La dignidad robada de las fosas
Familiares de los sepultados en fosas comunes aplauden la ley que prev¨¦ honrar su recuerdo - Catalu?a tiene 6.000 cad¨¢veres hacinados en 179 fosas
El paso de los a?os no cuenta para Montse Gin¨¦. "Duele como si hubiera ocurrido ayer. Igual que si se repitiera cada d¨ªa", suspira mientras agita en sus manos la imagen en blanco y negro de un joven, un hombre que luce un poblado tup¨¦ y media sonrisa en el d¨ªa de su boda, 14 a?os antes de ser sepultado en una fosa aneja a un cementerio de Tarragona, en alg¨²n rinc¨®n excavado el "primer a?o de la victoria" que sucedi¨® a la Guerra Civil. Lo dice la manoseada lista que permiti¨® a Montse, enfermera de 51 a?os con la voz quebrada, recuperar una identidad de entre esos restos: Josep Gin¨¦, amante de su tierra, pol¨ªtico por vocaci¨®n, fusilado, su abuelo.
Unas 9.000 memorias fueron hacinadas durante la Guerra Civil en 179 fosas comunes dispersas por suelo catal¨¢n. Quienes realizan el censo de desaparecidos, abierto por la Generalitat en 2003, bucean en archivos y fondos documentales para localizarlos. M¨¢s de 2.100 familias han solicitado ayuda para saber d¨®nde se perdieron sus allegados y Montse, cuya solicitud ha quedado resuelta junto con otras 72, ya puede velar los restos de su abuelo. Ella sigue azorada. "A¨²n no puedo honrar su memoria", protesta. Suena ostentoso, pero se conforma con poco: una placa met¨¢lica que explique el significado de esa hondonada indiferente, olvidada, aleda?a al camposanto de Tarragona. "Sin este reconocimiento no cerrar¨¦ el c¨ªrculo del duelo, esta sensaci¨®n de que quedaron enterrados como perros", suspira.
"No pueden seguir enterrados como perros", suspira la nieta de un fusilado
"Nadie visita estas tumbas porque nadie sabe que est¨¢n aqu¨ª", dice un afectado
Restituir la dignidad de las fosas es el objetivo de la ley impulsada por el Departamento de Interior, cuyo proyecto aprob¨® el Gobierno catal¨¢n hace dos semanas. Es una medida ya prevista en el Estatuto y que significa la primera extensi¨®n de la Ley de la Memoria, que permite a las comunidades aut¨®nomas ampliar sus contenidos. Tras el verano, cuando sea aprobada por el Parlamento, la legalidad amparar¨¢ la placa que reclama Montse. La ley prev¨¦, adem¨¢s, que se exhumen los cad¨¢veres si los familiares as¨ª lo solicitan. "Es el derecho de los familiares a recuperar sus parientes. La Generalitat se har¨¢ cargo de todo", explica Francesc Vendrell, uno de los impulsores de la ley. As¨ª se har¨¢ el pr¨®ximo junio en la fosa de Gurb (Osona), fijada por el departamento como prueba piloto. "Pero no habr¨¢ una oleada de exhumaciones", matiz¨® Saura anteayer, en la presentaci¨®n del mapa de las fosas catalanas. ?ste sigue las huellas de la guerra y en la mayor¨ªa de las fosas descansan los restos de soldados an¨®nimos cuyo nombre se traspapel¨®, quiz¨¢ para siempre. Si no pueden identificarse, la ley establece que se dignifiquen sus restos.
Esta norma tambi¨¦n determina que rellenar una solicitud baste para poner en marcha el engranaje de la Generalitat: una quimera para quienes acumulan d¨¦cadas peleando a la contra y perdiendo todas las batallas. Montse, fundadora de una asociaci¨®n de represaliados del franquismo, a¨²n conserva aliento tras cada una de las negativas con que el arzobispado de Tarragona, propietario del cementerio, rechaza sus peticiones. "Lucharemos sin esperar la ley, pero nos ayudar¨¢ mucho", resuelve. Y tiene prisa. Le corre el tiempo. "La gente mayor me pregunta con l¨¢grimas en los ojos: '?Crees que llegar¨¦ a verlo?".
