El salto m¨¢s cuerdo de los locos
Un sujetador de encaje color burdeos, algo ra¨ªdo y de copa generosa, acumula polvo a la puerta del local de ensayo. Puede que lleve all¨ª colgado seis o siete a?os. Ninguno de los cuatro miembros de El Canto del Loco se acuerda. Casi han olvidado su presencia. Cuentan que lo lanz¨® una fan al escenario en uno de los primeros conciertos. Aquellos tiempos en que las chicas les disparaban bragas y de todo. Se r¨ªen al recordarlo. Como quien mira atr¨¢s a sus 15 a?os. Dani Mart¨ªn, cantante, letrista y motor del grupo, remata el episodio: Al final, ya nos ense?aban las tetas desde la ¨²ltima fila. En Salou, ?os acord¨¢is? Yo me qued¨¦ sin letra, no sab¨ªa continuar. Dicen que el bautizo de un grupo de rock requiere que las fans les muestren sus pechos desde el otro lado del foso. La pregunta es ?qu¨¦ ocurre despu¨¦s?
Viernes, principios de marzo. Una voz al otro lado del tel¨¦fono anuncia que el nuevo disco de El Canto del Loco est¨¢ a puntito de salir al mercado. Personas, su quinto ¨¢lbum de estudio. Ahora, a?ade la voz, se encuentran rodando el v¨ªdeo musical del primer single en la plaza de Soledad Torres Acosta, detr¨¢s de la Gran V¨ªa, en Madrid. A media tarde, los yonquis y las prostitutas buscan sombra en los soportales de la plaza. La m¨²sica nace de un bar que hace esquina. Hay una furgoneta aparcada en la puerta, focos, cables, l¨ªo. Va a ser all¨ª. Entre las cabezas de los curiosos, al otro lado de la ventana, se adivina a Dani, a su primo David Otero a la guitarra, a Chema Ruiz con el bajo y a Jandro Vel¨¢zquez tras la bater¨ªa. La c¨¢mara capta sus movimientos. Se detiene en el cantante. Dani, subido a una mesa, hincha las venas de un cuello poderoso. Lanza su grito a un se?or de unos cincuenta a?os y aspecto ebrio. Es el estribillo del hit: ?Eres tonto! Si no despiertas, es que no est¨¢s vivo.
A los tres minutos, uno de los curiosos ya repite ?eres tonto!. Muy de El Canto del Loco, un tema pegadizo. Una semana m¨¢s tarde, cuando el nuevo single apareci¨® en iTunes, se convirti¨® en la canci¨®n m¨¢s descargada en Espa?a. El estribillo agarra casi sin quererlo. Pero a la vez tiene algo que no encaja: el grito de Dani parece distinto; la letra, como queriendo decirle al se?or de-sali?ado que abandone el bar y vuelva a casa con su familia. Que no vac¨ªe su vida en un retrete. ?D¨®nde est¨¢n las zapatillas? ?Y la madre de Jos¨¦ que le est¨¢ volviendo loco?
Vacaciones, parejas estables, incluso hijos. En una sobremesa tranquila, a mediados de marzo, el grupo cuenta que en el a?o y medio que ha transcurrido desde que cerraron la ¨²ltima gira, la de Zapatillas, han pasado muchas cosas. La m¨¢s simb¨®lica es quiz¨¢ el tatuaje de Dani. David, que ha compuesto la m¨²sica de casi todos los temas de la banda, cuenta que las letras son las que hacen que sus discos vayan hacia un lado o hacia otro. Y, ah¨ª, Dani es el que marca la direcci¨®n. ?l es quien escribe. Cuando estamos tocando le preguntamos: ?Por d¨®nde vamos?. ?l asoma el codo y responde: Por all¨ª. Dani se r¨ªe a su lado, porque se refiere al tatuaje que le decora el antebrazo izquierdo: una gruesa flecha verde le nace en la mu?eca; la punta queda a la altura del codo. Un amigo se la tatu¨® hace poco sobre otro dibujo anterior. A Dani le cuesta hablar de lo que hab¨ªa debajo: Ni me acuerdo. Un tatuaje horroroso. Media sonrisa. Achica sus ojos azules. El grabado oculto dec¨ªa Ni?ato.
Abrir unas puertas, cerrar otras. Dani Mart¨ªn ya no es un cr¨ªo ni un ¨ªdolo de adolescentes. Ha crecido, y madurado, como el resto del grupo. Tiene 31 a?os, m¨¢s de 500 conciertos a sus espaldas, un mill¨®n de discos vendidos y tres llenos seguidos en Las Ventas. En 2005 revent¨® el estadio Vicente Calder¨®n junto a los Hombres G. Tambi¨¦n es actor. Rod¨® Yo soy la Juani con Bigas Luna, director que ya lo defini¨® como un hombre del Renacimiento en el siglo XXI: Polifac¨¦tico, adem¨¢s de buena gente. Podr¨ªa hacer cualquier cosa que se propusiera en la vida.
