La nueva cruzada de la Iglesia se libra en casa
La guerra del Papa contra el laicismo coincide con su p¨¦rdidade peso en pa¨ªses cat¨®licos
Lo dijo Marx en La cuesti¨®n jud¨ªa: "El as¨ª llamado Estado cristiano necesita de la religi¨®n cristiana para completarse como Estado. El Estado democr¨¢tico, el verdadero Estado, no necesita de la religi¨®n para completarse pol¨ªticamente". Y a?ad¨ªa: "La emancipaci¨®n de la pol¨ªtica respecto a la religi¨®n permite subsistir a la religi¨®n, si bien no a una religi¨®n privilegiada".
Ha llovido mucho desde entonces, pero ?qu¨¦ peso real tiene hoy la Iglesia Cat¨®lica en los pa¨ªses donde es confesi¨®n "privilegiada"? ?Respeta la divisi¨®n Iglesia-Estado? ?Ejerce la misma presi¨®n que, por ejemplo, los obispos espa?oles?
Los cat¨®licos han sido invitados a implicarse m¨¢s en pol¨ªtica
En ning¨²n pa¨ªs la tensi¨®n con el poder pol¨ªtico lleg¨® a los extremos de Espa?a
El Papa viajar¨¢ en abril a EE UU, donde a¨²n pesan los esc¨¢ndalos
En Brasil, Ratzinger reprendi¨® a Lula por el aborto y las c¨¦lulas madre
El 80% de los italianos se define cat¨®lico m¨¢s por tradici¨®n que por fe
La injerencia pol¨ªtica genera un malestar cada vez m¨¢s relevante
Salvando el caso italiano, sede milenaria del poder cat¨®lico, en ning¨²n sitio las cosas van tan lejos como en Espa?a. En otros pa¨ªses occidentales de tradici¨®n cat¨®lica la influencia de la Iglesia parece en franco retroceso, tal como indican las vocaciones, las confesiones, los bautizos o los matrimonios can¨®nicos.
En su c¨¦lebre y pol¨¦mico discurso de Ratisbona, el 12 de septiembre de 2006, Joseph Ratzinger dio a conocer las bases de la nueva batalla del catolicismo: relaci¨®n entre fe y raz¨®n moderna, reivindicaci¨®n de la teolog¨ªa como base ¨¦tica de las ciencias, y una apuesta, irreal a juicio de algunos, por el di¨¢logo entre religiones como medio de frenar la barbarie de la guerra santa. Dos a?os antes, en 2004, el entonces cardenal Ratzinger hab¨ªa sido m¨¢s concreto, al difundir desde la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe una especie de "manual del buen pol¨ªtico cat¨®lico laico": ni eutanasia, ni aborto, ni fecundaci¨®n artificial, ni parejas de hecho, ni uniones gays.
Un aut¨¦ntico proyecto moral y cultural, con la familia tradicional como n¨²cleo, que algunos -con el fil¨®sofo J¨¹rgen Habermas a la cabeza- han juzgado como un ariete anacr¨®nico contra el laicismo; otros han visto como una reacci¨®n contra el creciente empuje social del islamismo radical; y muchos cat¨®licos han tomado como una invitaci¨®n expl¨ªcita a participar m¨¢s, a implicarse a fondo en el rumbo de la sociedad y la pol¨ªtica.
"Al Papa le ha movido desde siempre lo mismo: discutir las grandes cuestiones", explica Llu¨ªs Clavel, profesor de Teolog¨ªa de la Universidad romana de la Santa Croce. "Desde sus primeros libros y discursos", agrega el te¨®logo del Opus Dei, "Ratzinger ha querido animarnos a ayudar a conocer las verdades de verdad; el amor de verdad. Nos explica a Jes¨²s de manera que se entienda; fomenta el di¨¢logo, da mucha importancia a la eucarist¨ªa, nos anima a salir de la decadencia cultural y a no aceptar verdades simples".