Las heridas tampoco se cierran para otros con mejor suerte. Las pesquisas de Mag¨ª Carn¨¦, un promotor de Mollerussa, dieron con su t¨ªo Isidre, pay¨¦s que cumpli¨® la mayor¨ªa de edad en las filas republicanas y acab¨® sepultado en La Bisbal de Falset (Priorat). Su madre, hermana de Isidre, nunca logr¨® saberlo. Muri¨® 20 a?os antes y esa espina, se?ala Mag¨ª, es definitiva. "Se confunden la alegr¨ªa y la tristeza. Por ella, que era quien m¨¢s lo buscaba y nunca lo encontr¨®", explica atento a la retorcida carretera que conduce a la fosa. La recorre una vez al a?o, cuando los familiares se re¨²nen ante la placa que Mag¨ª coloc¨® en 2003.
Al resto de los ca¨ªdos, api?ados bajo un suelo tomado por hierbajos, no los visita nadie. "Porque nadie sabe que est¨¢n aqu¨ª", insiste Mag¨ª blandiendo un registro con 70 nombres que no ha salido a la luz. Lo obtuvo de un juzgado del pueblo que no se atreve a difundirlo. "Espero que la ley los haga p¨²blicos", dice ante una hilera de cruces medio oxidadas, sin inscripciones y con due?o difuso.
Al otro lado del terrapl¨¦n se arremolinan las flores de pl¨¢stico, dejadas de la mano del viento del Priorat. "?sa es la fosa salvaje, de all¨ª no se sabe nada", dice Mag¨ª. En su lista constan los fallecidos en el apurado hospital militar que se instal¨® en una cueva cercana. "Es imposible saber nada de los dem¨¢s", explican en el pueblo. Es la historia que se repite en la mayor¨ªa de las fosas catalanas. Los otros, los heridos en combate y desangrados en las cunetas, no tienen lista que les ampare. Acaso una ley que reconozca su sacrificio, acallado bajo el suelo desde el "primer a?o de la victoria".
"Una memoria as¨ª suena a olvido"
La "pionera" ley de fosas, seg¨²n el consejero Joan Saura (ICV), fue tachada por Josep Antoni Duran i Lleida (CiU) de "sectarismo de los herederos del comunismo". Unas 200 solicitudes de las recibidas por la Generalitat son de represaliados del bando republicano. Tampoco importa que la ley no distinga entre facciones. "La sensaci¨®n es que se orienta hacia s¨®lo uno de los bandos", apuntan desde CiU.
"La medida es importante: pone carne sobre los huesos de la Ley de la Memoria Hist¨®rica", apunta el experto hisp¨¢nico Paul Preston desde su despacho londinense. "Hay un agravio hist¨®rico respecto a la atenci¨®n de unas v¨ªctimas sobre las otras. Pero cualquier intento de superarlo levanta ampollas", subraya. La Transici¨®n, m¨¢s que disipar tensiones, las escondi¨® bajo la alfombra. Por eso, afirma Preston, los intentos de aflojar esa atadura generan reacciones adversas. "Esa cautela responde s¨®lo a intereses pol¨ªticos", se?ala.
"?Tanto vale un voto? ?Podemos perseguir dictadores hasta Chile y no poner una piedra que recuerde a los muertos?", inquiere Josep Viana, de una asociaci¨®n de represaliados del franquismo. Josep recuerda las listas, talladas en m¨¢rmol, con que las iglesias honraban a los ca¨ªdos del bando nacional. Y los monumentos que, en las plazas, cargaban contra los "asesinos" republicanos.
Los bandos tuvieron mucho de ficticio. La mayor¨ªa cayeron de un lado o del otro en funci¨®n de qui¨¦n los reclutara primero. Pocos lo recuerdan: la divisi¨®n sigue vigente, bajo el suelo, 70 a?os despu¨¦s. "Una memoria as¨ª suena a olvido", dice Preston. "Se va demasiado lejos", insiste Duran.
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