Hace un a?o, mientras grababa los primeros cap¨ªtulos de la serie Cuenta atr¨¢s, que emite Cuatro, Dani contaba que, aunque el resto del grupo se encontraba de vacaciones, ¨¦l llevaba un tiempo trabajando en el pr¨®ximo disco. Hab¨ªa sonado un clic en su interior. Y refiri¨® un episodio para explicarse.Dijo que lleg¨® una carta, una de tantas. Porque sol¨ªa haber miles sobre la mesa de la oficina. De esas que apenas se leen: miran el remite y contestan con una foto firmada, poco m¨¢s. Pero aquella, dijo Dani, asomaba sus bordes sobre el resto de papeles. La tom¨® entre las manos y la abri¨®. Escrib¨ªa una madre con letra quebrada hablando de su hija muerta. Un coche, un borracho, adi¨®s. Elena qued¨® tendida en el suelo. El conductor sopl¨® y super¨® en varios puntos la tasa de alcohol permitida. Una cifra en el peri¨®dico, una familia rota. Ocurri¨® en fin de semana, el a?o que Elena estudiaba en el extranjero. Vino a Madrid dos d¨ªas. Pas¨® s¨®lo uno.
La madre, sigui¨® Dani, no ped¨ªa nada. S¨®lo que aprovechasen su tir¨®n entre la juventud e intentasen hacer pensar a la gente, en fin, que qu¨¦ les lleva a coger el coche en ese estado. Cuando eres una persona creativa, y de sentimientos, esas cosas te afectan. Primero prob¨® a escribir una canci¨®n a la chica. Pero chirriaba: en la letra hablaba de una chica buena y un hombre malo. Se fren¨® sobre la vida del que llevaba el coche borracho. ?Por qu¨¦ te llegas a beber 200 copas y coges el coche? Est¨¢s tapando algo, me dije. En un porcentaje alto, tienes un problema. No me refiero a que sea tonto, no: este tipo quiere llamar la atenci¨®n, tiene una falta de cari?o, una carencia de afecto, algo. Creo que no s¨®lo hay que ponerse de un lado, sino que hay que ayudar y hay que corregir. Estoy componiendo un poco en esa l¨ªnea. No hay algo que est¨¦ mal o bien. Somos personas. Cuando este se?or termina de trabajar y se va al bar, en lugar de querer abrazar a sus hijos o estar con su mujer, que no tiene por qu¨¦ ser lo correcto, pero en lugar de hacer eso, prefiere estar en el bar, ?cu¨¢l es la raz¨®n? A lo mejor su mujer no le deja respirar o tiene un hijo que es un hijo de puta o sus padres se murieron cuando era peque?o. Vete a saber. No somos perfectos.
Para cruzar el umbral del local de ensayo, hay que dejar el sujetador de encaje a la derecha. Un poco m¨¢s all¨¢, una colecci¨®n de fotos de la primera gira tambi¨¦n acumula polvo: pantalones cortos, cortes de manga, escenarios a ras de suelo, el quinto miembro del grupo, Iv¨¢n Chanchegui. (Los abandon¨® en la cresta de la ola, despu¨¦s de A contracorriente, el segundo disco. Tengo que replantearme mi vida, dijo, y no volvi¨®. Aunque hay buen rollo, aseguran). Al atravesar la puerta del local, sorprende su peque?o tama?o, la mugre sobre la moqueta, las paredes cubiertas de garabatos. Hay listas de canciones, sus canciones, escritas a bol¨ªgrafo y rotulador sobre la pintura. Cuentan que levantaron el local con sus propias manos y la ayuda de un amigo que ten¨ªa una empresa de pladur. Hace a?os, en los or¨ªgenes. En septiembre cumplen una d¨¦cada juntos. Y Dani dice con orgullo: Mira, El Canto del Loco te puede gustar o no. Pero no somos un producto. Hemos sido de mucho currar. Nadie nos ha regalado nada.
De cero a todo, empezando por Dani Mart¨ªn. A los 18 a?os, cuando ingres¨® en la escuela de interpretaci¨®n de Cristina Rota, derrochaba energ¨ªa. Lo contaba su maestra: Entr¨® rebelde, reactivo. Aqu¨ª aprendi¨® a canalizar ese exceso en creatividad. Entre otras muchas cosas, mont¨® con otros alumnos un grupo de m¨²sica. Lo so?¨® de ni?o: antes de cumplir los diez, mataba el tiempo dibujando las portadas de sus futuros discos.
