La vida a oscuras de Santiago del Valle
El presunto asesino de Mari Luz eludi¨® la c¨¢rcel pese a su carrera de abusos sexuales a menores
Una de las primeras cosas que hizo Santiago del Valle cuando se mud¨® a finales de 2007 al piso de Huelva que hab¨ªa sido de sus padres fue empapelar las ventanas con pl¨¢sticos azules y amarillos. El edificio est¨¢ ubicado en la avenida principal del barrio de El Torrej¨®n y no tiene ninguna otra construcci¨®n delante que le robe la luz. Al presunto asesino de Mari Luz le molestaba aquella claridad y, sobre todo, que su casa estuviera tan expuesta a la vista de los vecinos.
La obsesi¨®n de Santiago por sellar las ventanas de su casa no es nueva. Al m¨¦dico y la trabajadora social que acudieron al piso de Sevilla en el que abus¨® de su hija les llam¨® la atenci¨®n lo mismo: "El piso se encontraba completamente a oscuras, con las persianas echadas y las ventanas cerradas. A pesar de ser las cinco de la tarde, se alumbran con luz el¨¦ctrica". El juez Rafael Tirado record¨® esta descripci¨®n en su sentencia condenatoria contra Santiago y su mujer por los abusos a su hija. El matrimonio no quer¨ªa que se supiera lo que pasaba dentro.
Pero a esta man¨ªa de Santiago su hermana Catalina a?ade otra explicaci¨®n. Recuerda que la ¨²ltima vez que vio a su hermano, con el que se llevaba ocho a?os, fue el pasado 22 de diciembre. ?l estaba asomado a uno de esos cristales tapados con pl¨¢sticos y sobre los que a veces tambi¨¦n colocaba una colcha. "Yo creo que la pon¨ªa para que no lo vieran mirar a las ni?as", cont¨® ayer Catalina del Valle a este peri¨®dico.
Las menores eran otra de las obsesiones de Santiago. Desde el a?o 2001, ha estado implicado en cinco causas por abusar sexualmente de ni?as. Nunca pis¨® la c¨¢rcel por estos delitos.
Su hermana Catalina sufri¨® sus abusos durante a?os. "Santiago me toqueteaba, se masturbaba y pon¨ªa mi mano en su pene. Era por las noches cuando mis padres y mis hermanos estaban dormidos. Esperaba a que todos estuvieran dormidos y se pon¨ªa a mi lado y me empezaba a toquetear hasta que me despertaba. Cuando me despertaba le dec¨ªa que me dejara en paz y ¨¦l me dec¨ªa que me callara porque iba a despertar a todo el mundo. Ten¨ªa cinco a?os y jam¨¢s se lo dije a mi padre. A mi madre, a?os despu¨¦s, s¨ª".
Los abusos, a los que a veces se sumaba Juan, otro de los hermanos Del Valle, ya fallecido, se prolongaron hasta que Catalina tuvo 11 o 12 a?os. "A ¨¦l siempre le han gustado las ni?as", asegura. "Les echa unas miradas clavadas". El historial delictivo de Del Valle evidencia que sent¨ªa especial atracci¨®n por las cr¨ªas de corta edad. Cinco a?os ten¨ªa su hermana cuando empez¨® a abusar de ella. Los mismos que Mari Luz. Y los mismos que su hija en 1998, cuando la oblig¨® por primera vez a masturbarle.
Como en el caso de Catalina, los abusos a la hija sol¨ªan tambi¨¦n ser de noche. Casi siempre en el dormitorio del matrimonio, al que Santiago obligaba a entrar a la ni?a. "Yo no quer¨ªa ir, pero mi padre me dec¨ªa que si no me iba a pegar", confes¨® la peque?a a una de las psic¨®logas que la examin¨®.
La terapeuta encontr¨® en la ni?a claros rasgos depresivos y numerosos indicadores de desajustes emocionales: baja autoestima, sentimiento de culpa, tendencias autoinculpatorias, ansiedad, inseguridad, necesidades afectivas insatisfechas y ausencia de v¨ªnculos significativos. Los vecinos nunca hab¨ªan detectado nada raro, m¨¢s all¨¢ de que aquella cr¨ªa nunca jugaba en la plaza con los dem¨¢s ni?os porque sus padres no le dejaban.
La infancia de Santiago transcurri¨® en Huelva, donde naci¨® en 1965. Eran nueve hermanos: tres chicas y seis chicos. ?l era el cuarto, Catalina la s¨¦ptima y Rosa, la benjamina. Rosa est¨¢ ahora detenida por colaborar con Santiago en la desaparici¨®n del cad¨¢ver de Mari Luz.
Juan, el padre, se dedicaba a la venta ambulante. La madre, Mar¨ªa, limpiaba en una oficina. A Mar¨ªa se le vino el mundo encima cuando, muchos a?os despu¨¦s, vio por televisi¨®n que a Santiago le acusaban de abusar de su propia hija. "Aquello le afect¨® mucho a mi madre", recordaba ayer Catalina. "Dio un baj¨®n muy grande y termin¨® ingresada en el hospital hecha un vegetal. Me imagino que, adem¨¢s de afectarle lo de la hija, se dar¨ªa cuenta de que lo que yo le hab¨ªa contado era verdad".
