Haza?a
?Resucitar? Esa haza?a est¨¢ hoy al alcance de cualquiera. Basta con recoger los propios despojos, levantar con los brazos la losa que uno lleva sobre la cabeza, tomar un poco de impulso para saltar de la sepultura y comenzar a caminar sin volver nunca la cara atr¨¢s. Una vez realizado este hecho anodino hay varias opciones: uno puede aparecerse a su propia Mar¨ªa Magdalena o simplemente regresar a casa o incluso ir directamente al garito y sentarse en la partida de p¨®quer que dej¨® a medias, como si uno jam¨¢s hubiera muerto. La primera norma del perfecto resucitado consiste en no causar ninguna sorpresa cuando la familia te vea entrar de nuevo por la puerta o los amigos reciban tu llamada de tel¨¦fono para citarlos en el bar. A partir de ese momento todo son ventajas. Un ser que viene del otro lado de la tapia tiene derecho a gozar de absoluta libertad. Nadie puede echarle nada en cara a un redivivo, que ha sido juzgado en el otro mundo. No obstante, el resucitado corre el peligro de volver a las andadas si cede de nuevo su territorio y se deja atrapar por quienes en la etapa anterior de su vida se hab¨ªan apoderado de su voluntad. Despu¨¦s de morir en la cruz Jesucristo baj¨® a los infiernos, pero al tercer d¨ªa, un domingo de Pascua como hoy, sali¨® de la sepultura con su cuerpo glorioso completamente libre, con capacidad para atravesar las paredes y estar en varios sitios al mismo tiempo. En su nueva vida se ve¨ªa con Mar¨ªa Magdalena cuando le daba la gana, com¨ªa a menudo con sus disc¨ªpulos, quienes unas veces le reconoc¨ªan y otras no, y cuando se cans¨® de estar en este mundo se fue al cielo. No obstante, sus fieles le tendieron una trampa. Con la intenci¨®n de adorarlo comenzaron a construirle un templo suntuoso en la Tierra con muchos m¨¢rmoles y le imploraron que bajara de las alturas a visitarlo. Eso hizo Dios y una vez dentro de ese recinto all¨ª lo dejaron para siempre encerrado. Con un poco de esfuerzo cualquiera puede resucitar, aunque no haya muerto. Salir de la propia sepultura no tiene por qu¨¦ ser m¨¢s dif¨ªcil que saltar un charco. Ahora bien, habi¨¦ndose quitado la l¨¢pida de encima, ser¨ªa imperdonable quedar de nuevo atrapado. En evitar eso, y no en otra cosa, consiste esta haza?a.
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