Entra?ables ovejitas

Se anuncian novillos, pero salen ovejitas; bonitas y entra?ables, pero sin codicia ni casta. Y todo se va al traste. Y las sonrientes caras de los chavales se vuelven largas, y se marchan con las cabezas bajas. ?ste es el sino de los taurinos actuales, que hunden a sus novilleros en su vana intenci¨®n de cuidarlos con exagerado mimo. Una novillada de lujo, dir¨ªan a los chavales, y se encuentran con animales podridos, lisiados, adormecidos pero, eso s¨ª, tan nobles como las simp¨¢ticas ovejitas.

Y los novilleros no triunfan; y no lo consiguen, siquiera, ante este p¨²blico tan moderno, cuyo desconocimiento y triunfalismo producen rubor. Un p¨²blico que aplaude en el arrastre a novillos tan insulsos como el primero; que ovaciona a los picadores por no hacer sangre a las ovejitas (un encendido aplauso se gan¨® el picador -es un decir- del segundo novillo por acariciarlo con el palo); que hace saludar montera en mano por dos pares de banderillas que podr¨ªan pasar desapercibidos, y que pide silencio ante cualquier trapazo. ?Y la banda de m¨²sica? ?D¨®nde ha aprendido a ver toros el nuevo director de la banda, por Dios? Duele pensar que en esta bendita tierra naci¨® la grandiosa fiesta taurina, protagonizada por toros bravos y toreros valientes...

Para ser torero hay que enfrentarse a novillos de verdad, jugarse el tipo y demostrar que se tienen agallas para cortar las orejas en esta plaza. Y lo m¨¢s triste es que la terna de ayer mostr¨® buenas condiciones. Nazar¨¦ tiene conocimiento y experiencia, y maneja con gusto los enga?os, pero necesita toros para triunfar. Mantuvo el tipo, pero dijo muy poco. Soto naci¨® en Camas y eso pesa. Dicen que posee el aroma torero de Sevilla, pero no basta. Se conform¨® con unas buenas ver¨®nicas y una faena de medios pases al quinto, el mejor novillo. Parece m¨¢s preocupado por la mirada perdida y los andares paulistas. Y debut¨® el albacete?o Juan Luis Rodr¨ªguez, que qued¨® in¨¦dito por su mala suerte en el sorteo y su soser¨ªa.