl¨ªn, donde le vino a visitar el horror del linfoma.
Nunca dej¨® de escribir: public¨® casi 200 cr¨®nicas durante el a?o 2007 en los huecos que le dej¨® su lucha contra el c¨¢ncer, al que sobrevivi¨® durante tres a?os gracias a su fuerza tel¨²rica y al amor y la energ¨ªa de Ana Lorite. Como en la escena inicial de Broadway Danny Rose, en la que varios c¨®micos rememoran a un personaje interpretado por Woody Allen, un grupo de amigos record¨¢bamos recientemente an¨¦cdotas de Pepe, sus cabreos descomunales -casi mata de un infarto a un colega cuando se puso a gritar a un soldado alem¨¢n en Kosovo, mientras le apuntaba a la cabeza, que si ten¨ªa huevos le disparase o que si no le dejase pasar para que pudiese trabajar en paz-, su generosidad con los j¨®venes periodistas, su inagotable sentido del humor, su sinceridad descarnada, su inmensa cultura, sus cenas de quesos asturianos, sus jornadas interminables de f¨²tbol, sus carcajadas de gigante bueno de pelo blanco.
Privilegiados junto a ¨¦l
Pepe deja dos hijos -Andrea Libertad y Jos¨¦, ambos periodistas-, un nieto y muchos disc¨ªpulos, periodistas que consideran un privilegio haber podido aprender el oficio junto a ¨¦l. "Todos los hombres son mortales, pero para cada hombre su muerte es un accidente e, incluso si la conoce y acepta, una violencia a destiempo", escribi¨® Simone de Beauvoir en Una muerte tan dulce. "La muerte como tal no me asusta: tengo miedo del salto", sigue Beauvoir.
Como en el cuento iraqu¨ª, Pepe ten¨ªa desde hace tiempo una cita en Samarra pero, como hizo durante 30 a?os de periodismo, se debati¨® hasta el final contra un poder que trataba de impedir que hiciese su trabajo. Nunca le olvidaremos y nos ocuparemos de que las siguientes generaciones de periodistas conozcan el legado de un gran reportero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.