Memorial de futuro
Son varias las virtudes de Mirant al cel, la pel¨ªcula de Jes¨²s Garay sobre los bombardeos que padeci¨® Barcelona durante la Guerra Civil, estrenada como una de las iniciativas sobre el tema del Memorial Democr¨¤tic. De entrada, las de ¨ªndole estrictamente cinematogr¨¢fica, como aporte a la interesante l¨ªnea de documental de creaci¨®n que se est¨¢ produciendo en la ciudad en los ¨²ltimos a?os. Luego, como contribuci¨®n a la vindicaci¨®n de la biograf¨ªa combativa de Barcelona, de la mano de un realizador al que ya deb¨ªamos La Mari (2002), una rara incursi¨®n desde el cine a la lucha de los barrios bajo el franquismo. Pero hay otra cualidad que merece ser destacada en la pel¨ªcula: la de subrayar el valor simb¨®lico, pero tambi¨¦n la belleza inmensa e intensa de uno de los lugares m¨¢s impresionantes de Barcelona: el Tur¨® de la Rovira.
Otra cualidad de la pel¨ªcula 'Mirant al cel', de Jes¨²s Garay, es la de subrayar el valor simb¨®lico y la belleza inmensa e intensa del Tur¨® de la Rovira
?Y si se habilitara el fort¨ªn antia¨¦reo del Carmel como Museo de la Resistencia, una instalaci¨®n para hacer el elogio de la lucha por la libertad?
No es s¨®lo que esa colina en pleno centro geogr¨¢fico de la ciudad permita una contemplaci¨®n excepcional de la masa urbana que la rodea. Ni tampoco el valor hist¨®rico que alberga, ubicaci¨®n, entre otras cosas, de lo que fue la defensa a¨¦rea de Barcelona. Es la potencia del sitio mismo, la energ¨ªa que destila, las reverberaciones sensibles y emocionales de todo tipo que suscita, incluso entre aquellos que nada saben de su historia; su silencio, las huellas que all¨ª se amontonan, algunas recientes, como las pintadas permanentemente renovadas que todav¨ªa hacen m¨¢s alucinante el escenario. Un paraje en el que casi nunca hay nadie, pero que nunca est¨¢ vac¨ªo, saturado como se intuye siempre de ausencias. Ese c¨²mulo de sensaciones es el que Jes¨²s Garay ha sabido transmitir en sus im¨¢genes.
Es la suerte que espera a ese sitio lo que inquieta, levant¨¢ndose como se levanta en medio de un viejo objetivo de depredaci¨®n urban¨ªstica: los Tres Turons, la peque?a sierra que forman los cerros de la Rovira, la Creueta del Coll y el Carmel. El sector ya hab¨ªa sido objetivo de planes durante el franquismo, que, apenas modificados, se reavivan ahora, vinculados a la reforma del Carmel, un barrio que pronto ser¨¢ atractivo para clases medias ¨¢vidas de ubicarse en zonas con "sabor popular" y, de paso, con magn¨ªficas vistas sobre Barcelona.
El proyecto de parque tiene en contra la oposici¨®n vecinal, por cuanto implica la afectaci¨®n de 900 viviendas que se encuentran dentro de su per¨ªmetro previsto, entre ellas las del conjunto Labernia, excelente ejemplo de urbanizaci¨®n de mediados del siglo XIX. El objetivo parece claro: desalojar la futura zona verde y densificar su entorno con nuevas construcciones -9.500 previstas-, cuyos nuevos destinatarios es dudoso que pertenezcan a las clases populares que hasta ahora hab¨ªan habitado en esa parte alta de la ciudad.
La cuesti¨®n es cu¨¢l va a ser el porvenir de las casamatas desde las que se proteg¨ªa Barcelona de la aviaci¨®n italiana y de todo su entorno. Si para el conjunto del Tur¨® de la Rovira, los vecinos tienen raz¨®n en vindicar que el futuro parque -sin duda necesario- respete las viviendas, por lo que hace a la localizaci¨®n principal de la pel¨ªcula de Garay hay que preguntarse si los cambios que se acercan sabr¨¢n mantener y subrayar el aliento especial que ahora mismo ya desprende el sitio sin querer. Cabe temer que a ese lugar de memoria le aguarde el mismo vergonzoso porvenir que deparado al Camp de la Bota, sobre el que se extendi¨® el as¨¦ptico emplazamiento del F¨®rum de las Culturas, para el que el calvario de casi dos mil personas all¨ª fusiladas entre 1939 y 1952 no pareci¨® demasiado relevante. Por no hablar de la c¨¢rcel Modelo, qui¨¦n sabe si reconvertida un d¨ªa en centro comercial, o del castillo de Montju?c, condenado a convertirse en parque tem¨¢tico del buenrollismo institucional, en este caso bajo la forma de Museo de la Paz.
?Y si se habilitara el fort¨ªn antia¨¦reo del Carmel como Museo de la Resistencia, una instalaci¨®n con la que cuentan muchas ciudades europeas con menos m¨¦ritos que Barcelona para hacer en y de ellas el elogio de la lucha por la libertad? Un lugar as¨ª servir¨ªa para hacer tomar conciencia de que el recuerdo no tiene que ver nada con el pasado, sino con una prospectiva de futuro en relaci¨®n con el cual lo rememorado es pertinente y significativo. Evocar es invocar, y en este caso ser¨ªa ¨¦ste el entorno ideal para rebatir un malentendido que hoy se empe?a en cultivar la historia oficial: el de que aqu¨ª miles de seres humanos perdieron la vida o la libertad defendiendo la democracia. ?sa no es toda la verdad. La inmensa mayor¨ªa de las v¨ªctimas del fascismo lo fueron porque se las consider¨® involucradas en una aut¨¦ntica transformaci¨®n de la sociedad. Aquella ciudad que las bater¨ªas del Tur¨® de la Rovira defend¨ªan no estaba siendo castigada s¨®lo porque celebraba elecciones cada cuatro a?os, sino porque hab¨ªa visto triunfar una verdadera revoluci¨®n social. Es de eso de lo que habr¨ªa que hacer tambi¨¦n memoria: del hijo que en aquellos d¨ªas terribles de 1938, como escribi¨® Pere Quart, llevaba Barcelona en sus entra?as, aquel hijo al que no dejaron ni dejar¨¢n nacer.
Manuel Delgado es profesor de Antropolog¨ªa en la Universidad de Barcelona.
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