N¨¢poles env¨ªa su basura a Alemania
El Ej¨¦rcito acaba de retirar la inmundicia en v¨ªsperas de las elecciones italianas
Una normalidad muy corriente en N¨¢poles es comprar en el mercado negro, tener un trabajo negro, ser emigrante en la construcci¨®n del norte del pa¨ªs de lunes a viernes, andar en moto sin casco, conducir sin cintur¨®n de seguridad, rezar a san Genaro, confesarse de vez en cuando, y acudir el domingo al palco del estadio San Paolo a tomar un caf¨¦ y apoyar al Napoli. Seg¨²n cuenta Donato Mosella, candidato a diputado del Partido Democr¨¢tico por Campania, "esa tribuna de autoridades es la m¨¢s grande del mundo". "Cuando llega el descanso, la sala VIP se llena hasta arriba, entran miles de personas, todos se conocen, r¨ªen, se saludan, toman caf¨¦s", relata. "El ambiente es del todo natural, no hay malicia: simplemente, el que paga no quiere que sus amigos o clientes sean menos que ¨¦l, y les invita al palco VIP".
El Gobierno pagar¨¢ 30 millones de euros por unas 160.000 toneladas de residuos
Los napolitanos se sienten "el saco de los golpes" de las culpas de Italia
"Ha habido una rebeli¨®n civil contra la Camorra", asegura un pol¨ªtico cat¨®lico
Otra realidad napolitana es tener una de las medias m¨¢s bajas de accidentes de tr¨¢fico del pa¨ªs, algunas de las universidades m¨¢s prestigiosas, numerosas empresas de tecnolog¨ªa punta, una burgues¨ªa pr¨®spera y opulenta, los caravaggios m¨¢s bellos, y varios genios an¨®nimos capaces de dise?ar y vender una camiseta blanca con una raya diagonal negra para que la polic¨ªa crea que se lleva puesto el cintur¨®n de seguridad.
Hay tambi¨¦n napolitanos que viven en pueblos donde el alcalde, el p¨¢rroco, el juez y el jefe de polic¨ªa trabajan a sueldo de la Camorra, pero que se atreven a romper la omert¨¢ y denuncian que sus corderos tienen malformaciones. "As¨ª fue como nos enteramos del esc¨¢ndalo de los vertidos t¨®xicos abusivos, por peque?os grupos de personas que osaron protestar por lo que estaba pasando", explica el escritor Maurizio Braucci.
Agarrada a muchos de sus t¨®picos -la fantas¨ªa, la mamma, la pizza, la pereza, la miseria, la picard¨ªa, la simpat¨ªa, el hurto, el ?frica de Italia-, N¨¢poles trata de escapar a su sino. Los napolitanos se sienten "el saco de todos los golpes", y est¨¢n hasta el gorro de esa etiqueta. "Somos la coartada perfecta, el sitio donde el resto del pa¨ªs deposita las culpas generales", explica Beppe, un taxista honesto que vive en el Barrio de los Espa?oles y trabaja 12 horas diarias con una cooperativa para ganar 1.300 euros. "Y en parte tienen raz¨®n", a?ade, "porque la Camorra manda mucho, y los j¨®venes tienen ah¨ª una salida m¨¢s f¨¢cil que en la legalidad. Pero hay un inter¨¦s general por engrandecer los defectos de N¨¢poles. As¨ª los dem¨¢s parecen buenos".
"Funciona el racismo, la propaganda, y el t¨®pico de la napolitanidad sirve para disimular la responsabilidad del norte", dice Mosella, un pol¨ªtico cat¨®lico y de izquierdas. "El drama es que somos un vivero de cerebros para el resto del pa¨ªs, los empresarios se van a Espa?a en cuanto pueden, y tenemos unos j¨®venes llenos de energ¨ªa que tambi¨¦n se marchan porque el Estado no les ayuda".
Hay adem¨¢s "muchos curas de frontera, gente admirable, que se tienen que ocupar de los toxic¨®manos y los pobres", dice Mosella. "Algunos llegan a pagarles los recibos de la luz". Tambi¨¦n el esc¨¢ndalo de los vertidos y las basuras ilegales sali¨® a la luz a trav¨¦s de las parroquias, otra gran instituci¨®n napolitana. "Hubo agricultores y granjeros que contaron en confesi¨®n en los pueblos que se hab¨ªa envenenado el territorio y que los animales mor¨ªan y ten¨ªan malformaciones", explica Mosella. "Era una rebeli¨®n civil contra la Camorra, pero el Estado no estaba all¨ª para recibir las quejas".
"El problema de la basura no es napolitano ni sure?o", dice el escritor Massimo Carlotto. "Los residuos industriales, hospitalarios e inform¨¢ticos del rico nordeste del pa¨ªs han sido enterrados y quemados durante d¨¦cadas en N¨¢poles. Y si el caso ha estallado es porque hab¨ªa un pacto Camorra-Estado que ha saltado por los aires".
"El Estado sab¨ªa bien lo que hab¨ªa", afirma Braucci, que adem¨¢s de novelista es trabajador social con j¨®venes de la periferia. "Las basuras t¨®xicas no s¨®lo llegaron del norte, sino que fue Impregilo, una empresa de la aristocracia financiera de Mil¨¢n, la encargada de limpiarlos. Berlusconi les dio el contrato, pero ellos no hicieron nada y se llevaron el dinero. As¨ª que los napolitanos inventaron la expresi¨®n emergencia permanente, esa brillante paradoja que dura ya 14 a?os".
Hoy, en los pueblos cercanos a la ciudad, la zona donde ha aparecido la mozzarella contaminada por las dioxinas, el Ej¨¦rcito ha acabado de retirar la basura de la verg¨¹enza. Un portavoz del Ayuntamiento de N¨¢poles dice que esperan que "esta misma semana" empiecen a viajar en trenes con destino a Alemania. All¨ª ser¨¢ reciclada y convertida en energ¨ªa limpia. Westfalia, Hamburgo, Sajonia y Baviera se calentar¨¢n en los pr¨®ximos meses con basura napolitana.
Italia tendr¨¢ que pagar unos 30 millones de euros para exportar un m¨¢ximo de 160.000 toneladas y un m¨ªnimo de 105.000. Los contratos firmados en Francfort son la soluci¨®n moment¨¢nea a la crisis gestionada por el comisario especial Gianni De Gennaro, el mismo general que organiz¨® la represi¨®n antiglobalizaci¨®n durante la reuni¨®n del G-8 en G¨¦nova.
En la comisar¨ªa central, 4.000 polic¨ªas tratan de convertir la ca¨®tica urbe de 3,6 millones de personas en un lugar m¨¢s seguro. Dos mujeres, Antonella Calvanese, subcomisaria, y Alessandra Esp¨®sito, asistente, venden desde la oficina de prensa, creada en 2001, "el producto de la seguridad". Un trabajo dif¨ªcil en un sitio donde la cultura de lo ilegal empieza en la infancia. "Hay camellos de 15 a?os que ganan tanto como un polic¨ªa", explica Esposito. "Y es verdad que hay polic¨ªas corruptos, pero los tiempos del agente esbirro ya pasaron".
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