En la primera formaci¨®n, una chica tocaba la bater¨ªa, hab¨ªa otro bajista, e Iv¨¢n, que aguant¨® otros tres a?os, tocaba la guitarra. Dani tom¨® entonces un vinilo de Radio Futura. Ley¨® el nombre de una canci¨®n: El canto del gallo. Y lo tom¨® prestado. Luego, su primo David Otero apareci¨® una tarde con su guitarra. Por probar. Al d¨ªa siguiente tocaban el primer directo en una sala desaparecida: Up-Art. David se aprendi¨® todas las canciones en un ensayo. Desde entonces, el primo peque?o es el benjam¨ªn del grupo. Tiene 27, mujer e hija. Comparte con su primo ojos azules y dice que a¨²n recuerda aquella guitarra de madera con la que Dani toc¨® el primer concierto: un play back de Hombres G delante del colegio, con nueve a?os. Durante un tiempo, aquel pedazo de madera sigui¨® rondando la habitaci¨®n de su primo. Igual que el micr¨®fono prendido de un caballete con una pinza de la ropa. Los comienzos requieren imaginaci¨®n.
Despu¨¦s de los primeros conciertos, la chica bater¨ªa y el bajista se lo pensaron mejor. Crisis. El padre de Dani se acord¨® de que el hijo de unos amigos, Jandro, tocaba la bater¨ªa. En ese momento trabajaba de electricista con su padre. Los hijos se entendieron: ?Qu¨¦ pasa, t¨ªo? Venga, cuando quer¨¢is quedamos. Ya eran cuatro. Faltaba un bajista. Y David, que acababa de entrar en la universidad, se acord¨® de un amigo de otro amigo. Chema, un c¨¢ntabro, estudiante de fisioterapia en Madrid. Le vendi¨® la moto: Somos como Nirvana o Pearl Jam, pero en espa?ol.
As¨ª fue como los cinco se juntaron a tocar en la nave industrial. En Algete, el pueblo de Dani, al norte de Madrid. All¨ª siguen repasando el repertorio 10 a?os despu¨¦s. A partir de las once, de lunes a viernes. Hasta la hora de comer. Pero en los or¨ªgenes, tocaban en la oficina acristalada de la primera planta. La del padre de Dani. Aquello sonaba fatal. Los cristales vibrando, las ondas rebotadas. Lo bueno: hab¨ªa espacio para invitar a los amigos. Los sentaban en sillas, como en clase, y les ped¨ªan que puntuaran las canciones. Al terminar cada tema, alzaban un papelito con la nota. Selecci¨®n popular. En aquella primera etapa destac¨® el tema Y si el miedo, que siguen tocando en directo.
Dani comenz¨® a enviar maquetas a todas partes. Aprovechaba sus contactos de la televisi¨®n: debut¨® a los 14 a?os en el programa de m¨²sica Ponte las pilas, de TVE. Y en la Nochevieja de 1991, media Espa?a pudo verlo en un sketch de Martes y Trece, de botones. Mientras el grupo tardaba en arrancar, hacia el a?o 1998, comenz¨® a aparecer de secundario en Al salir de clase, El comisario, Polic¨ªas... Con las maquetas, cuenta Dani, la ¨²ltima estrategia fue la que funcion¨®: en lugar de enviar una, mandar¨ªa seis, todas iguales. Una la tiran, pero seis ya es m¨¢s jodido.
La leyenda cuenta que al menos una de las seis lleg¨® a las oficinas de la discogr¨¢fica Ariola. Una puerta qued¨® abierta. Paco Mart¨ªn, descubridor de Los Secretos, Radio Futura y Hombres G, se encontraba al otro lado. Entr¨® y dijo: ?Qu¨¦ es esto que suena?. Con la distancia de los a?os, dice que aquella maqueta era de una calidad horrorosa. La suerte fue que coincidi¨® en el tiempo con un fen¨®meno musical que asegura reconocer con olfato. Cada cinco a?os, m¨¢s o menos, se abre el hueco para un nuevo grupo de fans. Llamaron a Dani para proponerle una prueba: un concierto con dos grupos m¨¢s decidir¨ªa el nuevo fichaje de la compa?¨ªa.
