Pantallas
No recuerdo haber visto nunca en una pel¨ªcula norteamericana el interior de una casa donde apareciera una biblioteca familiar. Tampoco a ning¨²n h¨¦roe del cine cl¨¢sico, Gary Cooper, John Wayne, Henry Fonda, leyendo un libro en la mecedora del porche despu¨¦s de realizar cualquier haza?a. Por los descampados del lejano oeste puede que a veces cruzara un tipo con un levit¨®n polvoriento vendiendo biblias. Queda la estampa cinematogr¨¢fica de alg¨²n reverendo abriendo el libro de los salmos al borde de una fosa descarnada en el momento de mandar a los verdes valles del Ed¨¦n a cualquier fiambre, pero luego, nada. Los deudos devoraban la tarta de frambuesa que hab¨ªa preparado Maureen O'Hara para despu¨¦s del funeral. Nadie ser¨¢ capaz de imaginar una secuencia con Robert de Niro, Jack Nicholson o Brad Pitt enfrascados en la lectura de una novela. Ni siquiera Woody Allen se ha permitido el lujo de decorar el despacho de su psicoanalista con una estanter¨ªa cargada de vol¨²menes manoseados. Los libros en el cine no existen. Esos best sellers con t¨ªtulos dorados en relieve, que las amas de casa meten en la cesta de la compra junto a las zanahorias, nunca se quedan en casa despu¨¦s de ser le¨ªdos. Cuando las c¨¢maras llegan, el trapero ya se los ha llevado. Se ha dicho hasta la saciedad que las pantallas han derrotado a los libros. Media humanidad se pasa el d¨ªa sentada devorando im¨¢genes. En el avi¨®n, en el tren, en el bar, en el hospital donde te acaban de rajar, en el sof¨¢ en el que caes rendido al final del d¨ªa siempre hallar¨¢s enfrente una pantalla vertiendo en tu cerebro infinidad de monigotes. Las fotos de los peri¨®dicos cada d¨ªa m¨¢s grandes, los cuerpos gloriosos de belleza visual que pueblan las revistas satinadas, tambi¨¦n se han puesto de parte de las pantallas en la guerra contra la letra impresa. Pero de los libros se salvan siempre las im¨¢genes. Se trata de saber qu¨¦ tiene m¨¢s fuerza todav¨ªa, si la imagen literaria que conservamos en la memoria despu¨¦s de la lectura o la visi¨®n de toda esa fantasmagor¨ªa de luces y sombras. Qu¨¦ deja un oro m¨¢s profundo en el alma, la goleta Hispaniola navegando rumbo a la Isla del Tesoro a trav¨¦s de las p¨¢ginas del libro o Gary Cooper soplando la boca del rev¨®lver en la pantalla.
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