Seg¨²n Clavel, las consecuencias de esa "sofisticada apuesta por la cultura y la armon¨ªa entre raz¨®n y fe", son inescrutables: "?l repiensa la historia y va a la ra¨ªz, como hizo el Se?or, y en ese camino dice muchas cosas. Los efectos de lo que dice ya no dependen de ¨¦l".
Esa discusi¨®n ideol¨®gica y apasionante se ha convertido en una batalla pragm¨¢tica, y ha tenido efectos muy distintos. En Espa?a ha sacado a los cat¨®licos a la calle, ha dividido a la sociedad, ha revivido fantasmas. En Latinoam¨¦rica, la tensi¨®n ha crecido como nunca. En Alemania y Brasil ha chocado con la reivindicaci¨®n del fin del celibato; y en EE UU ha provocado temor entre muchos cat¨®licos progresistas, que observan con cautela cada movimiento del Papa b¨¢varo.
El principal movimiento reformista cat¨®lico de EE UU, Call To Action, anunci¨® que vigilar¨ªa "de cerca" las decisiones del Santo Padre. La crisis religiosa en el pa¨ªs es notoria. M¨¢s de una cuarta parte de los estadounidenses declara haber dejado la confesi¨®n en la que crecieron, y, seg¨²n el Estudio del Pew Forum sobre Religi¨®n y Vida P¨²blica, la fe cat¨®lica es la que m¨¢s bajas ha sufrido, a pesar de los inmigrantes latinos. Esto supone que apenas el 10% de los ciudadanos de EE UU son cat¨®licos.
La naturaleza jer¨¢rquica y sacramental de la Iglesia en EE UU permanece inmutable, de todos modos, aunque fue sacudida por uno de los m¨¢s dolorosos cap¨ªtulos de su historia: la revelaci¨®n del encubrimiento de miles de acusaciones de abuso sexual contra j¨®venes por cl¨¦rigos cat¨®licos. Sin embargo, el esc¨¢ndalo no ha mermado las contribuciones a las 195 di¨®cesis de la Iglesia en Estados Unidos. Y la visita a mediados de abril del papa Benedicto XVI congregar¨¢ a miles de fieles que luchan ya por conseguir un espacio en las dos misas que el Pont¨ªfice oficiar¨¢ en Washington y Nueva York, la ¨²ltima en la Zona Cero.
En Francia, en cambio, la influencia cat¨®lica en la vida pol¨ªtica es nula. En el pa¨ªs del laicismo, la ley de 1905, que separa Iglesia y Estado, ha sido un baluarte contra la intromisi¨®n de Dios en los dominios del C¨¦sar, y viceversa. La Iglesia cat¨®lica, como las dem¨¢s confesiones, se financia sola, y el Estado cubre los gastos de conservaci¨®n de catedrales e iglesias, aunque los fondos que destina son siempre menos de los necesarios.
El presidente Nicolas Sarkozy pretende reintroducir la religi¨®n en la vida p¨²blica, lo que no debe entenderse como un rearme de su influencia. Sarkozy, cuyo discurso de diciembre pasado en la bas¨ªlica de san Juan de Letr¨¢n de Roma desat¨® una fuerte pol¨¦mica, quiere usar las religiones como atajo para introducir en el modelo franc¨¦s el "comunitarismo". As¨ª, podr¨ªa abrir la puerta a la financiaci¨®n de lugares de culto musulmanes o de otras confesiones, con el argumento de que no disponen de ellos. Para el Estado franc¨¦s, todas las creencias son iguales. En enero, el jefe del Estado recibi¨® a los representantes cat¨®licos, protestantes, musulmanes, budistas e hinduistas.
En pie de igualdad, como quer¨ªa Marx.
En otro vivero tradicional cat¨®lico, Suram¨¦rica, se vive una enorme tensi¨®n con los temas ¨¦ticos, aunque, salvando la excepci¨®n de Argentina, la relaci¨®n entre la jerarqu¨ªa eclesial y el poder pol¨ªtico -dif¨ªcil debido a las fuertes discrepancias ideol¨®gicas- no se caracteriza por el enfrentamiento abierto.
