El d¨ªa en que mataron a Martin Luther King
Era un hombre profundamente religioso que, seg¨²n le gustaba recordar, creci¨® en una iglesia. Su padre era un predicador, como su bisabuelo, su abuelo, su hermano o el hermano de su padre. Descubri¨® muy pronto que ¨¦l, su familia y quienes ten¨ªan la piel como ellos, negra como el asfalto, pertenec¨ªan a una casta inferior en el orden blanco que les rodeaba. Aprendi¨® a luchar por sus derechos con el arma de la no violencia, y en pocos a?os se convirti¨® en la figura simb¨®lica, nacional e internacional, de una revoluci¨®n protagonizada por los negros del sur de Estados Unidos. Cuando la bala de un rifle le destroz¨® el cuello en la tarde del 4 de abril de 1968, hace ahora 40 a?os, Martin Luther King Jr. y su movimiento hab¨ªan conseguido importantes cambios en las estructuras de poder de la sociedad norteamericana.
Fue su madre quien le ense?¨® que ese sistema de segregaci¨®n no era el resultado de un orden natural
La batalla contra el racismo dej¨® cientos de muertos y miles de heridos en Estados Unidos
La voz de Luther King traspas¨® el sur y los barrios negros para sonar con fuerza entre los blancos pobres
Todo ocurri¨® de forma muy r¨¢pida, en la d¨¦cada de protestas masivas y de desobediencia civil que precedi¨® a su asesinato. Estados Unidos era entonces la primera potencia militar y econ¨®mica del mundo, en la que, sin embargo, prevalec¨ªa todav¨ªa el racismo, una herencia de la esclavitud que esa sociedad tan rica y democr¨¢tica no hab¨ªa sabido eliminar. Millones de norteamericanos de otras razas diferentes a la blanca se topaban en la vida cotidiana con una aguda discriminaci¨®n en el trabajo, en la educaci¨®n, en la pol¨ªtica y en la concesi¨®n de los derechos legales. Martin Luther King vivi¨® de cerca ese sistema segregacionista en su ciudad natal, Atlanta, en Georgia, donde se divid¨ªa a negros y blancos en las escuelas, restaurantes, teatros, autobuses y hasta en las fuentes p¨²blicas para beber agua. Fue su madre, Alberta Williams, hija tambi¨¦n de un pastor de la Iglesia baptista, quien le ense?¨® que ese sistema de segregaci¨®n no era el resultado de un orden natural, sino una condici¨®n social querida e impuesta por los hombres blancos.
Martin Luther King decidi¨® pronto seguir el camino de su padre. Estudi¨® teolog¨ªa en Boston y en octubre de 1954 se traslad¨® con su mujer, Coretta Scott, a Montgomery (Alabama), para ocupar su primer trabajo como pastor y predicador de la Iglesia baptista. Montgomery, la antigua capital de la Confederaci¨®n durante la guerra civil de los a?os sesenta del siglo XIX, constitu¨ªa un excelente ejemplo de c¨®mo la vida de los negros estaba gobernada por los arbitrarios caprichos y voluntades del poder blanco. La mayor¨ªa de sus 50.000 habitantes negros trabajaban como criados al servicio de la comunidad blanca, compuesta por 70.000 habitantes, y apenas 2.000 de ellos pod¨ªan ejercer el derecho al voto en las elecciones. All¨ª, en Montgomery, en esa peque?a ciudad del sur profundo, donde nada parec¨ªa moverse, comenzaron a cambiar las cosas el 1 de diciembre de 1955.
