La maldici¨®n del anillo
Anillos. Estamos rodeados de anillos. Tenemos m¨¢s anillos alrededor que Saturno. ?Para cu¨¢ndo el signo del Anillo en el zod¨ªaco? S¨ª, tenemos anillos hasta en la hamburguesa. Y no me refiero precisamente a los aros de cebolla. Compru¨¦benlo. De entrada est¨¢n los anillos ol¨ªmpicos. Esos donuts para el Cola Cao gal¨¢ctico. S¨ª, porque todav¨ªa estamos en los proleg¨®menos de la cita deportiva, en el desayuno como quien dice. Y los chinos, anfitriones del evento, est¨¢n que trinan porque la cosa les est¨¢ saliendo rana. A causa de las tropel¨ªas que cometieron en el T¨ªbet nada m¨¢s inaugurarse el a?o ol¨ªmpico. ?C¨®mo no iban a aprovecharse del eco medi¨¢tico de las Olimpiadas los habitantes de un pa¨ªs invadido desde los tiempos de Tint¨ªn (v¨¦ase el ¨¢lbum Tintin en el T¨ªbet) para que su protesta se oyera en todo el mundo? Nada, les callaron con muertos. Y la indignaci¨®n se hizo mundial. Si parafraseamos el lema ol¨ªmpico, nadie les ha podido decir a los mandatarios (ojo, mandatarios, no mandarines) chinos m¨¢s alto, m¨¢s r¨¢pido y m¨¢s fuerte que su conducta en el T¨ªbet es, por decirlo suavemente, impropia. Indigna, me sugiere mi lado enredador. No hay d¨ªa que pase sin que las protestas se amplifiquen y generalicen.
Y todo por una cuesti¨®n de anillos. Y de aros, de pasar por el aro del agujero negro
S¨ª, pasan los d¨ªas pero, por ejemplo, no puede pasar la antorcha ol¨ªmpica. Se pide la suspensi¨®n de los Juegos. Aunque no se producir¨¢. ?Estaremos ante un nuevo caso de doble moral? Se grita, se protesta pero por la puerta de atr¨¢s se consiente. En fin, un asunto dif¨ªcil. Que tire la primera piedra (o jabalina o martillo) quien no haya pasado por lo mismo. Y, al T¨ªbet, ay, al T¨ªbet, entre tanto s¨®lo le toca sufrir, anillado como est¨¢ al sello chino.
El segundo anillo tampoco resulta especialmente divertido. Resulta que este verano, aproximadamente en la misma fecha en que estar¨¢n celebr¨¢ndose las Olimp¨ªadas, va a entrar en funcionamiento en la frontera entre Suiza y Francia el anillo del CERN. Un superacelerador de part¨ªculas. La Ciencia se frota las manos. Por fin podr¨¢ estudiar un poco mejor la materia gracias a los choques entre part¨ªculas, aceleradas previamente merced a un superviaje en el anillo. Vamos, que las part¨ªculas se montan en la monta?a rusa del CERN, pasan v¨¦rtigo y al final se les derraman las palomitas que llevaban en el cubo, o sea, los quarks y dem¨¢s. O sea, que se prepara la gran juerga. M¨¢s h¨¦teme aqu¨ª que nos podr¨ªa resultar cara. Al parecer hay un f¨ªsico que no las tiene todas consigo y predice el fin del mundo. A su juicio, se formar¨¢n peque?os agujeros negros que no se disipar¨¢n como, al parecer, asegura el gran Hawking, sino que crecer¨¢n hasta tragarse al planeta entero y, una vez entrados en materia (observen el chiste), podr¨ªan devorar el Sistema Solar, pongamos por caso. ?Pero qu¨¦ nos importa si no estaremos aqu¨ª para contarlo?
Y todo por una cuesti¨®n de anillos. Y de aros, de pasar por el aro del agujero negro. ?Se imaginan? En el mismo instante en que un saltador de longitud se dispone a caer en el foso de arena del estadio ol¨ªmpico de Pek¨ªn, va y en lugar de arena se le abre un abismo de densidad infinita que se lo traga. Todo un r¨¦cord. Pero dif¨ªcilmente homologable. Lo peor ser¨¢ que antes de que desaparezcan Pek¨ªn y la China, habr¨¢ desaparecido Europa. Y seguramente el T¨ªbet. Por hallarse m¨¢s cerca del experimento. Una injusticia. ?O de qu¨¦ est¨¢bamos hablando?
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