Estados Unidos pasa la p¨¢gina
El momento transformador inspirado por Barack Obama me recuerda a la noche en la que Felipe Gonz¨¢lez march¨® con su partido por las calles del barrio madrile?o de Vallecas hasta el estadio del Rayo Vallecano, en v¨ªsperas de la primera victoria socialista. De pronto empez¨® a llegar gente y m¨¢s gente, asustada pero llena de admiraci¨®n. Mientras observaba todo desde la puerta de prensa con Juan Cruz, vi a un guardia de tr¨¢fico confuso. ?Ser¨ªa que hab¨ªa que estar con los socialistas? Entonces hizo un t¨ªmido gesto de victoria con los dedos. En un solo instante lleno de electricidad, los traumas del pasado y las esperanzas de futuro se fundieron. Espa?a hab¨ªa alcanzado casi el para¨ªso: hab¨ªa pasado la p¨¢gina.
La ilusi¨®n que inspira Obama recuerda el triunfo de Felipe Gonz¨¢lez en 1982
Si Hillary prolonga su campa?a contra Obama, McCain puede ganar
Un torrente de emoci¨®n hist¨®rica semejante estall¨® con la primera victoria de Obama en las primarias de un Estado del Medio Oeste con un 95% de poblaci¨®n blanca. La Guerra de Secesi¨®n acab¨® con la esclavitud absoluta, pero, cien a?os despu¨¦s, John F. Kennedy, Martin Luther King y Bobby Kennedy segu¨ªan combatiendo el racismo. En 1961, dos a?os antes de que asesinaran a Kennedy, mi marido, un joven profesor de Derecho de Yale, fue destinado a la Facultad de Derecho de la Universidad de Tejas, entonces en pleno proceso de modificar sus programas, basados en el anticuado derecho local tejano, y adecuarlos a las leyes federales de Estados Unidos, que, entre otras cosas, preve¨ªan que las tropas estatales pudieran intervenir para facilitar la tarea de acabar con la segregaci¨®n. Durante aquella ¨¦poca brutal, Willie Morris y Ronnie Dugger, redactores de The Texas Observer, corr¨ªan peligro cada vez que iban al este del Estado, en el l¨ªmite con Misisipi, para informar sobre los linchamientos y asesinatos de activistas de los derechos civiles, tanto negros como blancos. El insulto de Hillary a Martin Luther King y todo el movimiento de los derechos civiles, cuando dijo (con intenci¨®n de humillar a Obama) que tuvo que ser un pol¨ªtico de Washington, el presidente Lyndon Johnson, quien hiciera realidad la Ley Electoral de Derechos Civiles de 1964, y no un l¨ªder negro como King, marc¨® el comienzo de la furia desatada de los Clinton, que no soportan que Obama haya cautivado la imaginaci¨®n de los estadounidenses.
Dispuesta a atacar y a prescindir de la historia, Hillary asegur¨® haber colaborado con Johnson (es verdad que le conoci¨® en Washington), en un intento de demostrar que su relaci¨®n con el movimiento de los derechos civiles es m¨¢s s¨®lida que la de Obama. Pero lo cierto es que, en 1964, hizo campa?a contra Johnson y a favor del derechista republicano Barry Goldwater, que se opuso en¨¦rgicamente a la Ley Electoral de Derechos
Civiles y vot¨® dos veces contra ella.
No est¨¢ de m¨¢s subrayar que, aunque las dos campa?as de los aspirantes pretenden resaltar sus lazos con la clase obrera, estas prolongadas primarias dem¨®cratas son, en realidad, un enfrentamiento entre las facultades de Derecho de Harvard y de Yale, dos centros de ¨¦lite que han tenido siempre enorme influencia en la creaci¨®n de l¨ªderes en Estados Unidos (los Clinton estudiaron en Yale y los Obama estudiaron en Harvard, como tambi¨¦n lo hizo el padre de Obama, de origen keniano). No existen tantas diferencias sustanciales entre los dos candidatos, aparte del hecho de que Obama se opuso desde el primer momento a la guerra de Irak y predijo que acabar¨ªa en desastre.