Ese d¨ªa por la tarde, Rosa Parks, una costurera de 42 a?os, cogi¨® el autob¨²s desde el trabajo a casa, se sent¨® en los asientos reservados por la ley a los blancos y, cuando el conductor le orden¨® levantarse para ced¨¦rselo a un hombre blanco que estaba de pie, se neg¨®. Dijo no porque, tal y como lo recordaba despu¨¦s Martin Luther King, no aguantaba m¨¢s humillaciones, y eso es lo que le ped¨ªa "su sentido de dignidad y autoestima". Rosa Parks fue detenida y comenz¨® un boicoteo espont¨¢neo a ese sistema segregacionista que reg¨ªa en los autobuses de la ciudad. Uno de sus promotores, E. D. Nixon, pidi¨® al joven pastor baptista, casi nuevo en la ciudad, que se uniera a la protesta. Y ¨¦se fue el bautismo de Martin Luther King como l¨ªder del movimiento de los derechos civiles. Unos d¨ªas despu¨¦s, en una iglesia abarrotada de gente, King avanz¨® hacia el p¨²lpito y comenz¨® "el discurso m¨¢s decisivo" de su vida. Y les dijo que estaban all¨ª porque eran ciudadanos norteamericanos y amaban la democracia, que la raza negra estaba ya harta "de ser pisoteada por el pie de hierro de la opresi¨®n", que estaban dispuestos a luchar y combatir "hasta que la justicia corra como el agua".
Los 13 meses que dur¨® el boicoteo alumbraron un nuevo movimiento social. Aunque sus dirigentes fueron predicadores negros y despu¨¦s estudiantes universitarios, su aut¨¦ntica fuerza surgi¨® de la capacidad de movilizar a decenas de miles de trabajadores negros. Una minor¨ªa racial, dominada y casi invisible, lider¨® un amplio repertorio de protestas -boicoteos, marchas a las c¨¢rceles, ocupaciones pac¨ªficas de edificios...- que puso al descubierto la hipocres¨ªa del segregacionismo y abri¨® el camino a una cultura c¨ªvica m¨¢s democr¨¢tica. La conquista del voto por los negros ser¨ªa, seg¨²n percibi¨® desde el principio Martin Luther King, "la llave para la soluci¨®n completa del problema del sur".
Pero la libertad y la dignidad para millones de negros no pod¨ªan ganarse sin un desaf¨ªo fundamental a la distribuci¨®n existente del poder. La estrategia de desobediencia civil no violenta, predicada y puesta en pr¨¢ctica por Martin Luther King hasta su muerte, encontr¨® muchos obst¨¢culos. A John Fitzgerald Kennedy, ganador de las elecciones presidenciales de noviembre de 1960, el reconocimiento de los derechos civiles le cre¨® numerosos problemas con los congresistas blancos del sur y trat¨® por todos los medios de evitar que se convirtiera en el tema dominante de la pol¨ªtica nacional. No lo consigui¨®, porque antes de que fuera asesinado en Dallas (Tejas) el 22 de noviembre de 1963, el movimiento se hab¨ªa extendido a las ciudades m¨¢s importantes del norte del pa¨ªs y hab¨ªa protagonizado una multitudinaria marcha a Washington en agosto de ese a?o, la manifestaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s importante de la historia de Estados Unidos.
El movimiento por los derechos civiles cosech¨® en los a?os siguientes frutos extraordinarios. Bajo el Gobierno del dem¨®crata Lyndon Johnson, sucesor de Kennedy, la Civil Rights Act de julio de 1964, a cuya firma asisti¨® Martin Luther King, prohibi¨® la discriminaci¨®n en el trabajo por motivos de raza o g¨¦nero, y los trabajadores negros y las mujeres comenzaron a rechazar el tratamiento de segunda clase que se les daba en muchas industrias y servicios. Un a?o despu¨¦s, una radical modificaci¨®n del sistema electoral garantiz¨® el derecho al voto de los negros. King se lo hab¨ªa pedido de forma urgente a Johnson, en una reuni¨®n que mantuvieron en la Casa Blanca tras obtener el premio Nobel de la Paz de 1964. A finales de esa d¨¦cada, miles de negros hab¨ªan sido elegidos en el sur como alcaldes, sheriffs o legisladores de los diferentes Estados.
No fue todo un camino de rosas. La batalla contra el racismo se llen¨® de rencores y odios, dejando cientos de muertos y miles de heridos. La violencia racial no era un fen¨®meno nuevo en la sociedad norteamericana. Pero hasta el final de la II Guerra Mundial, esa violencia hab¨ªa sido protagonizada por grupos de blancos armados que atacaban a los negros y por el Ku Klux Klan, la organizaci¨®n terrorista establecida en el sur precisamente para impedir la concesi¨®n de derechos legales a los ciudadanos negros. En los disturbios de los a?os sesenta, por el contrario, muchos negros respondieron a la discriminaci¨®n y a la represi¨®n policial con asaltos a las propiedades de los blancos, incendios y saqueos. Las versiones oficiales y muchos peri¨®dicos culparon de la violencia y de los derramamientos de sangre a peque?os grupos de agitadores radicales, aunque posteriores investigaciones revelaron que la mayor¨ªa de las v¨ªctimas fueron negros que murieron por los disparos de las fuerzas gubernamentales.