Los ¨²nicos ingresos que percib¨ªa regularmente Santiago eran los de la pensi¨®n por invalidez que le concedieron cuando era muy joven. La Consejer¨ªa de Asuntos Sociales andaluza le tiene reconocida una minusval¨ªa del 75% y un diagn¨®stico de esquizofrenia. Pero su historial cl¨ªnico no le sirvi¨® de eximente en el juicio por abusar de su hija porque el juez consider¨® que actu¨® "conscientemente" y "sab¨ªa lo que hac¨ªa".
Santiago se march¨® de Huelva poco despu¨¦s de conocer a su esposa, Isabel Garc¨ªa. Se trasladaron a Cazalla de la Sierra, en Sevilla, de donde se marcharon poco despu¨¦s. Entre los antecedentes penales de Santiago hay un arresto por da?os en esta localidad y Catalina del Valle asegura que al matrimonio "le echaron del pueblo".
A Catalina nunca le gust¨® su cu?ada Isabel. "Es muy mala persona, no se pod¨ªa tener una conversaci¨®n con ella. Todo eran insultos y decir que nuestra familia era un desastre. Dec¨ªa que est¨¢bamos muertos y pisoteados", cuenta Catalina. Entre los vecinos de El Torrej¨®n, Isabel tambi¨¦n tiene fama de "extra?a" y recuerdan que a menudo lanzaba objetos desde la ventana a los j¨®venes que se congregaban junto a su edificio. La esposa de Santiago asisti¨® a muchas de aquellas escenas de abusos a los que su marido someti¨® a la hija. El juez concluy¨® que "nunca hizo nada" para impedirlo. Su cociente intelectual es de 47, lo que, seg¨²n los expertos, equivale a un retraso mental de "moderado o leve". Los terapeutas que la trataron creen que sus limitaciones intelectuales la hacen "m¨¢s vulnerable" a la influencia y manipulaci¨®n por parte de su marido. A pesar de ello, el magistrado consider¨® que Isabel ten¨ªa "pleno conocimiento" de lo que Santiago le hac¨ªa a su hija y la conden¨® como autora por omisi¨®n de los abusos, aunque admiti¨® su minusval¨ªa como atenuante.
El mutismo de Isabel ante las truculentas perversiones de Santiago sorprende a muchos de los que han tratado al matrimonio. Su ¨²nica deslealtad, no se sabe si voluntaria o no, la cometi¨® en el interrogatorio policial al que fue sometida tras ser detenida en Cuenca el pasado mi¨¦rcoles. La mujer cont¨® que, el d¨ªa que desapareci¨® Mari Luz, su marido lleg¨® a casa con la ropa manchada de barro. Este dato fue clave para que la polic¨ªa acorralara a Santiago y ¨¦l acabara confesando su implicaci¨®n en la muerte de la ni?a.
Santiago e Isabel han vivido a caballo entre Huelva y Sevilla. Tras el conflicto en Cazalla de la Sierra, volvieron a la capital onubense y se alojaron en la casa de la madre de ¨¦l en El Torrej¨®n. All¨ª se quedaron hasta que la hija mayor del matrimonio muri¨® atropellada por un cami¨®n. Con los 120.000 euros que cobraron de indemnizaci¨®n, se compraron un piso en las Tres Mil Viviendas de Sevilla, el barrio m¨¢s desfavorecido de la capital. Lo vendieron poco despu¨¦s de que la Audiencia hiciera firme la sentencia por abusos sexuales a la hija del matrimonio.
Para escapar de Sevilla eligieron Gij¨®n, donde viv¨ªa la adolescente de 13 a?os a la que Santiago hab¨ªa conocido a trav¨¦s de un anuncio en una revista y que hab¨ªa convertido en su nueva obsesi¨®n. Para acercarse a ella, se apunt¨® a clases de adultos en el instituto en el que estudiaba la joven, una pr¨¢ctica a la que tambi¨¦n era asiduo el pederasta. Lo mismo hizo unos meses m¨¢s tarde, cuando lleg¨® a Sevilla despu¨¦s de que un juez asturiano le dictara una orden de alejamiento de la menor a la que acosaba.
En la capital andaluza, Santiago se matricul¨® en un instituto ubicado cerca de donde el matrimonio hab¨ªa instalado su chabola. El ahora detenido frecuent¨® el centro educativo sevillano hasta noviembre. Poco antes, Santiago hab¨ªa enviado una carta a la que fue la casa de sus padres en El Torrej¨®n, donde ahora viv¨ªa su hermana Rosa. Hab¨ªa perdido el contacto con su familia hac¨ªa m¨¢s de 15 a?os, al salir de Huelva despu¨¦s del atropello de su hija, pero, tras meses viviendo en la calle, busc¨® la ayuda de sus hermanos.
"Nos dijo que le hab¨ªan pegado en la chabola, que le hab¨ªan intentado meter fuego, que por ah¨ª pasaban muchos drogadictos, que pasaban mucho fr¨ªo", recuerda Catalina. Los hermanos se reunieron y decidieron permitir al matrimonio alojarse en la que hab¨ªa sido la vivienda familiar. Unas semanas despu¨¦s, Santiago ya hab¨ªa colmado dos de sus obsesiones: hab¨ªa tapado las ventanas y estaba matriculado en los cursos de adultos del colegio de Mari Luz. Una ni?a de cinco a?os.


Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.