La lucha m¨¢s enconada se da en Brasil, donde las medidas impulsadas por el Gobierno de Luiz In¨¢cio Lula da Silva para despenalizar el aborto o el uso de c¨¦lulas madre han sido contestadas por el propio Benedicto XVI. Pero no llega a lo que sucede en Argentina, en estado de hostilidad mutua desde que el Gobierno de N¨¦stor Kirchner (2003-2007) se declarara favorable a despenalizar el aborto.
Eso, unido a que el primado de la Iglesia argentina, el jesuita Jorge Bergoglio, se convirti¨® en una de las grandes figuras de la oposici¨®n, ha elevado la tensi¨®n a niveles no vistos en d¨¦cadas. De hecho, el Vaticano mantiene congelado el nombramiento del embajador argentino ante la Santa Sede -por ser un cat¨®lico divorciado- y a cambio el Gobierno argentino quiere eliminar el vicariato castrense. En cualquier caso, la presidenta Cristina Fern¨¢ndez se ha declarado contraria al aborto y el cardenal Jorge Bergoglio ha bajado el tono de sus cr¨ªticas.
Con sus diferentes caracter¨ªsticas, los episcopados de Argentina, Chile, Per¨² y Brasil est¨¢n controlados por prelados pr¨®ximos a Roma. Pero no hay una homogeneidad en las figuras de la Iglesia en cada pa¨ªs, que van desde el cardenal Juan Luis Cipriani en Lima, perteneciente al Opus Dei, al jesuita Bergoglio en Buenos Aires, conservador en lo doctrinal pero con una popularidad por su labor social, pasando por el brasile?o Geraldo Lyrio Rocha, considerado un progresista, dentro de la curia, claro.
La excepci¨®n que confirma la crisis general es, por supuesto, Italia, donde la Iglesia sigue gozando de una salud robusta. La cuesti¨®n romana marca hace siglos las relaciones Estado-Iglesia, clave fundamental de la pol¨ªtica nacional al menos desde que el fundador del pa¨ªs, V¨ªctor Manuel II, fuera excomulgado por P¨ªo IX.
Casi siempre entre bastidores y con mucha finezza, pero si hace falta tambi¨¦n con mensajes p¨²blicos e incluso actos de calle como el Family Day, la estrategia de la Iglesia italiana consiste en influir lo m¨¢s posible en el rumbo pol¨ªtico y social del pa¨ªs m¨¢s cat¨®lico del mundo: 42 cardenales, 50.000 curas, 15.000 institutos religiosos, 27.000 parroquias y unos 16.000 entes de diversa naturaleza.
La ¨²ltima batalla Iglesia-Estado fue la del divorcio y el aborto, legislados en los a?os setenta tras los referendos promovidos por el Partido Radical. Aquellas heridas las resta?¨® el l¨ªder socialista Bettino Craxi, al aprobar en 1984 un nuevo concordato que derogaba el que firm¨® Mussolini en 1929; el Estado conced¨ªa a la Iglesia el 0,8% del IRPF, una financiaci¨®n m¨¢s favorable que la anterior (y mejor que la espa?ola), y ambos se declaran independientes y se comprometen a colaborar "por el inter¨¦s y el buen nombre del pa¨ªs".
"La cl¨¢usula nunca ha sido plenamente respetada", dice Alceste Santini, escritor y periodista, ex comunista, miembro del Partido Democr¨¢tico y autor de varios libros sobre Juan Pablo II. "La paradoja italiana es que hay cat¨®licos en todos los partidos. Por suerte, la Democracia Cristiana ya no existe, pero sigue habiendo temas que la Iglesia considera sensibles y que ni siquiera se pueden discutir".
A d¨ªa de hoy, por ejemplo, las asociaciones de homosexuales apenas conf¨ªan en que el Estado tutelar¨¢ alg¨²n d¨ªa sus derechos. "Nos siguen considerando enfermos", dijo uno de sus l¨ªderes al conocer la propuesta de uniones estables del Partido Democr¨¢tico de Walter Veltroni, una tibia regulaci¨®n que firmar¨ªa silbando la derecha espa?ola.
