Investidura
El debate de investidura que se celebr¨® la semana pasada en el Congreso ha sido uno de los m¨¢s previsibles que se recuerdan, sin suspense ni expectaci¨®n alguna, como si Zapatero hubiera obtenido mayor¨ªa absoluta en lugar de suficiente. Tanto fue as¨ª, que la prensa prest¨® m¨¢s atenci¨®n al inicio del acoso y derribo de Rajoy iniciado por su prensa amiga con la cooperaci¨®n necesaria de Esperanza Aguirre. Y sin embargo, aunque no pareciese medi¨¢ticamente interesante, lo cierto es que la investidura result¨® ser pol¨ªticamente importante.
La dramaturgia del debate nos present¨® a un Zapatero que parec¨ªa sobrado, tal como ya se ha dicho, tratando a sus derrotados interlocutores con suficiencia condescendiente. Y adoptando para ello unos aires de superioridad como si les hubiera vencido por mayor¨ªa absoluta (dicho sea una vez m¨¢s), seg¨²n quiz¨¢ cre¨ªa merecer. De ah¨ª que no se dignase a solicitar siquiera su voto de investidura, prefiriendo obtenerla por s¨ª solo a la segunda vuelta. Sin duda, era un Zapatero bien distinto al que vimos cuatro a?os atr¨¢s en id¨¦ntica ocasi¨®n. Y es que ahora ha ganado las elecciones con todas las de la ley, sin que nadie ose discutir su leg¨ªtima autoridad para ocupar el poder. Por eso hace ostentaci¨®n de una seguridad en s¨ª mismo de la que antes carec¨ªa, cuando muchos cuestionaban la levedad de su liderazgo. Lo que mueve a temer lo que nos hubiera esperado los pr¨®ximos cuatro a?os de haber obtenido Zapatero una mayor¨ªa absoluta imposible de controlar. Pero al margen del teatro gestual que vino a representar, el mensaje impl¨ªcito contenido en el discurso que interpret¨® fue pol¨ªticamente decisivo, pues anuncia la nueva estrategia que espera desarrollar durante la nueva legislatura que acaba de iniciarse. Una estrategia diametralmente opuesta a la desplegada durante la legislatura anterior, que podr¨ªa resumirse en la renuncia a firmar con nacionalistas y republicanos pactos excluyentes del PP, cuyo se?ero ejemplo fue el tristemente c¨¦lebre pacto del Tinell. Y es que la constante pol¨ªtica m¨¢s significativa de la pasada legislatura fue la exclusi¨®n efectiva del PP en las cuestiones cruciales para la gobernaci¨®n del Estado: Estatut catal¨¢n, proceso (llamado) de paz y reforma de las instituciones.
La constante pol¨ªtica de la pasada legislatura fue la exclusi¨®n del PP de las cuestiones de Estado
?se fue el sello que marc¨® toda la ejecutoria de Zapatero, por la que fue juzgado el pasado 9 de marzo. Es verdad que el juicio popular fue positivo, pues gan¨® las elecciones gracias al apoyo de muchos votantes que retiraron su anterior apoyo a los partidos nacionalistas y republicanos. Pero el precio a pagar por esa ganancia de votos radicales fue perder 700.000 votos centristas o moderados, que huyeron hacia su derecha: hacia la UPyD y el PP. Una hemorragia que no se puede permitir un gobernante que aspire a seguir ocupando el centro del escenario pol¨ªtico. Y una hemorragia que s¨®lo puede entenderse como voto de castigo a esa estrategia excluyente de la oposici¨®n simbolizada por el pacto del Tinell. De ah¨ª la urgente necesidad de rectificarla, antes de que a la larga resulte suicida.
Pero si hay que rectificarla no es s¨®lo por razones electoralistas sino sobre todo por razones pol¨ªticas. Desde un punto de vista institucional, contemplada desde la perspectiva de la gobernanza (o el buen gobierno), aquella estrategia excluyente de la oposici¨®n fue un craso error, s¨®lo producto del temor, la debilidad o la miop¨ªa pol¨ªtica. Las cuestiones cruciales de Estado, como la reforma de su estructura territorial o la pol¨ªtica de seguridad p¨²blica, deben adoptarse por amplio consenso, lo que exige el expreso consentimiento de la oposici¨®n. Y si este consenso no se consigue, hay que renunciar a tales reformas, que no son leg¨ªtimas ni viables cuando se sacan adelante sin el concurso de la oposici¨®n. ?sta es la dura lecci¨®n que aprendi¨® Zapatero durante la pasada legislatura, tras haber ca¨ªdo, quiz¨¢ sin poder o saber evitarlo, en aquel may¨²sculo error.
Pero como s¨®lo se aprende de los propios errores, Zapatero tuvo que cometerlo para comprender la imperiosa necesidad de rectificar. En este sentido, Zapatero comenz¨® a rectificar ya antes de que acabase la pasada legislatura, pues s¨®lo as¨ª cabe interpretar su entonces discutida decisi¨®n de renunciar al gobierno foral de Navarra, que estuvo en sus manos obtener firmando un pacto excluyente del PP. Pero rectific¨® a tiempo, adoptando un giro estrat¨¦gico que es el que ahora parece destinado a presidir su segunda legislatura. De ah¨ª que se haya negado a ser investido con los votos de nacionalistas y republicanos, como ¨²nica forma de invitar a la oposici¨®n a sumarse al imprescindible consenso futuro sobre las grandes cuestiones de Estado, entre las que destacan como m¨¢s urgentes la necesaria reforma tanto de la financiaci¨®n auton¨®mica como de los organismos judiciales.
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