R¨¦quiem por Rajoy
La comparecencia de Mariano Rajoy ante el Comit¨¦ Nacional de su partido, ap¨¢tico y desganado, ha desencadenado tantos comentarios sobre la situaci¨®n interna de los populares que, al final, se ha perdido de vista el significado m¨¢s importante de la escena. En realidad, el ¨²nico significado que ten¨ªa valor m¨¢s all¨¢ del c¨ªrculo de sus militantes y electores, el ¨²nico que afectaba al sistema democr¨¢tico en su conjunto: por primera vez desde las elecciones de 2004, el Partido Popular daba signos incontestables de haber interiorizado la derrota. Ese Rajoy incapaz de hilvanar un discurso en el que, sin embargo, anunciaba el nombramiento de un equipo de j¨®venes leales puede ser, sin duda, la imagen de un pol¨ªtico fracasado que busca refugio entre quienes todo se lo deben. Es la idea que, de inmediato, han pregonado algunos dirigentes del Partido Popular y, tambi¨¦n, algunos medios de comunicaci¨®n. Pero no unos dirigentes y unos medios cualquiera, sino precisamente aquellos que m¨¢s han alentado la crispaci¨®n y que m¨¢s han contribuido a enrarecer el clima pol¨ªtico en Espa?a durante los ¨²ltimos cuatro a?os.
El relevo del l¨ªder del PP se ha convertido en una urgente prioridad para algunos dirigentes
Su inmediato r¨¦quiem por Rajoy no puede ser interpretado, sin m¨¢s, como la simple constataci¨®n de un hecho, con la que, en principio, pueden coincidir muchos ciudadanos que nada tienen que ver con la opci¨®n pol¨ªtica que encarnan los conservadores. No es preciso sentir ninguna simpat¨ªa por el l¨ªder del Partido Popular, ni tampoco recodar sus exabruptos ni la radical disensi¨®n con sus propuestas durante la legislatura y la campa?a pasadas, para advertir que, dependiendo de qui¨¦n los promueva, los intentos de liquidarlo pueden ser una encerrona, de cuyo ¨¦xito o fracaso depender¨¢ el derrotero que adopte a partir de ahora la pol¨ªtica en Espa?a. Para esos dirigentes y esos medios de comunicaci¨®n que han pedido su relevo inmediato, obtener la cabeza de Rajoy significa, en el fondo, poner a salvo la estrategia que han patrocinado, por encima del nuevo fracaso electoral. Mediante el sacrificio fulminante de Rajoy, esos dirigentes y esos medios aspiran a seguir diciendo que han tenido raz¨®n y que lo ¨²nico que ha fallado ha sido la persona, o mejor, el testaferro encargado de ejecutar las directrices que le daban. Es decir, aspiran ni m¨¢s ni menos a que el Partido Popular contin¨²e sin interiorizar la derrota.
Rajoy les ha plantado cara de la ¨²nica manera que, al parecer, sabe hacerlo: con gestos dubitativos, con silencios equ¨ªvocos, con un aire asustadizo incompatible con la determinaci¨®n que cabe esperar de un l¨ªder pol¨ªtico. Pero les ha plantado cara, y eso obliga a una especial responsabilidad por parte de los nuevos dirigentes que ha nombrado y, tambi¨¦n, por parte de quienes, desde fuera del Partido Popular, y adversarios de la opci¨®n que representa, son conscientes de que el sistema democr¨¢tico en Espa?a necesita de una fuerza conservadora distinta, radicalmente distinta. Seg¨²n se han planteado las cosas antes y despu¨¦s de las elecciones, desencadenando un psicodrama pol¨ªtico en el que ha quedado al descubierto la ferocidad de algunas ambiciones, del futuro a corto plazo de Rajoy depende no s¨®lo la posibilidad de que el Partido Popular entre o no en una crisis profunda; depende, adem¨¢s, algo que incumbe a todos los ciudadanos, simpaticen o no con sus pol¨ªticas: depende el tipo de derecha que tendr¨¢ Espa?a. Por esta raz¨®n, los partidarios de que la derecha siga siendo como es se han lanzado a la demolici¨®n de Rajoy. Pero por esta raz¨®n, tambi¨¦n, alguien que, como Rajoy, no le hab¨ªa hecho ascos a esa derecha se est¨¢ viendo empujado a liderar una derecha diferente.
Si Rajoy no consigue el objetivo que le han marcado las circunstancias, y no tanto sus propias decisiones, el Partido Popular puede acabar cayendo en manos de quienes anuncian convertir en un juego de ni?os los m¨¦todos de oposici¨®n empleados durante la ¨²ltima legislatura. Ser¨ªa insensato que por parte de las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas se respondiera como hasta ahora, haciendo c¨¢lculos miopes sobre el apoyo que cosecha el miedo. Porque ha sido el miedo, sin duda, el que ha permitido que el Partido Socialista aumente su n¨²mero de esca?os y de votos. Pero no arrebat¨¢ndoselos a un Partido Popular instalado en las posiciones m¨¢s radicales de su historia, y que, por su parte, tambi¨¦n ha aumentado, y en mayor proporci¨®n, su representaci¨®n parlamentaria y los votos recibidos. El r¨¦quiem por Rajoy se ha convertido en una urgente prioridad para algunos dirigentes del Partido Popular y algunos medios de comunicaci¨®n que siguen sosteniendo que la estrategia de la crispaci¨®n vencer¨¢, tarde o temprano, a la estrategia sim¨¦trica del miedo. Para quienes, m¨¢s all¨¢ de las estrategias para que venza su propia opci¨®n, que no tiene por qu¨¦ ser la del Partido Popular, desean, adem¨¢s, la estabilidad del sistema democr¨¢tico en Espa?a, ¨¦sta deber¨ªa ser, sin embargo, una oportunidad para comprometer a Rajoy y su nuevo equipo en el camino que parecen haber emprendido, o al que les est¨¢n empujando.
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