Los Clinton llevan tanto tiempo viviendo en una burbuja artificial de celebridad que han perdido la capacidad de ver que Estados Unidos ha pasado la p¨¢gina. Como dice el brillante intelectual negro Stanley Crouch en su columna del Daily News: "Obama asombr¨® al pa¨ªs y a los expertos cuando empez¨® a ganar en Estados como Iowa y Idaho y pareci¨® desembarazarse de la soga de la raza que Bill Clinton hab¨ªa tratado de ponerle al cuello en Carolina del Sur. Clinton habl¨® como el viejo boxeador que est¨¢ convencido de que va a vencer sin problemas al reci¨¦n llegado pero empieza a recurrir a los golpes bajos (los comentarios racistas de Bill Clinton escandalizaron a los progresistas) cuando se da cuenta de que le espera una pelea dura".
El compinche de Bill Clinton James Carville hizo la tonter¨ªa de llamar "Judas" al experimentado gobernador Bill Richardson, la m¨¢xima figura hispana en la pol¨ªtica de Estados Unidos, por ofrecer su respaldo como delegado a Obama despu¨¦s de haber escuchado su hist¨®rico discurso sobre las relaciones raciales. Mientras tanto, Hillary amenaza con arrastrar su campa?a hasta la convenci¨®n, con lo que facilitar¨ªa una victoria de McCain. Veinte de los principales donantes de Clinton han enviado una carta a la presidenta de la C¨¢mara de Representantes, Nancy Pelosi, en la que amenazan con retirar su dinero a futuras campa?as pol¨ªticas dem¨®cratas si Pelosi mantiene su postura de que los superdelegados deben votar en funci¨®n del voto de los delegados, los Estados ganados y la voluntad de la gente, en vez de recurrir a la extra?a f¨®rmula de Clinton de votar por "el candidato mejor preparado para gobernar". En otras palabras, gano yo porque lo digo yo. En cualquier caso, la absurda amenaza se ha vuelto inmediatamente en su contra.
Si Hillary gana limpiamente, cosa que parece dif¨ªcil seg¨²n las matem¨¢ticas, bien ganado estar¨¢. Pero, si se da cuenta de que eso es cada vez m¨¢s imposible, deber¨ªa revisar sus opciones sin que influya su marido. La llegada de Hillary a la presidencia es la ¨²nica manera que tiene Bill de volver a la Casa Blanca, pero no es la ¨²nica v¨ªa pol¨ªtica que le queda a ella. Es una excelente senadora y tendr¨ªa muy f¨¢cil llegar a ser l¨ªder de la mayor¨ªa en el Senado, un puesto de gran poder. Necesita separarse pol¨ªticamente de ¨¦l y sus temeridades, porque si sus acciones provocan la ruina del Partido Dem¨®crata en las presidenciales de noviembre, sus correligionarios nunca se lo perdonar¨¢n.
Hillary es prudente, es a Bill al que le gusta correr riesgos. El largo informe publicado hace poco por The New York Times sobre las finanzas de la Fundaci¨®n Clinton, acerca de las cuales ambos se han mostrado reacios a hablar, detalla el viaje de Bill Clinton a Kazajist¨¢n con el empresario canadiense Frank Giustra, durante el que tuvieron un famoso banquete con el presidente kazako Nazarbayev, uno de los peores dictadores del mundo. Clinton dio al dictador un espaldarazo que recibi¨® enorme publicidad (Estados Unidos se opone en¨¦rgicamente al dictador). Resultado: Giustra firm¨® su contrato multimillonario de uranio y la Fundaci¨®n Clinton obtuvo una propina de 130 millones de d¨®lares. El portavoz de Clinton neg¨® que sus representados hubieran recibido en su casa al dictador, pero ¨¦ste hizo p¨²blica una foto en la que aparec¨ªan el ex presidente y ¨¦l en la casa que los Clinton tienen en Chappaqua.
Teniendo en cuenta el problema de credibilidad que padecen, los Clinton no necesitan precisamente fotos que desmientan sus afirmaciones, ni en Chappaqua, ni en Bosnia, donde resulta que Hillary no tuvo que esquivar el fuego de los francotiradores como una Hemingway cualquiera. Bill Clinton, metamorfoseado ¨²ltimamente en un chico sure?o de los de siempre, est¨¢ proponiendo una campa?a que ser¨ªa como una pelea a pu?etazos. Obama ofrece una visi¨®n. Yo prefiero la visi¨®n.
Barbara Probst Solomon es periodista y escritora estadounidense. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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