Con tanta violencia, la estrategia pac¨ªfica de Martin Luther King parec¨ªa tambalearse. Y frente a ella surgieron nuevos dirigentes negros con visiones alternativas. El m¨¢s carism¨¢tico fue un hombre llamado Malcolm X, que hab¨ªa visto de ni?o c¨®mo el Ku Klux Klan incendiaba su casa y mataba a su padre, un predicador baptista, y que se hab¨ªa convertido al islamismo despu¨¦s de una larga estancia en prisi¨®n. Critic¨® el movimiento a favor de los derechos civiles, despreci¨® la estrategia de la no violencia y sostuvo una agria disputa con Martin Luther King, al que llam¨® "traidor al pueblo negro". King deplor¨® su "oratoria demag¨®gica" y dijo estar convencido de que era ese racismo tan enfermo y profundo el que alimentaba figuras como Malcolm X. Y cuando ¨¦ste fue asesinado en Harlem, en Nueva York, el 21 de febrero de 1965, por uno de sus antiguos seguidores, en un momento en el que estaba rompiendo con los dirigentes m¨¢s radicales de su movimiento, King record¨® de nuevo que "la violencia y el odio s¨®lo engendran violencia y odio".
Algo no funcionaba, sin embargo, en aquel capitalismo que generaba profundas desigualdades econ¨®micas y el discurso de Martin Luther King se endureci¨®, incorpor¨® expl¨ªcitas apelaciones a la lucha de clases y pidi¨® una radical redistribuci¨®n del poder, una "justicia compensatoria" para rectificar las consecuencias sobre la poblaci¨®n negra de generaciones de exclusi¨®n y desposeimiento. El eco de su voz traspas¨® las fronteras del sur y los barrios negros, para sonar con fuerza entre los hispanos, los blancos pobres, todos los marginados y olvidados de la sociedad norteamericana. Desde la primavera de 1967, ese compromiso a favor de la causa de los pobres coincidi¨®, adem¨¢s, con un en¨¦rgico rechazo a la guerra de Vietnam, a la brutalidad de una contienda que llamaba a los negros a sacrificarse por una democracia que ellos "nunca hab¨ªan experimentado".
Para muchos de sus antiguos aliados liberales, Martin Luther King ya no era s¨®lo el defensor de los derechos civiles, sino un peligroso subversivo. King lo percibi¨®, admiti¨® ante los periodistas que en "una revoluci¨®n social no siempre se puede retener el apoyo de los moderados", que "las clases privilegiadas nunca abandonan sus privilegios sin una fuerte resistencia". Y comenz¨® a mostrarse triste, abandonado, a temer una reacci¨®n derechista, a sentir miedo a la muerte, ¨¦l que hab¨ªa sufrido la c¨¢rcel, varios atentados fallidos, incontables humillaciones.
El mi¨¦rcoles 3 de abril de 1968 lleg¨® a Memphis (Tennessee) para apoyar una huelga de basureros negros. Esa misma noche, en el que ser¨ªa su ¨²ltimo discurso, les dijo que conseguir¨ªan "la Tierra Prometida". Al d¨ªa siguiente, por la tarde, en el balc¨®n de su habitaci¨®n del hotel Loraine, un solo disparo acab¨® con su vida. Ten¨ªa 39 a?os. El asesino, un hombre blanco que se hab¨ªa escapado de la prisi¨®n, se llamaba James Earl Ray. Cuando se conoci¨® su muerte, la rabia y la violencia se propagaron en forma de disturbios por m¨¢s de un centenar de ciudades, el final amargo de una era de sue?os y esperanzas. Lo dijo su padre, el predicador baptista que le hab¨ªa inculcado los valores de la dignidad y de la justicia: "Fue el odio en esta tierra el que me quit¨® a mi hijo". -
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Zaragoza.
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