Tanto Paco Mart¨ªn como Carlos L¨®pez, entonces presidente de Ariola, y ahora de Sony BMG, recuerdan aquel concierto en la sala Chesterfield como uno de los peores de su vida. No sab¨ªan tocar, pero les sorprendi¨®, sobre todo, el morro legendario de Dani. El cantante, consciente de las limitaciones t¨¦cnicas del grupo, urdi¨® el plan. De pronto, recuerda Paco Mart¨ªn, vemos que los chicos se quitan la ropa y ense?an una camiseta en la que se lee I love Ariola. Ten¨ªan gracia. Desparpajo. Estribillos. Y Dani, el don de la energ¨ªa sobre el escenario. A la semana, los reunieron alrededor de una mesa en el cuartel general de Ariola. Les acercaron un contrato kilom¨¦trico. Firmaron sin mirar. Los gerifaltes de la compa?¨ªa comentaban: Chavales, vamos a liar un foll¨®n de cojones. Acababa de nacer un fen¨®meno de fans.
Un detalle. Paco Mart¨ªn se tatu¨® hace poco una estrella con el nombre de Dani dentro. Y s¨®lo tengo tatuajes de mi familia. Pero le quiero. En los 35 a?os que llevo en esto habr¨¦ conocido a unos 300 artistas. ?l es distinto. Tiene un carisma especial. Siempre pendiente. Son el mejor grupo a nivel humano que he conocido. Igual de humildes que el primer d¨ªa. Saben escuchar. Luego hacen lo que quieren, pero escuchan.
Antes de grabar disco, les propusieron cambiar de nombre: Los M¨®viles, Superratones y La Dulce Sonrisa de Lul¨². Se negaron. El primer ¨¢lbum de estudio apareci¨® en 2000. Y, por si acaso, se titul¨® como la banda: El Canto del Loco. Vendi¨® algo m¨¢s de 100.000 copias. Lo mejor, cuentan, fue la gira: furgoneta arriba y abajo, borracheras de bourbon y a tocar delante de un p¨²blico que no conoc¨ªa sus canciones. A finales de verano de 2001, una cr¨®nica de EL PA?S recogi¨® las sensaciones de uno de los directos. Pirados por las chicas, se titulaba, y le¨ªa: En la zona fan (pegadas al escenario) reinaban las quincea?eras ansiosas. Lo peor , recuerdan, ocurri¨® un a?o despu¨¦s, cuando actuaron en la primera edici¨®n de Operaci¨®n Triunfo.
Con Nigel Walker, que aprendi¨® el oficio como t¨¦cnico de sonido de Paul McCartney, y Dire Straits, lleg¨® el cambio de rumbo. Produjo un segundo disco m¨¢s elegante. Y ah¨ª sigue Nigel, detr¨¢s de los controles de sonido, y en el local de ensayo. Es el o¨ªdo exterior. Trae orden a los temas. Dice que el cuarteto ha seguido una evoluci¨®n natural. Este quinto disco es distinto porque ellos son distintos. Hace un par de a?os, comentaba en una entrevista que el reto de El Canto del Loco era componer un tema que se pudiese escuchar 20 a?os despu¨¦s. De Personas aventura un corte no perecedero: Peter Pan, en el que Dani habla de crecer y madurar. Y esto es normal. Tiene 31, novia desde hace un a?o, y ha de dejar algunas cosas atr¨¢s. Adem¨¢s, ya hay otros grupos de fans, como Tokio Hotel, que han llenado el hueco. Recuerdo episodios de chicas golpeando la caravana despu¨¦s de un concierto gritando ?Canto del Loco!. Pensaba que ¨ªbamos a morir. Pero esto ya pas¨®. Su p¨²blico ha crecido con ellos. Ya no son un grupo de gente del colegio.
En el local, Nigel intenta convencer a la banda de que en la gira han de tocar cuatro canciones ac¨²sticas. No es para vosotros. Es para ellos, les dice. Se refiere al p¨²blico. Dani le mira, casi convencido, sentado junto a una pizarra que acaba de comprar. En ella ha escrito a tiza los 24 temas que ir¨¢n descargando por peque?as salas de Espa?a. Apunta: Ac¨²stico. El resto atiende, como en clase. Las paredes respiran aliviadas. Contin¨²an con el ensayo y se saltan Zapatillas. La conocen de memoria. Cuando Dani agarra el micr¨®fono, muestra el tatuaje nuevo. La flecha baila de un lado a otro. Poco despu¨¦s, comenta: Me llena lo que he escrito. Lo veo necesario en mi vida para llegar hasta otro sitio. La direcci¨®n. Para m¨ª es como vomitar algo que te ha sentado mal. O bien. Creo que hemos hecho un disco necesario para la gente. Para las personas. La pena es que no se atreva a o¨ªrlo todo el mundo. Existe una barrera para escucharnos. Claro que existe. Yo, seguramente, tambi¨¦n la tendr¨ªa.
El disco Personas, de El Canto del Loco, sali¨® a la venta el 1 de abril editado por Sony BMG.
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