Sobremesas para la creaci¨®n
La portada de este libro reproduce un detalle del vestido de novia de Margarita S., hecho de hilos sacados de trapos viejos, que ?ngel Gonz¨¢lez menciona a cuento de la creaci¨®n art¨ªstica de los enfermos mentales. Un traje "indudablemente maravilloso, a pesar de la falta de rigor en la ordenaci¨®n y elecci¨®n de los motivos ornamentales", dice de ¨¦l el autor. Ignoro si quien lo eligi¨® como portada lo hizo con la intenci¨®n de orientarnos acerca del contenido del libro y de la forma en que est¨¢ escrito. Porque bien podr¨ªa ser algo as¨ª como su ¨ªndice. El ¨ªndice de esta historia "discontinua" (y a veces invisible) del arte moderno, como calific¨® ?ngel Gonz¨¢lez El Resto, la primera entrega de estos escritos, en 2001. Ciertamente, no hay nada de acad¨¦mico en este historiar, ninguna cenefa o linealidad en el texto, como no las hay en el tejido de la portada. No hay orden en los temas, que van desde Rousseau a Carlos Franco, pasando por Marquet y Guti¨¦rrez Solana. Ni en la escritura. Una forma de hacer historia, y a veces cr¨ªtica de arte, que consiste en ir rodeando el tema con un itinerario imprevisible, y una vez que se ha le¨ªdo ya lo necesario. Una forma de abordar los problemas que debe m¨¢s a la cineg¨¦tica que al m¨¦todo cient¨ªfico, pues los rodea y los incita, dibujando un recorrido sorprendente que acaba por ser su mismo perfil. Ante todo, Gonz¨¢lez tratar¨¢ de colocar las cosas en sus "lugares". No en el terreno de los conceptos sino en el de los sucesos y las pol¨¦micas, del clima y las ilusiones de su tiempo. Para ello, el autor se mueve con una familiaridad extraordinaria en la literatura art¨ªstica, sobre todo en la de la primera mitad del siglo XX. Esa "¨¦poca de los banquetes", como titulaba Roger Shattuck su libro sobre la primera vanguardia, a los que ?ngel Gonz¨¢lez parecer¨ªa haber asistido en persona. Y lo digo no para elogiar sus conocimientos, sino porque con ese ¨¢nimo festivo conduce al lector. Combinaci¨®n irrepetible de erudito y enfant terrible, ?ngel Gonz¨¢lez escribe siempre a favor o en contra, armado de razones e intuiciones igualmente inesperadas. Esa muy evidente pasi¨®n me hizo descartar la idea de empezar este comentario a Pintar sin tener ni idea, con un chusco: ?"Y escribir teniendo muchas". Porque a pesar del impresionante c¨²mulo de "ideas" y de informaciones que contiene, el autor no hace este viaje en busca del saber sino del sabor. Gonz¨¢lez es de los que gustosamente afirmar¨ªan: "M¨¢s vale una visita al jard¨ªn que cien visitas al museo", como cita en el estupendo ¨²ltimo texto, La cabeza entre los ¨¢rboles, dedicado al Museo del Prado. Desde esa posici¨®n pretende rescatar de las manos del formalismo y de la instituci¨®n lo que de delicioso tiene el arte. Por eso este libro resulta tan incitante y sugerente. La vitalidad que impregna el texto hace que muchas veces parezca que lo escuchamos m¨¢s que lo leemos, pues la ret¨®rica no empa?a la lucidez y el buen humor nos mantiene a salvo de la pedanter¨ªa.
Pintar sin tener ni idea
?ngel Gonz¨¢lez Garc¨ªa
Lampreave y Mill¨¢n
Madrid, 2008
318 p¨¢ginas. 44 euros
Estos 14 ensayos aparecidos entre 2000 y 2007 son una especie de vadem¨¦cum contra la melancol¨ªa posmoderna. En ellos descubrimos tanto las preferencias de su autor (el taller del artista, el arte romano, el llamado art brut Brancusi, Giacometti) como sus desdenes (Ram¨®n Gaya, el surrealismo, la trascendencia). Y entre las primeras, y sobre todo, ¨¦sta por el pintar sin tener ni idea o mejor, sin ideas, sin tener otra idea que pintar, como es lo propio de la pintura moderna.
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