Todo el mundo en Italia sabe lo que significa que un pol¨ªtico vaya oltre T¨¦vere, [m¨¢s all¨¢ del T¨ªber]: ser llamado 'a consultas' por el Vaticano. El cardenal Bagnasco, un conservador, dirige la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) desde marzo de 2007. Muy criticado por poner en el mismo rasero las parejas de hecho, el incesto y la pederastia, hoy se juzga como m¨¢s discreto que el de su antecesor, Camillo Ruini, un hombre muy culto y medi¨¢tico, el "argumentador inexorable" que impuls¨® desde la CEI el Proyecto Cultural que define la actual l¨ªnea dura.
"La Iglesia italiana huye del intervencionismo abierto porque sabe que eso puede convertirse en un bumer¨¢n", explica Santini. "Tambi¨¦n lo necesita menos, ya que est¨¢ mucho mejor vertebrada y m¨¢s presente en la vida diaria: se expande desde abajo, tiene una base laica muy bien organizada y es medi¨¢ticamente transversal", agrega.
Pero ¨²ltimamente, contagiados quiz¨¢ por el ruidoso ejemplo de sus colegas espa?oles, los obispos italianos no han dejado de lanzar recados electorales. Ruini ha pedido el voto para los cat¨®licos "m¨¢s coherentes", y los poderosos medios eclesiales han criticado a Veltroni por pactar con los radicales, y al centrista Pier Ferdinando Casini para que mantuviera viva la UDC, heredera de la Democracia Cristiana. Incluso han alertado contra la "anarqu¨ªa de valores" defendida por Berlusconi.
Seg¨²n Alceste Santini, el pasado 21 de febrero, el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, "que sabe que no les beneficia la guerra abierta, recibi¨® a la c¨²pula de los principales partidos" y dio explicaciones a unos y otros. Pocos d¨ªas despu¨¦s, el presidente de la CEI garantizaba que la Iglesia ser¨¢ neutral y no pedir¨¢ el voto para nadie en particular. Al final, un comunicado ha pedido a los cat¨®licos que voten al partido que mejor defienda los valores.
Los italianos, sin embargo, reniegan de las injerencias pol¨ªticas de la Iglesia. "Cada uno debe actuar seg¨²n su conciencia". Este es el criterio que prevalece entre los italianos al valorar las indicaciones de la Iglesia sobre los problemas que tienen que ver con la vida, la moral y la sexualidad, seg¨²n una encuesta de La Repubblica.
El catolicismo sigue siendo una referencia para ocho personas sobre diez, pero pocos consideran que las prescripciones sean vinculantes para su comportamiento. Se acepta la intervenci¨®n de la Iglesia en la vida p¨²blica, pero m¨¢s de la mitad (el 51%) rechaza el intento de orientar el proceso legislativo.
El 80% de los italianos se define cat¨®lico, m¨¢s por tradici¨®n y familia (50%), que por fe (32%). Aunque baja la confianza en la Iglesia, sigue figurando entre los sujetos sociales de mayor cr¨¦dito (55%). La encuesta parece confirmar la difusi¨®n del temido "relativismo" moral. Las instrucciones de la jerarqu¨ªa se escuchan, pero se subordinan a las creencias individuales. La oposici¨®n a la eutanasia re¨²ne al 45% de las personas preguntadas, y al 63% de los practicantes asiduos, aunque s¨®lo al 40% de los que declaran asistir a ritos con poca frecuencia. En cuanto a la posible restricci¨®n de la ley del aborto, s¨®lo un 30% de la poblaci¨®n la desea, pero la cifra sube al 41% entre los practicantes.
La injerencia en pol¨ªtica genera un malestar cada vez m¨¢s relevante. Se toleran peor las indicaciones sobre la vida sexual que las relativas a la vida y la muerte. Y la cuota de entrevistados que ve a los pol¨ªticos italianos "demasiado inclinados" a dejarse influir por las presiones de la Iglesia llega al 49%.
Con informaci¨®n de Juan G¨®mez, Yolanda Monge, Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ª Font y Jorge Marirrodriga.
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